Capítulo 11.

1.3K 69 0
                                    

Narra Mireya:

Abro los ojos y me veo rodeada de la melena de la leona, la tengo dormida en mi pecho y no puedo evitar sonreír, me encanta verla tan relajada, ajena a todo.
Me encantaría despertarme así todos los días.
Me levanto intentando no despertarla, ella gruñe y me abraza.

-Miriam, tengo que levantarme -digo suavemente tocando su brazo
-No te vayas -me dice levantando su cabeza para mirarme a los ojos
-Yo...

Empieza a sonar el móvil de Miriam, era Pablo.
Miriam se levanta rápidamente.

-Joder, joder, que me habia olvidado que tenía que ir al aeropuerto a por él

Me limito a levantarme e ir al baño, mientras me maquillo escucho un portazo, Miriam se habia ido y ni se habia despedido.
Termino de recoger todas mis cosas y meterlas en la maleta, reviso que no me dejo nada y bajo a desayunar, así aprovecho para despedirme de todos.

Cuando termino de desayunar pido un taxi para ir a la estación. Estaba a punto de subir cuando alcé la mirada y la vi, estaba preciosa, no paraba de reír y abrazar a Pablo.
Lo que tienen es mágico, y yo me habia metido por medio, como un simple capricho.
Esta claro que a mi nunca me mirará como lo mira a él.
Me limpio una lágrima con el dorso de la mano y echo una última mirada, esta vez Miriam me ve y se apaga un poco su sonrisa.
Me subo al taxi cuando termina de meter mi maleta, no vuelvo a mirar atrás.

Narra Miriam:

Veo a Pablo desde lejos bajar del taxi y no puedo evitar correr hacia él y abrazarlo, como le echaba de menos.
Le pido perdón mil veces por no ir a recogerlo al aeropuerto mientras nos abrazamos, besa mi cabeza y respiro profundamente.
Pablo me hace sentir en casa, me hace sentir calma.
Levanto la cabeza y me besa, y yo le devuelvo el beso a la par que me viene a la cabeza todo lo que ha pasado, joder, Pablo no se merece esto.

Vamos al hotel abrazados mientras él me cuenta cosas que han pasado estos días, no puedo dejar de abrazarle y reír, que Pablo parecerá muy tímido pero es super gracioso cuando cuenta algo.

Vi a Mireya a punto de coger un taxi a unos metros de nosotros, estaba llorando, se subió al taxi y ni siquiera se giró.
Se me quedó una sensación rara en el cuerpo, una parte de mi quería correr tras ella, pero por otra parte estaba Pablo.
Pablo me sacó del trance cogiendome de la cintura, puse una mueca de dolor.

-¿Otra vez la cadera?
-Se me volvió a pinzar el músculo -dije a modo de excusa, no me había mirado la espalda pero juraría que Mireya anoche casi me arranca la piel a tiras.

Pablo me miraba con pena, él sabe mejor que nadie lo mal que lo paso con la cadera, me sabe fatal mentirle, debería contárselo.

-Bueno, ¿y tú estos días que tal?

Imprevisible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora