Prólogo

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A veces el destino puede ser muy cruel.

Hay quienes nacen con riqueza, algunos con pobreza. Algunos nacen para ser poderosos, mientras que otros tienen que sudar y sangrar para vencer y tener un futuro mejor. Cada persona viene a este mundo con su destino ya escrito, para tener algo que cumplir, algún mensaje para entregar p para completar algo no terminado. Uno no está aquí por accidente, siempre hay un motivo oculto detrás

¿Uno puede forjar su futuro? si, con voluntad, esfuerzo y con la visión de que no importa cuantas veces uno se vuelve a levantar para seguir sus sueños. Por desgracia, hay algunas cosas que no se puede cambiar.

Mis padres y mis ancestros me legaron un conocimiento ancestral: la comprensión de la vida, la inevitabilidad de la muerte y la delicada tela del destino que guía a cada individuo hacia su destino final. Durante mucho tiempo, he maldecido, odiado y rechazado este concepto.

Mi familia está maldita. Siempre lo pensé y lo seguiré pensando hasta mi último aliento. Un destino cruel entrelazado con nuestra sangre, un destino incluso peor que la muerte, un destino con un camino lleno de espinas y pruebas peligrosas que puede llevar a la locura hasta a la persona más cuerda. Unos parientes y yo huimos creyendo en vano que de una manera u otra podíamos escapar de la maldición.

Qué ingenuos fuimos.

Por un tiempo, vivimos en la oscuridad y el desconocimiento, intentando mezclarnos con la gente común para evitar la atención no deseada. Durante ese período, quedé embarazada. Decidí que mis hijos y futuras generaciones no deberían cargar con el peso de nuestra maldición familiar, por lo que me propuse romper con esa tradición. Sin embargo, cuando creímos haber escapado del destino y alcanzar una vida tranquila, la muerte se abatió sobre mi familia en forma de una terrible enfermedad, dejándome sola con mi esposo, mi hijo y mi cuñada. Tratamos de enseñarles las tradiciones familiares de manera más benigna, ocultando los oscuros secretos que las acompañaban.

Una vez más el destino explotó en mi cara cuando tuve mi nieto, de nuevo fui testigo del cruel destino que busca el modo de mostrar el inevitable camino que uno debe tomar. Aquella noche cuando nació mi segunda nieta lloré sin parar hasta que amaneció. Esta vez los dioses se burlan de mi por querer vencer el destino maldecido de los Haruno.

Me resigné al futuro. Aunque estoy segura de que nuestra familia se encuentra el la delgada línea de entre florecer con grandeza y la destrucción.

La vida es cruel tanto uno deja que así sea.

No, no me iba a rendir.

De repente, una revelación me golpeó: había estado abordando todo de manera equivocada, ignorando la realidad que me rodeaba. Al sostener a mi nieta en brazos, una criatura tan vulnerable y preciosa, comprendí que, aunque estuviera marcada por la misma maldición que los demás Haruno, tenía el poder de cambiar nuestro destino. Descubrí que el destino no está tallado en piedra; puede ser moldeado por nuestras acciones y elecciones. Aún hay esperanza.

Lo que nunca esperé y nadie más lo hizo fue el ataque de Kurama.

La jornada había comenzado de manera auspiciosa; mi hijo y su esposa decidieron salir, así que les pedí que me dejaran cuidar a mi nieta. Con apenas siete meses de edad, la pequeña exploraba la casa gateando con energía, siempre bajo mi atenta mirada y con la ayuda de los espíritus que me acompañan. Me sorprendía y preocupaba la afinidad de Sakura para percibir a los espíritus; mientras jugaba, estaba acompañada por Suerte y Madre Naturaleza. Cuando el sol empezaba a ocultarse, decidí entrar a la casa para preparar la cena.

Fue solo un instante, un fugaz descuido. Al regresar, el silencio reinaba y Suerte y Naturaleza ya no estaban. El temor se apoderó de mí, corrí hacia Sakura y la encontré tendida en el patio, con una oscura y ondulante sombra acechándola. Sin vacilar, ahuyenté a la criatura.

Ellos la encontraron.

Una espiral de chakra negro comenzó a emanar de su pecho, señal inequívoca de que algo terrible estaba ocurriendo. No podía permitir que lo inevitable sucediera en ese momento. La tomé en brazos justo cuando Kurama, el demonio zorro de nueve colas, se liberó de su sello. ¿Un mal presagio o una oportunidad? Decidí que era una salida.

Mientras Konoha ardía en llamas y el caos reinaba en las calles, nos movíamos en dirección contraria a los refugios, desapercibidos entre la multitud aterrorizada. Corrimos hacia las afueras de la aldea, pero el rugido de Kurama resonaba como un eco inquietante a nuestras espaldas. Desde el corazón de Konoha, el feroz zorro se alzaba con furia, agitando sus colas como lenguas de fuego. Esperaba que alguien interviniera para detenerlo, mientras yo luchaba por contener a mi nieta. El chakra emanado por Sakura se volvía cada vez más denso, quemando mis brazos al contacto.

Debía apresurarme; de lo contrario, no serían las garras de Kurama las que nos arrebatarían la vida, sino las manos de Sakura.

Una vez dentro del bosque llegué a un pequeño claro donde podía maniobrar de manera segura y sellar el poder de Sakura por varios años. Mordí mi dedo e invoqué la convocatoria ancestral de la familia: dragones. Debajo de la bomba de humo apareció un pequeño dragón rojo con ojos amarillos llamado Ryuu.

 Debajo de la bomba de humo apareció un pequeño dragón rojo con ojos amarillos llamado Ryuu

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— Cuídala bien, Ryu —dije y el dragón asintió exhalando humo por la nariz.

Con mi sangre, tracé un sello en el césped. En su centro yacía Sakura, aún inconsciente. Luego, ejecuté una serie de sellos con las manos, y una estela de luz envolvió el sello y a Sakura por completo. De repente, sombras oscuras surgieron del césped como balas, lanzándose hacia mí en un intento desesperado por detenerme y romper el sello en el pecho de Sakura. Ryu intervino, lanzando bolas de fuego para repelerlas.

El ritual estaba llegando a su fin cuando una sombra, con un movimiento desesperado, se precipitó hacia Sakura. Al verlo, me interpuse, recibiendo el golpe en el estómago. En ese instante, el chakra negro desapareció y quedó sellado en su corazón, y con ello, las sombras se disiparon.

Tumbada en el suelo, suspiré aliviada, sin fuerzas y al borde de la muerte, pero no pude evitar sonreír con fuerza al ver a mi pequeña mota de cabello rosado dormir plácidamente, como si el mundo no fuera más que una brisa de aire fresco. Ella estaba viva y a salvo. Reuniendo las últimas fuerzas que me quedaban, me arrastré dejando un rastro de sangre detrás de mí hasta llegar donde se encontraba mi querida nieta.

El destino es cruel, pero nuestras elecciones determinan nuestro destino, y la mía en esta vida fue darle a Sakura tiempo para decidir su propio futuro.

—Protege a Sakura—, volví a decir a la convocatoria del clan, antes de toser sangre. Estaba muriendo.

Quizás no debería haber ocultado el pasado y el significado de ser un Haruno. Si no hubiera sido tan cobarde, las cosas podrían haber sido diferentes para Sakura y para el clan. Tal vez podría haberla guiado por el buen camino en lugar de llevarla a la perdición. Mi ausencia en su vida es mi mayor arrepentimiento.

Ahora, todo depende de ti.

—Se fuerte, Sakura— murmuré al contemplar su rostro tranquilo antes de dirigir mi mirada al cielo, teñido de rojo por el fuego.

Publicado inicialmente  26/02/2013

.Reeditado 10/02/2019

Re-reeditado 31/03/2024

Sakura, el inicio de una kunoichiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora