Capítulo 6

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Ver a la diosa esa tarde no pareció al final la mejor idea del mundo. La ausencia de la deidad en el lago se hizo notoria tras las frecuentes visitas de Karamatsu para no encontrar nada en la zona. Ichimatsu tampoco parecía estar muy bien desde el incidente, pues ahora sus pesadillas se hicieron más vívidas y atormentadoras. En más de una ocasión Todomatsu había ido al cuarto del chico, alarmado por la forma en que se despertaba gritando y llorando.

—Y si la diosa vio algo tan terrible cuando vio su alma, ¿por qué no te has deshecho de él? —Osomatsu preguntó, flotando de forma despreocupada, sin que el clérigo se diera cuenta que veía a los alrededores para asegurarse que en serio estuvieran solos.
—Porque me intriga qué es lo que sucedió. ¿Cuál es el pasado de mi protegido? No creas que no me pregunto por qué la diosa no ha aparecido desde esa vez. Pero, lo que sea que pasara anteriormente, Ichimatsu tampoco lo puede recordar —Karamatsu se encontraba sentado al pie de un árbol, viendo a Osomatsu desde el rabillo de su ojo, distraído con la intriga causada.
—De seguro vio algo malo. ¿Y si tu protegido fue quien mató a aquel hombre en el pueblo vecino? Encajaría la manera en la que lo encontraste.
—Existe esa posibilidad, claro que existe. Pero no es una verdad absoluta. Pudo ser una simple coincidencia que llegara a tocar a la puerta de la iglesia justo esa noche. El asesino bien pudo ir al lado contrario, a otro pueblo, o simplemente huir a donde nadie lo encontrara.
—Tu chico tiene cuerpo de prostituto —Osomatsu había nacido para fastidiar, la aparición de ese comentario tan idiota no era de sorpresa.
—Nadie te incitó a verlo.
—Él fue quien me dejó verlo.
—Porque tú ibas a abusar de él.
— ¡Eso es mentira! —Osomatsu protestó con repentina rabia, a lo que Karamatsu empezó a reírse.
—Si quieres en serio convertirte en un humano, tienes que aprender a controlar esos impulsos. Ira, lujuria... todo eso, tienes que aprender a contenerlo y controlarlo —se levantó de su lugar, terminando por dar la vuelta—. Nos veremos otro día, Osomatsu. Espero que la diosa nos acompañe en la siguiente sesión.

Se alejó de la zona del lago, ante la mirada intranquila de Osomatsu. El demonio nunca se había preocupado tanto. Tenía dos cosas en la mente. Que no lo vieran con Karamatsu, y que se alejara lo más pronto posible de Ichimatsu. La supuesta monja ahora le infundía menos confianza que antes.

Llegó Karamatsu a la iglesia. Totty estaba atendiendo los jardines, pero de Ichi no había rastro alguno. Le pareció esto muy extraño, pues él no era alguien de salir —por obvias razones—. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de preocuparse en él, al escuchar de repente la puerta del confesionario cerrarse. Suspiró, yendo a la casilla correspondiente del mismo. Sin embargo, cuando entró, la voz que le saludó le llamó mucho la atención.

—Bendígame, Padre, porque he pecado.
— ¿Ichimatsu?
—Se supone que usted diga "El Señor esté contigo para que puedas arrepentirte".
—Ya sé lo que tengo que decir... ¿Qué haces ahí?
—Confesarme, ahora, ¿va a escucharme sí o no? —Ichimatsu empezaba a perder la poca paciencia que se había esforzado por reunir.

Karamatsu suspiró. Asintió y le pidió empezar a contar su confesión. Así pues, Ichimatsu empezó a narrar.

—El día en que la diosa vio mi alma... yo también vi cosas. Pero, no sabría explicarlas bien. En ese momento, sólo podía ver que fui alguien muy malo. Hice sufrir a una persona que no reconocí en ese instante sin razón alguna. Le golpeé, le dije que le quería ver muerto, pero esa persona nunca me hizo daño.
—Bueno, esas acciones son muy graves. Sabes que la ira es como un demonio, y no debemos permitir que nos posea.
—Pues, yo me dejé en algún momento poseer por la ira. Ira que realmente no lo era, es como si tuviera miedo de querer a esa persona. Y no me explico el por qué hice tantas cosas horribles. Y luego, en las noches estoy teniendo pesadillas horribles. Veo demonios, demonios con rostros aterradores, con formas de animales horribles. Me repiten una y otra vez que mi alma les pertenece, que se la he vendido a ellos, y que ellos harán que yo sufra.

Ichimatsu no era bueno manejando la presión, ya se sabía eso. Por lo mismo empezó a llorar en silencio, sorbiendo por la nariz para intentar que las lágrimas siguieran fluyendo, y aclarando su garganta para sonar normal.

—Tengo mucho miedo. ¿Es que acaso hice algo horrible para haberle vendido mi alma a esos demonios? ¿Qué clase de pecados cometí? Desde que llegué aquí he creído que soy un asesino, y ¿ahora resulta que puedo ser algo peor?
—Por favor, mantén la calma —Karamatsu le pidió, extendiendo un pañuelo al chico—. Entonces, ¿eso es lo que viste gracias a la diosa?
—Sí. Escuché de usted que ella no ha vuelto a aparecer en el lago. ¿Y si lo que vio ella es incluso peor? Tengo miedo ahora, mucho miedo. Hice sufrir a una persona sin una razón válida, y no puedo perdonarme de hacer algo así. No después de toda las consideraciones y enseñanzas que me ha dado usted. No puedo evitar sentirme un monstruo.
—Ichimatsu, tú no eres un monstruo. Eres la persona más bella y buena que he conocido en toda una vida de instruir y guiar. Eres la persona más atenta, humilde, benévola, que he tenido el placer de conocer y de decir que soy su amigo. ¿Qué importa la clase de persona que fuiste en tu pasado? Estás arrepentido de haberlo sido, y supongo que desde el día que supiste lo ocurrido, ruegas por piedad todos los días. ¿Acaso Dios no ha aceptado a los arrepentidos? ¿No le dijo Jesús a un ladrón arrepentido que se sentaría a su diestra en el cielo?

Ichimatsu no paraba de llorar, pero escuchaba cada palabra del Padre, conmoviéndose terriblemente por su bondad. Bondad de la cual no se sentía merecedor.

—Es que, ¿no lo ve? Ni dios aceptaría a una basura como yo. Cuando yo muera arderé en el infierno. No me sorprendería que mis manos estuvieran en algún momento manchadas de sangre.
—Pero tus manos se pueden limpiar. Puedes ser purificado. Por favor, Ichimatsu, debes creer que has cambiado, y que eres una persona de bien ahora. Por favor, hazlo por mí, aunque sea.

Volteó a verlo entonces, con las lágrimas aun corriendo en sus ojos. Pudo notar la expresión suplicante del clérigo entonces. ¿Tanto creía en él que le rogaba que aceptara que era bueno? ¿En serio tanta fe le tenía a un ex prostituto y abusador?

—De acuerdo... por usted. Haría lo que fuera por usted.

[Iromatsu] VocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora