33.- Secretos

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Los cambios son como un regalo sorpresa: nunca sabes lo que te espera dentro, si será algo bueno o malo. El problema surge cuando alguien del equipo cambia. Toda esa enseñanza de Kakashi sobre trabajar en equipo se fortalece o se desvanece por un simple cambio. Los cambios pueden ser una verdadera mierda.

Sakura estaba sumida en un estado de letargo hasta que sus sentidos se activaron de golpe al notar un objeto lanzado hacia ella. Instintivamente, se hizo a un lado, y al cobrar conciencia, se dio cuenta de que lo que habían lanzado era un ratón muerto.

—Al menos tus reflejos siguen tan agudos como siempre. No es tan divertido; prefiero cuando gritabas de asco cuando te los lanzábamos —dijo Mai con una genuina tristeza, ya que uno de sus placeres era ver sufrir a Sakura.

El tiempo que Sakura había pasado con los marginados le había enseñado muchas cosas: desde practicar parkour hasta, en situaciones menos agradables, aprender a comer bichos, ratones y otras cosas cuyo nombre prefería no conocer para no vomitar su propia comida.

—Algún día me las vas a pagar —dijo Sakura, con un tono entre broma y amenaza, recordando todas las travesuras, las miradas feas y los silencios que le dedicaron las primeras veces que los visitó.

—Ni en tus sueños, privilegiada —se burló Mai, pero luego reflejó una ligera preocupación en su rostro—. Pero, ya en serio, has estado muy distraída. Durante nuestras rondas te has caído y tropezado varias veces.

En ese momento, Sakura se tensó ligeramente antes de esbozar una pequeña sonrisa nerviosa.

—No es nada. Es solo que las cosas en casa han estado un poco complicadas.

Era una verdad a medias. Desde que había regresado de la misión en el País de las Olas, su familia se había vuelto muy demandante. Estaban sobre ella todo el tiempo, intentando evitar que saliera de casa a tiempo para su entrenamiento.

Mai no le creyó ni un poco. Si algo caracterizaba a Sakura era que era una pésima mentirosa.

—Si no quieres decir la verdad, no es mi problema —dijo, tomando la mano de Sakura para guiarla y evitar que terminara golpeándose contra un muro—. Vamos, hoy podremos comer bien, han llegado los del templo.

Dejándose guiar, Sakura empezó a reflexionar sobre su vida en esos momentos. Es cierto que tenía problemas con su familia, aunque eso no afectaba tanto su entrenamiento. Lo que realmente la atormentaba era haberse enterado de la masacre Uchiha y no haber considerado los sentimientos de Naruto por ser huérfano. Desde que dijo que no quería a su familia, se había sentido culpable. Incluso el hiperactivo Naruto, cuando ella se acercaba, mostraba una mirada que dejaba claro que recordaba lo que había dicho. Él era huérfano, pero no por elección. Había sido una tonta e insensible.

Desde aquel día, Sakura ha participado solo en lo mínimo indispensable durante el entrenamiento en equipo. Después, se recuesta contra un tronco a la sombra y se pone a leer. Eso sí, nunca falta una hoja pegada a su cuello, oculta en la nuca, donde nadie la puede ver. Esperaba que algún día, incluso pudiera tenerla pegada al cuerpo mientras dormía. Solo en las ocasionales intervenciones de Kakashi, que finalmente captaron la atención de su maestro, a veces la ponía a crear trampas y luego analizar sus fallas.

En casa, sus padres habían adoptado una actitud obsesiva, sugiriendo las ideas más ridículas para mantener a Sakura ocupada en casa: limpiar las ventanas hasta que parecieran inexistentes o fregar el ya limpio refrigerador porque, según ellos, tenía un olor molesto que nadie más percibía. Por suerte, su hermana, desde aquel día que Sakura regresó, solo la miraba con resentimiento a la distancia y se encerraba en su cuarto o decidía salir de la casa, como si incluso respirar el mismo aire que ella le molestara.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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Sakura, el inicio de una kunoichiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora