Capítulo 2

32 4 4
                                    

Katerina se dio la vuelta rápidamente y se abrió paso entre las demás chicas para salir de allí. La oigo vomitar a mi espalda.

Frente a mí la veo, una de las cuidadoras muerta. Una mujer de mediana edad con el cabello oscuro. Tenía un corte que rodeaba su cuello del que manaba sangre y otro que iba desde la clavícula hasta el bajo vientre, a través del cual se podían ver sus órganos. Las moscas revoloteaban alrededor, posándose en su piel, su boca, sus ojos aún abiertos y sus entrañas.

Siento náuseas por la tan desagradable imagen así que decidido alejarme un par de metros. Un poco más allá veo a Katerina que se tapaba la boca con una mano y con la otra apretaba su vientre. Frente a ella en el suelo veo su vomito. Lo que me faltaba, como si ya no fuera poco con el cadáver y su asqueroso olor ahora tengo que ver eso. Me dan arcadas pero intento controlarme. Noto en la garganta el escozor del ácido queriendo subir pero aprieto los labios y cierro los ojos con fuerza intentando pensar en otra cosa. Cuando los vuelvo a abrir veo como del orfanato salen otras cuidadoras que cogiendo a las otras chicas por el brazo y tirando de ellas las vuelven a meter dentro. Una de ellas hace lo mismo conmigo y una vez dentro busco entre todas las demás a Katerina. No la encuentro. A lo mejor ha ido al baño a lavarse la boca. Me abro paso entre las otras chicas que empiezan a hablar entre ellas de lo sucedido. Intento no escucharlas. Me encantaría poder borrar la imagen de aquella mujer muerta de mi memoria pero no creo que sea tan fácil.

Camino hasta el baño y cuando entro veo a Katerina haciendo gárgaras frente a uno de los lavabos. Me acerco a ella. Su piel de por sí ya era pálida pero ahora lo era aún más y adoptaba un tono como amarillo enfermizo.

-¿Estas bien? –le pregunto.

-No –responde casi en un grito- ¿Viste a esa mujer? ¿Quién pudo hacer eso?

Eso era algo en lo que no me había parado a pensar. No creo que se haya suicidado, es decir le habían cortado el cuello y abierto en canal. ¿Quién podría suicidarse así?

-No lo sé.

Ahora empiezo a tener un poco de miedo. Si fue alguien quien la mató tiene que ser de dentro del orfanato. Nunca he visto a nadie de fuera aquí dentro. Eso significa que estamos atrapadas aquí con una asesina. Sólo espero que las cuidadoras o alguien averigüe qué fue lo que pasó.

-Caroline, júrame que no nos vamos a separar, tengo mucho miedo y no quiero que ni a mí ni a ti nos pase lo mismo.

-Te lo juro –cuando digo esto le doy un abrazo.

-Bien –dice ella y tras un par de segundos nos separamos- vamos al cuarto, no quiero salir hasta la cena.

Yo asiento y juntas salimos. Caminamos por los pasillos, completamente vacíos, hasta nuestra habitación. Una vez dentro Katerina se acuesta en su cama en posición fetal y yo me siento en la mía, con la espalda en el cabecero de la cama. Miro por la ventana. No puedo ver el suelo porque nuestra habitación está en el segundo piso, pero sí que veo el horizonte, lleno de árboles y montañas, y pienso en cómo tiene que ser vivir ahí fuera. Yo no tengo recuerdos del mundo exterior, mis padres murieron cuando yo era un bebé y todos los recuerdos de la infancia que tengo fueron dentro de estas cuatro paredes. Pienso también en las cosas que haré cuando salga, me gustaría estudiar aún no sé el qué, pero quiero tener una buena vida, una casa un buen trabajo. No me planteo tener familia ni hijos, tal vez porque no sé muy bien qué es una familia. Eso debería dolerme, pero no lo hace, la verdad es que no tengo ningún sentimiento sobre mis padres o la vida que podría haber tenido, no sufro por ello, sé que está ahí, pero simplemente es como si no me importara. Pero supongo que eso nos pasa a todas. No podemos echar de menos algo que no conocemos.

Veo como poco a poco va oscureciendo hasta que se hace completamente de noche y mi estómago ya ruge hambriento. Miro a Katerina y veo que está durmiendo. No quiero despertarla pero tengo hambre así que me levanto de la cama, me acercó a ella y la tomo del hombro sacudiéndola ligeramente.

-¿Qué? –me pregunta medio dormida sin abrir los ojos.

-Vamos a cenar.

-Yo no tengo hambre, vete tú –dice dándose la vuelta en la cama.

Creo que el sueño es más importante que el miedo a quedarse sola. Río un poco pero decido dejarla dormir.

Salgo de la habitación. Los pasillos siguen vacíos. O todas están ya en el comedor o ninguna quiere salir de su cuarto.

Al final del pasillo hay unas escaleras por las que veo subir a una cuidadora que viene en mi dirección. Va con la cabeza baja y ni siquiera me mira. Es raro que esté aquí a esta hora, normalmente se quedan vigilando en el comedor, pero a lo mejor con lo que pasó antes han decidido vigilar todas las zonas por precaución. Eso me deja más tranquila, por lo menos sé que hay alguien cuidando de que a Katerina o a ninguna de las otras les pase algo.

Cuando voy a pasar al lado de ella la miro para saludarla y noto como se me para el corazón y un escalofrío me recorre todo el cuerpo dejándome paralizada. Es la mujer muerta.

CarolineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora