Una larga lengua

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UNA LARGA LENGUA

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Estaba respirando de la boca de un experimento que horas atrás se comió un corazón. Pero qué más daba. Mientras mis pulmones se sintieran menos ansiosos y él no intentara arrancarme la boca en un instinto caníbal, todo estaría en orden.

Sin embargo, esto no estaba sirviéndome mucho.

Capté el sonido reptil del exterior, y tan solo senti las vibraciones del suelo tan estremecedoras, los huesos se me sacudieron de bajo de mi piel. Ese experimento contaminado estaba pasando junto a nosotros otra vez, era obvio que algo buscaba. Nos buscaba.

Desde cuando habría visto nuestra temperatura, lo que quería decir que era como dijo Rojo 09, no todos heredaban todas las habilidades que mencionó, posiblemente este olfateaba o sentía vibraciones, por eso no dejaba de moverse detrás de él.

Otra corriente provocada por los movimientos de esa criatura, se abalanzó contra nosotros y el terror me comprimio los músculos, tanto que aferré una mano a su tosco costado y lo apreté contra mi con el temor de que alguna parte de aquella deformidad, rozara con él.

Debí ser igual de grande que el experimento 05, deforme y aterrador, con sus grandes colmillos manchados de sangre y con esos ojos negros que penetraban a cualquiera.

Horrible.

No podía pensar en nada más que su aspecto y el contar sus pasos cuando volvió a moverse, uno tras otro, lentamente en mi mente como quien lo haría cuando cuenta los segundos antes de su muerte.

Las vibraciones disminuyeron hasta un punto en que el agua, incluso, dejó de temblar y balancearnos en su interior. Cuando esperé varios segundos y no escuché ni un solo ruido más, rompí la conexión entre nuestras bocas y me empujé fuera del agua, anhelando respirar profundamente.

Pero no pude siquiera retorcerme bajo su agarre, acrecentando la ansiedad.

Siguió en esa posición, incluso, nos inclinó aún más en el suelo, mis labios rozaron contra la dureza de su mandíbula capaz de sentir su tensión. Estaba esperando unos segundos más para serciorarse de que no hubiera más peligro, o tal vez... la criatura estaba volviendo.

No, no iba a resistir por más tiempo más, estaba llegando a mi limite con la falta de oxígeno. Podía escuchar los latido del corazón palpitando cada vez lentamente en mi pecho.

Temblé, las burbujas resbalaron de mis labios y los brazos comenzaron a pesarme. Creí que perdería la conciencia hasta que, de repente sus piernas se movieron sobre el suelo y nos inpulsó a la superficie.

Abrí la boca sintiendo como los pulmones también se agrandaban cuando arrastré con rotunda fuerza el aire. Una ruidosa exhalacion de la que me arrepentí de inmediato cubriendome la boca con la mano. Pero era imposible no respirar con así después de tanto tiempo soportándola.

Giré la cabeza cuando lo sentí apartándose de mí y no tardé aferrarme a la pared en tanto con otro brazo traté de encontrarlo.

—¿Vi-viene? —tartamudeé. El miedo estaba haciéndome trizas.

Mordi el labio cuando no tuve respuesta y en vez de nadar, me movi sobre las puntas de mis pies evitando hacer mucho movimiento en tanto seguía buscándolo.

Un brazo rodeando inesperadamente mi cintura me exaltó, me puso los nervios de punta, pero reconocí su tacto y ese intenso calor que esos largos dedos produjeron tras desligarse en la piel desnuda de mi abdomen y aferrarse a la curva de mi cintura. Estremecí y aun más cuando sentí como me atrajo a su torso, pegándome la espalda a su torso y fundiéndome en su calor.

Experimento Rojo peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora