15.- Naruto Uzumaki y Sasuke Uchiha

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<<Es difícil aceptar que el futuro es incierto. Una prueba, un trabajo. un examen, una muerte, es difícil y da miedo. Es peor cuando hay un abismo de casi seis años sin pasado, y el futuro de vuelve el doble de aterrador>>

Mebuki Haruno se levantó muy temprano por la mañana como usualmente hacía para preparar el desayuno. A diferencia de aquellas veces que lo hacía tarareando una melodía mientras pensaba qué hacer para alegrar el día para su querido esposo y su adorable hija, esta vez bajó de mala gana pisando con fuerza cada uno de los escalones. Con el seño fruncido fue hasta el cuarto de escobas.

¡Paf, paf, paf!

Sakura brincó de su improvisada cama golpeándose de paso con la cubeta y la escoba que cayó en su cabeza. su corazón casi se sale de su pecho ante tal estridente golpe, muy parecido cuando alguno de Akatsuki entraba a su celda para molestar muy temprano por la mañana.

—Arriba, levántate —dio otro golpe a la puerta antes de volver a hablar con voz dura y llena de acero—, ¡ahora!

Un poco desorientada tuvo que parpadear varias veces antes de darse cuenta que esta no era su fría y húmeda celda. El lugar era mucho más pequeño que el otro lugar donde vivió por muchos años, quizá casi tan frío como la celda, aunque definitivamente no había escobas cubetas y unos pequeños espíritus de colores lanzando chillidos por ser despertados de manera descuidada tan temprano.

—¡No me hagas repetirlo de nuevo, Sakura! —gritó Mebuki.

Cuando escuchó por segunda vez la voz de su mamá recordó entonces dónde es que estaba. En el cuarto de escobas de su antigua casa. Hizo una mueca al pensar que de todos los ninjas que pudieron haberla encontrado, ¡tenían que ser de Konoha! ¿por qué no la aldea del trueno o la arena, por ejemplo?

En la oscuridad palpó el piso hasta encontrar una pequeña canasta donde decidió juntar su rostro. Después de unos cuantos golpes en los codos y cabeza pudo terminar de alistarse con la ropa que le había regalado Inoichi, un vestido rojo chino que muy amablemente le puso el símbolo del clan Haruno, el aro blanco, en cada extremo de la manga corta y una licra negra estandar.

Temiendo que le regañen o en todo caso castiguen por no salir rápido, sale a rastras del cuarto de escobas antes de salir corriendo con prisa y emoción, no porque quiera ver a su madre, no, sino porque quería salir pronto de la casa para ir a la academia.

Al entrar a la cocina se encontró a Mebuki esperando de brazos cruzados con un cucharón en mano.

—Llegas tarde —le golpeó en la cabeza con el cucharón—, vas a cocinar de ahora en adelante así que ni se te ocurra cometer algún error. Vas a hacer un desayuno continental mientras que prepararás una sopa de miso para Sakuna porque quiere mantener la silueta.

¡Pff!

Se tuvo que tapar la boca cuando la risa estuvo a punto de escaparse al pensar que su hermana a esta edad pensaba hacer dieta, ¡aun son niñas! Por desgracia su madre la escuchó y entornó los ojos. Como castigo le dio un fuerte pellizco que le dejó rojo el brazo.

—No lo vayas a arruinar —dijo Mebuki antes de irse.

El dolor en su brazo quedó palpitando, pero al menos agradeció que se quedara sola en la cocina, al menos así no tendría la presión de estar haciendo algo más y tener más posibilidades de ser regañada, golpeada o castigada.

Hizo el desayuno continental que consistía en huevos estrellados, salchicha dorada y unas rebanadas de pan tostado con mantequilla, además de eso, preparó jugo verde porque así lo exigió su madre y finalmente, mientras lavaba todo lo que usó para preparar todo, dejó que la sopa de miso echara hervor. El olor a comida estaba haciendo que tuviese ganas de sentarse y comer sin esperar a nadie, aunque creía que quizá eso sería lo mejor.

Sakura, el inicio de una kunoichiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora