Capítulo 18.

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-¿Sabes ya lo qué siento o te lo tengo que decir? -dijo Mireya susurrando

Narra Mireya:

Miriam volvió a besarme con delicadeza a la vez que apoyaba sus manos en mi cintura para acercarme más a su cuerpo.
Dios, cómo la echaba de menos.
Pasé mis manos por su cuello para acabar acariciando sus mejillas, dejé de besarla para mirarle a los ojos.

-Entonces, ¿me perdonas? -dije bajito buscando su mirada
-¿Me perdonas tú? -dijo con algo de miedo

Asentí. ¿Cómo no la iba a perdonar?
La volví a besar y después escondí mi cara en su cuello mientras la abrazaba.
Ella comenzó a acariciarme la cabeza.
En aquel momento respiraba paz, tranquilidad, aquella que hacía mucho que no sentía.
La tranquilidad se vio interrumpida por un rugido.

-Te ha rugido la tripita -dije riendo
-Vale, puede que tenga algo de hambre -dijo rascándose la cabeza algo avergonzada
-Normal, si después anoche...-dije, pero Miriam me cortó
-No me recuerdes lo de anoche, por favor -dijo negando con la cabeza- bastante tengo con la resaca
-¿Pedimos sushi? -dije cambiando de tema, ella asintió

Realmente me sentía mal por ser, en parte, culpable de esa resaca.
Pedimos a domicilio y mientras llegaba, Miriam aprovechó para ir a la ducha.
Me senté en el sofá mientras esperaba y reflexioné sobre lo que acababa de pasar.
Me sentía como si estuviera frente a un huracán, por mucho que intentara echar el freno de mano, me iba a devorar.
Corrijo, me devoró, solté el freno de mano y me dejé arrastrar antes de salir herida.
Eso es lo que había pasado, durante un tiempo observé el huracán desde lejos, fascinada.
Poco a poco me fui acercando y ya no podía salir, ya no servía el freno de mano, estaba volando.
Vi como Miriam salía del baño con una camiseta ancha y el pelo mojado secándolo con la toalla, cruzaba el pasillo mirándome con una sonrisa.
Ella era el huracán y me había atrapado.
Me había enamorado.

Narra Miriam:

La ducha me hizo bien y la pastilla que me había tomado empezaba a hacer efecto, ya solo tenía un leve mareo y no era tanto el dolor de cabeza.
Salí de la ducha y fui al salón mientras me secaba el pelo.
Una parte de mi no asimilaba aún lo que acababa de pasar en esta última hora, me lo llegan a decir anoche y me habría descojonado en su cara.
Me acerqué a Mireya con una sonrisa mientras me secaba el pelo con la toalla, justo al sentarme en el sofá sonó el timbre.

-¡Comida! -dijo Mireya levantándose como si tuviera un resorte
-Amiga, me da a mi que no soy la única muerta de hambre -dije riendo

Mireya ignoró mi comentario, fue a por la comida y volvió al salón con todo.

-Buah, que hambre -dije abriendo los paquetes
-Dios, que buena pinta -dijo Mireya sentándose a mi lado

Comimos entre risas y fotos, Mireya siguió con sus bromas sobre si al final iba a dejar la música para dedicarme a la fotografía gastronómica, muy original ella.
Tras la comida nos acomodamos en el sofá, realmente Ana y Mimi habían tenido muy buen gusto para escogerlo. Entre la comodidad del sofá y el calor que desprendia el brasero el sueño nos fue ganando y así, sin más, nos quedamos dormidas en el sofá.

Narra Mimi:

-Ninguna me contesta al móvil, amor -dijo Ana
-Hay dos opciones, o se han matado o estan follando -dije mientras conducía
-Espero que sea lo que sea, limpien ellas -dijo Ana entre risas

Llegamos a un semáforo y quité un momento la mirada de la carretera.
Bendita mi suerte de tener a semejante diosa en mi vida. Ana estaba ajena a mis pensamientos mientras cantaba, era preciosa. El ruido de los claxon de los coches que tenía detrás me sacó de mi ensoñación.

-Esta en verde, amor -dijo Ana dejando de cantar
-¡Que ya voy, pesados! -grité por la ventanilla

Tardamos poco en llegar a la cochera, aparqué y subimos en el ascensor.
Abrimos la puerta con algo de miedo por lo que podíamos encontrarnos.
Ana pasó primera y al llegar al salón se giró con cuidado y me hizo un gesto para que me acercara sin hacer ruido.
Ambas estaban abrazadas en el sofá y dormidas, una leve sonrisa adornaba sus caras.

-¿Que hacemos?¿Las despertamos ya? -dije susurrando mientras sacaba el móvil para mirar la hora
-Vamos a hacer café y ahora las despertamos, mira, si Mireya hasta se ha quitado los tacones- dijo Ana girandose para mirarme - Mimi, ¿qué haces?
-Esto queda para el recuerdo -dije haciéndoles una foto con una sonrisa traviesa

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