A medida que los días se transformaban en el primer par de meses desde la llegada de la monja, Ichi ya había hecho una buena vida en el lugar. Su proximidad con el Padre también avanzaba, aunque había que admitir algo. La vida en un convento era muy aburrida. Cómoda, pero aburrida. La rutina era algo con lo cual había que lidiar a diario, y no estaba bien. Levantarse temprano, preparar la misa, desayunar, diez Rosarios y diez Padre Nuestro, limpiar, comer, y luego la misa de la tarde. Arreglar los jardines, misa de la noche, cenar y a la cama. Qué fastidio.
El único que tenía diversión, por así decirlo, era el Padre. No sólo se trataba de sus salidas matutinas para "disciplinar" a Osomatsu, y ver a la Diosa, sino que además tenía la misión de escuchar los pecados de otras personas. Dios, debía ser divertido enterarse de tantas cosas. ¿Qué clase de pecados cometía la gente para confesarse? ¿Qué podía darles tanto cargo de conciencia que tenían que recurrir a un tercero, quien, sabían ellos, no diría nada?
Se recostó en la ventana, mientras la toca le empezaba a meter calor en la frente. El clima empezaba a ponerse insoportable. ¿Cómo es que las monjas de verdad no se acaloran? Siempre vestidas de negro, tapadas de pies a cabeza.
Se alejó de la ventana, dejándola abierta para ventilar el cuarto, y se quitó la toca de la cabeza. Su cabello había crecido un poco, como unos dos o tres centímetros. Debía ser debido a que estaba comiendo muy bien ahí. Dicen que una buena alimentación nutre el cabello, y lo hace crecer más rápido. Sacudió su cabello para ventilar la piel de su cabeza, cuando el Padre tocó la puerta, y pasó después que Ichimatsu le diera el permiso.
—Viene de con la Diosa, ¿no es así?
—Así es, my dear Ichimatsu —Karamatsu se sentó en la cama, al lado del joven—. Parece que cada vez te aprendes más el ritmo de vida de este lugar.
—No es como si tuviera opción. La rutina empieza a cansarme —era inevitable quejarse. Ichi se puso a pensar si siempre habría sido así, si era una persona de por sí quejumbrosa.
—Podríamos hacer algo para cambiarla, si es el problema. ¿Qué tal si los tres salimos de día de campo? Sería algo agradable. Oh, ¡podrías venir y conocer a la Diosa!
Ver lo entusiasmado que se puso de repente se le hizo tierno. Era sin duda alguien demasiado puro, demasiado lindo... Sacudió la cabeza. ¿En qué pensaba? ¿Lindo?
—Suena a una gran idea. Podríamos ir el sábado, que sólo hay la misa de la mañana. Tendríamos el resto del día libre —Ichimatsu agachó la cabeza, un poco avergonzado y sorprendido de sus propios pensamientos.
—El sábado es un día espléndido. Entonces, iré a avisar a Todomatsu, para que no haga planes aparte ese día —dijo esto, revolvió el cabello de Ichimatsu, y salió del cuarto.
De cierto modo, esperaba otra cosa. Esperaba que notara que le había crecido el cabello, aun estando ahogado bajo la toca. Era extraño, no debería estar decepcionado de que no notara un detalle tan banal como ese. Ciertamente hasta él se daba cuenta de lo raro que estaba comportándose en esos momentos, por lo cual se apresuró en darse un baño con agua fría.
El agua fría tiene un interesante efecto en el cuerpo. La sensación paralizante del frío simula una parálisis repentina, lo cual hace que tu cuerpo, con tal de generar calor, bombee la sangre con velocidad. A su vez, como tu cerebro se confunde y cree que te encuentras en peligro de un paro cardiaco, se agiliza y te hace pensar más rápido. Y era lo que necesitaba. Aclarar su mente, pensar rápido para no terminar con ideas erróneas en su mente.
Vamos. El Padre Karamatsu es un clérigo. Es esa clase de hombres que tienen prohibido incluso ponerse creativos con el crucifijo entre sus piernas. Entonces, ¿por qué seguía pensando en él de una forma tan romántica? ¿Tan soñadora?
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[Iromatsu] Vocación
FanfictionIchimatsu se ha dedicado a la prostitución gran parte de su vida, o al menos, eso es lo que le han dicho. Sin ningún recuerdo más que su propio nombre, se topa una noche con una iglesia, donde el sacerdote del lugar le da asilo. Ocultándose del mund...