PRIMER EXTRA

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PRIMER EXTRA

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Seis meses más tarde

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Seis meses más tarde.

Nunca dejamos de sentir miedo: nadie dejaría de sentirlo después de estar atrapados por casi tres meses bajo tierra en un laboratorio, perseguidos por monstruos. Parecía un sueño que cada mañana saliéramos de la habitación, recorriéramos cada blanco pasadizo y llegáramos al exterior donde los dulces y cálidos rayos del sol terminaban acariciándonos. Sin duda era un sueño del que Rojo y yo temíamos despertar, abrir los ojos y encontrarnos nuevamente atrapados en el área roja, tratando de detener que las puertas se abrieran y permitieran entrar a esos monstruos.

Pero ahora éramos libres, ¿no? Y eso se sentía una mentira, una cruel fantasía que se rompería en el momento justo en que lo aceptáramos. Por eso me rehusaba a aceptar que todo lo que esas personas del exterior estaban haciendo por nosotros fuera cierto y sincero. Sin intenciones de llevarse a los experimentos y experimentar aún más con ellos, sin intenciones de eliminarlos, lastimarlos o encerrarlos.

Cada mañana que despertaba entre los brazos de Rojo, acurrucada por su calor y esos labios acariciando la piel de mis hombros, todas esas dudas volvían a mí, la preocupación de que ese día sería el día en que lo apartarían de mí me robaba la respiración. Más me robaba la respiración cuando al correr la cortina de la única ventana en nuestra habitación, lo primero que veía eran todos esos soldados bajado de sus vehículos de guerra, con sus armas puestas recibiendo órdenes.

Temía que entraran y comenzaran a dispararnos, llevándose a Rojo con ellos muy lejos de mí. Sabía que preocuparme no estaba bien para mi salud ni para el bebé, pero tener esta vida llena de obstáculos, siempre desconociendo lo que sucederá mañana, era imposible. Sobre todo, cuando ellos habían dicho que nos dejaría libres después de dos meses, después de saber que esos monstruos no volverían a aparecer, pero aunque eso no llegó a ocurrir los días comenzaron a pasar, los soldados no dejaron de salir y entrar del lugar en el que nos tenía ocultos, y la única explicación que recibimos era que las personas no estaban listas para aceptar a los experimentos.

Los mismos ministros del gobierno ruso se rehusaban a dar su aprobación para que una nueva especie recibiera su ciudadanía, citando que los pondrían bajo observación para una posible decisión... Así que había más motivos para pensar que algo muy malo ocurriría pronto.

Aunque deseaba equivocarme.

—Hoy está más grande.

Salí de mis pensamientos cuando esa voz en tonalidades roncas y grabes exploró cada rincón de mi cabeza. Pronto, sentí esas cálidas manos deslizándose desde atrás por todo el bulto de mi estómago marcándose debajo de la tela de mi camisón. Dejé de mirar la ventana y a todos esos soldados para observarme el estómago y como con el simple tacto de Rojo, el bebé había empezó a moverse.

Experimento Rojo peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora