No te necesito

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NO TE NECESITO
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—Eres un maldito bastardo—escupió Adam aun cuando el sonido de la bala seguía en el aire, llamando al resto del grupo

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—Eres un maldito bastardo—escupió Adam aun cuando el sonido de la bala seguía en el aire, llamando al resto del grupo. Aun cuando todo mi cuerpo seguía pasmado, inmóvil.

Pero cuando vi que Adam elevaba el arma, dispuesto a disparar por segunda vez y en la cabeza de Rojo, me lancé a tropezones para colocarme frente a él.

— ¡No! — chillé, extendiendo mi mano frente a su rostro—. ¡No lo hagas! ¡No te atrevas a disparar! —El corazón estaba a punto de ser expulsado a través de mi boca cuando grité.

Al ver que parecía inmóvil y con un gesto contraído, giré en torno a Rojo. Asustada, llevé mis dedos temblorosos a su brazo herido a pesar de que sabía que su herida sanaría. Y tan solo intenté tocarlo, él se apartó de mí.

—No me toques—gruñó bajo, sus orbes carmín se anublaron, rayas negras se estiraron desde su rasgado iris sobre toda su pupila.

En ese instante en que quedé anonadada, vi su nariz contraerse, todo el puente se arrugó con fuerza enrojeciendo su piel pálida, sus colmillos se apretaron y un gruñido de rabia— un greñudo bestial—, se escupió a través de ellos.

Estiró tanto sus carnosos labios que la piel de ellos se le abrió y la sangre comenzó a correrle por el mentón.

Toda mi sangre se heló.

— Rojo...

Su nombre terminó en un tono débil cuando vi, con mucha sorpresa, como la bala— esa misma que atravesó la piel de su hombro— era impulsada fuera de la herida y golpeaba el suelo dejando un sonido metálico haciendo eco.

Estaba impresionada de que el cuerpo de rojo expulsara la bala. ¿Podían hacer eso todos los experimentos?

—Pym, apártate.

Oh no. No iba a hacerlo.

— ¡No me lo pidas porque no lo haré! —grité exasperada, volviendo la mirada a Adam—. ¿Cómo te atreviste? ¿Por qué le disparaste? ¡Él no hizo nada malo!

Con sus labios retorcidos, Adam pestañó sin dejar de pasar su mirada de mí a Rojo. Apretó los dientes y negó.

—Solo míralo—señaló con el arma a Rojo, ya incorporado, ya con la herida de su brazo cerrada y limpia—, consumió carne. Si la medicina no le sirvió, nada lo hará. Ya no nos sirve.

¡¿Ya no nos sirve?! Esa palabra fue la única que apresó mis pensamientos. ¿Qué le sucedía? No estábamos hablando de un objeto, menos de un animal, estábamos hablado de Rojo.

La respiración comenzó a costarme, estaba alterada, sin armas para amenazarle porque aunque le dijera que no disparara, solo ver esa mirada me hacía saber que no me haría caso. Y si yo me apartaba un poco de Rojo, él lo aprovecharía para disparar.

Experimento Rojo peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora