¡Ring! – sonó el molesto timbre, indicando que los alumnos debían entrar a clase. Apenas entré Isa se me abalanzó y me abrazó emocionada – ¡Le dijiste que si! – dijo en voz baja mientras brincaba. Asentí con una mueca y mis cachetes ruborizados. Azul nos abrazó a las dos juntas y comenzamos a saltar de la emoción. Todos nos miraban con curiosidad, hasta diría que nos veían como bichos raros. No los culpo, parecíamos tres chifladas que acaban de escapar del manicomio.
-Azul, Isabel y Mercedes vayan a sentarse como todos sus compañeros – dijo fastidiada, la profesora de Filosofía. Con una enorme sonrisa me fui a sentar al banco. Ver a Guadalupe con curiosidad y celos de mi felicidad me hacía sentirme aún más poderosa. No miento, lo disfrutaba.
-Mecha ¿a qué se debe tanta felicidad? – Guadalupe preguntó como niña tonta inclinando la cabeza a la derecha.
-Nada, interesante – le respondí insignificante mientras buscaba la lapicera dentro de mi cartuchera. Guadalupe notó que le escondía algo. Me miró con una mirada dudosa y luego la dirigió a su cuaderno. Isa me miró riendo y Azul me hacía gestos de victoria.
Luego de unas arduas clases, llegó el medio día. Por fin, Filosofía, más Literatura e Historia no combinaban, son las clases más eternas que un niño pueda experimentar, créanme, no exagero. Prestigiosa caminaba por el pasillo, hasta que Guadalupe me miró con su desafiadora mirada. Me detuve preguntándome ¿ahora que hará esta perra?
La zorra se aferró a la corbata de Thiago, empujándolo al cuarto del conserje. Ella me miró con aquel gesto de victoria y se metió al cuarto con Thiago trancando la puerta. Se sentían extraños ruidos que provenían de aquel pequeño cuarto, parecía que allí hubiera un terremoto, la puerta se sacudía y se sentía el ruido de cosas cayendo.
Dura quedé. Inmóvil. Ya me cerraba todo. Él quería salir conmigo por que era una de las únicas chicas de la escuela con las que todavía no había salido. Tenían razón los chicos, debí haberlos escuchado. Thiago es un mujeriego. No me iba a quedar mirando como una estúpida, cuando decidí seguir mi camino a la cafetería vi que la puerta se abrió de golpe.
-¿Estás loca? Suéltame. Sinceramente, necesitas ir a un doctor. Lo nuestro ya pasó. Fue pasado. Supéralo. – gritó Thiago más que enojado apartándola de él.
- ¿Qué ocurre? No te entiendo. Hace una semana te encantaba hacer estas cosas. Me gustaba el otro Thiago – le decía seductoramente mientras rodeaba el cuello de Thiago con sus brazos.
Thiago le soltó violentamente los brazos dándose la vuelta para escapar de ella. En aquel instante nuestras miradas chocaron. Thiago avergonzado corrió hacia mí y me pidió disculpas.- ¿Lo viste todo? No quiero que lo malinterpretes. Guadalupe nunca superó nuestro rompimiento y sigue creyendo que somos novios. Quiero que sepas que soy solo tuyo. – me decía apenado.
-Lo vi todo y escuché todo- dije molesta.
-¿Vas a creer lo que esta loca dijo?
-No lo sé. ¿Por qué inventaría que ustedes son “amigos con derechos”? – pregunté fastidiada.
-Porque es ella. Es Guadalupe. Está loca. – dijo desesperado. Lo miré enfadada y seguí mi camino.
-Mercedes. –dijo frustrado tomándome del brazo. –No quiero que esto quede así. – quiero que sepas que soy solo tuyo. Quizá creas que soy un mujeriego por lo que todos dicen de mí, pero he cambiado. Créeme. Quiero que salgas conmigo para ver que es cierto.
Guadalupe al oír aquellas palabras bufó y dijo – ¿Enserio vas a creer lo que él dice? Le dice lo mismo a todas: “He cambiado y bla bla bla.”
Thiago más que enfurecido le dice – ¿Qué inventas? Solamente estas celosa por que nadie quiere con vos. Supéralo, eres una regalada que paso por las manos de todos los chicos y que ahora nadie te quiere devuelta. No luches por recuperarme, por que no los vas a lograr. No miento al decir que me gusta Mecha, y es más, nunca me había gustado tanto una chica como ella. – Le respondió y luego retornó su mirada a mis ojos y me dijo – quiero que me veas como la persona que soy, no por cómo todos me ven. - luego regresó su mirada a la de Guadalupe y le dijo - ¿Qué miras? Ya te puedes ir.
Guadalupe quedó tan sorprendida del suceso como yo. Las dos nos hallábamos perdidas. Ella nunca había perdido, y yo nunca había ganado. Nuestros roles se intercambiaron. Esto no significaba que aún no seguía molesta.
Los miré y pedí permiso - ¿Me disculpan? Mis amigos me esperan. Thiago comprendió que estaba molesta, por lo tanto me soltó y me dejó ir.
Al fin, llegué al comedor. – ¿Por qué te demoraste tanto? – preguntó curiosamente Azul. Le respondí que no tenía ganas de hablar sobre ello. No estaba de humor. Isa preocupada me preguntó – ¿Es serio? – le respondí negando con la cabeza cuando fuimos interrumpidos por unos chicos que comenzaron a golpear la mesa con sus cubiertos.
Todos los que se hallaban en el comedor se callaron y miraron curiosos a la mesa de dónde el ruido provenía. De repente los chicos pararon de golpear y noto que Thiago se subió a la mesa diciendo – Quiero dejar claro que Mecha es mía. Cualquiera que se atreva a robármela tendrá que enfrentarme. – este chico si que se tomaba enserio sobre hacer lo que se le da la gana. Nunca había pasado tanta vergüenza. Quería salir corriendo, pero no quería ser vista. Creí que me hallaba camuflada entre mis amigos pero no fue así, todos clavaron sus miradas en mí. Avergonzada, miré a Thiago con cara amenazadora, quería matarlo, además no tiene derecho a decir que soy de él, ni siquiera estamos saliendo. Nunca, alguien me había hecho pasar tanta vergüenza.
Una rubia, celosa de mí, me tiró puré en la cabeza. Definitivamente este fue el peor momento de mi vida. Todos quedaron tan sorprendidos como yo, hasta que Thiago más que enfurecido le tiró una albóndiga. Los amigos de la rubia le tiraron a Thiago y yo les tiré a sus amigos mis fideos. Este fue el comienzo de la guerra de comida. No voy a mentir, fue asqueroso, pero divertido.
Nunca creí que en la vida real ocurrían las guerras de comida, siempre creí que solamente ocurren en las películas. Hasta diría que fue aún mejor. – ¿Mercedes de qué te ríes? – me preguntó enfurecida la directora.
-Lo siento – dije intentando calmarme. Ver a Thiago y a la rubia, sentados cubiertos de comida junto a mí en detención era una situación graciosa. Thiago me miraba de reojo y reía mientras que la rubia estaba cruzada de brazos con la cabeza gacha.
Luego de pasar una hora allí, nos castigaron con limpiar todo el comedor después de hora. No podía quejarme, valió la pena esa guerra, no me arrepiento de ella. Además todos nos agradecieron ya que el colegio los obligó ir a sus casas a bañarse y volver en una hora.
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Peligrosa atracción
Roman pour AdolescentsTodo parecía derrumbarse en la vida de Mercedes tras la muerte de su madre. Obligada, se muda a un pueblo que ni siquiera aparece en los mapas. Ya no le veía el lado bueno a la vida, sola se sentía, hasta que un chico se interpone en su camino. Él l...