Mientras comíamos el postre veía lo feliz que estaban todos. Los abuelos hablaban con papá de lo felices que estaban por que ahora los íbamos a ver seguido. Los chiquitos torturaban a Guillermo, se peleaban por él, Matías quería jugar a la pelota con él y Camila se le colgaba para que le haga caballito. Y yo solamente contemplaba a mi familia, todos tenían una sonrisa dibujada en sus rostros y cada tanto reían. Me puse tan nostálgica que decidí ir a tocar el piano, quería recordar lo que se sentía.
Me paré, caminé hacia la sala de estar dónde estaba el piano, lo contemplé un rato. Mi familia no se había dado cuenta que mi presencia no se encontraba en la mesa. Por un lado mejor, no quería que me vean tocar. Pasé lentamente la mano sobre el piano para sacarle el polvo, y me senté sobre el banquito. Posicioné mis manos y me acomodé para tocar. Mi menté no recordaba de memoria las partituras que solía tocar, pero mis manos involuntariamente comenzaron a tocar la melodía que yo solía tocarle a mamá cuando estaba enferma. No podía creer que aquella hermosa música provenía de mí, sentí que mi sonrisa se agrandaba cada vez más, cerré mis ojos y veía la imagen de mamá. Veía a mamá sentada en el sillón de casa escuchándome tocar, se veía tan delicada, esa sonrisa tierna me ayudaba a seguir tocando, me ayudaba a olvidar que estaba enferma y me hacía verla llena de alegría, llena de vida.
De repente tan lindo sueño fue interrumpido por una manó que sentí sobre mi hombro. Me di vuelta y era papá, estaban todos detrás mío escuchándome. Papá me acarició el pelo y rápidamente salté a abrazarlo. Me sostenía fuerte y me seguía acariciando la cabeza.
-¡Papá voy a volver a tocar! –Le dije alegremente. -¡No me acordaba lo que se sentía! - Es algo maravilloso, e inexplicable.
Vi caerle una lágrima a Toto, corrí a abrazarlo. –Perdón abuelo, tenías razón, nunca debí dejarlo- No paraban de caerle lágrimas, era la segunda vez que lo había visto llorar en toda su vida, la primera fue en el funeral de mamá, pero ahora, esta segunda vez es de alegría.
-Mecha me hiciste el viejito más feliz del mundo. ¿Te podría pedir un favor?
-Si el que quieras, gracias a ti volví a tocar.
-En un mes es mi cumpleaños, y lo iba a festejar con una gran fiesta. Siempre les baboseaba lo talentosa que es mi nieta a mis amigos. Quiero demostrárselos, toca en mi fiesta, por favor.
No podía negárselo, ver esa cara tan inocente y feliz no podía defraudarlo. Pero había dos problemas, tengo pánico escénico y segundo: perdí práctica.
-¡Pues claro que si, ese será mi regalo! Solo hay un problema, he perdido práctica.
-Ya está todo resuelto: Guille te enseña- dijo Tata.
La miré, se reía. Ella definitivamente me quiere juntar con Guillermo, no podía creerlo.
De nuevo tata habló: -Mecha y Guille tóquennos una canción. Me puse roja, y le hice una mirada a mi abuela de “te voy a matar”, no podía creer que me metiera en esta situación.
Guillermo se dirigió hacia el piano, se paró frente a él, me miró y me hizo una especie de seña tratando de decirme que me sentara, cómo diciendo las “damas primero”. Con vergüenza me senté y luego siento que él se sienta pegado a mí. ¿Por qué los bancos de los pianos tienen que ser tan chiquitos? El banco era muy chico para que dos personas se sentaran. Qué situación tan incómoda.
Apenas comenzamos a tocar, sin querer, torpemente, apoyé mi mano sobre la de él. La saqué rápidamente y me disculpe. El me respondió diciendo que no pasaba nada, me miró, me dirigió una pequeña sonrisa y luego siguió tocando, con cabeza gacha contemplando el teclado.
ESTÁS LEYENDO
Peligrosa atracción
Ficção AdolescenteTodo parecía derrumbarse en la vida de Mercedes tras la muerte de su madre. Obligada, se muda a un pueblo que ni siquiera aparece en los mapas. Ya no le veía el lado bueno a la vida, sola se sentía, hasta que un chico se interpone en su camino. Él l...