Palanca de la muerte

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PALANCA DE LA MUERTE

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Nunca me hubiera imaginado estar en esta situación anormal

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Nunca me hubiera imaginado estar en esta situación anormal. En lo que parecía ser, un laboratorio clandestino abandonado, y delante de una incubadora que mantenía en cautiverio alguna clase de hombre.

Seguí observándolo con cautela, sintiendo que él hacía lo mismo conmigo en su inquietante y misterioso silencio detrás de una máscara completamente cubierta. De alguna forma me estaba viendo, pero no hallarle sentido a eso me perturbaba. No, me perturbaba más no saber qué era él, o si realmente era él y no ella. Tenía forma de hombre, pero con todas esas escamas en el cuerpo temía que terminara siendo una clase de animal mitad humano. Una bestia, un monstruo, una deformidad, una nueva creación entre dos especies.

Debía ser peligroso y sí así era, mejor que estuviera en la incubadora y no suelto.

Fuera lo que fuera, estaba claro que llevaba mucho tiempo aquí, y sí él o ella tenía vida, quería decir que todos los demás en incubadora también. Bajé la mirada a la pantalla en el cristal, además de los dígitos, llevaba un informe que no tardé en leer:

ExRo09, fase 3, etapa adulta—pronuncié con lentitud, 26...

«Tiene 26 años.

Apartó su mano del cristal, irguiéndose con una imponencia que me dejó sin aliento.

— Así que eres un adulto.

No hizo ningún solo movimiento y sentir su mirada tan intensa y aterradora me hizo mirar al resto de las incubadoras. Todas tenía la misma pantalla, pero con distinta información. Tuve esa sensación familiar, ese sentimiento de deja vu de que ya antes había visto todo esto, pero era inquietante porque no lo recordaba.

El silenció se hizo en toda la sala, a excepción de esos, apenas, audibles pitidos detrás de mí. El sonido agudo podía identificarlo como el de los monitores de un hospital y pertenecía al de las pantallas en cada incubadora. Mostraban los signos vitales de ellos.

Además de eso, mostraban también esas seis numeraciones que palpitaban de amarillo. Se trataban de horas, minutos y segundos que retrocedían. Empecé a imaginar que nada bueno ocurriría una vez llegaran a cero, puesto que la primera incubadora estaba en esos números.

— No lo entiendo — suspiré con fastidio antes de acercarme al amplio computador frente a las incubadoras, y el cual se acomodaba sobre un escritorio.

Me incliné sobre el asiento y la encendí. Tomé el mouse revisando cada opción, tenía archivos titulados con la clasificación en cada incubadora, y más que inquirir en ellos, busqué de algún modo poder contactarme con alguien en alguna otra parte del laboratorio o con el exterior. Pero no habían ningún menú ni programa en el computador, ni acceso a ninguna sistema de emergencia. No entendía nada de lo que esta computadora contenía.

Experimento Rojo peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora