Capítulo 12

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Estuvieron esperando desde la mañana hasta el atardecer. Era extraño que el Padre no volviera todavía. ¿A dónde había ido? No era muy propio de él desaparecerse de esa manera, mucho menos cuando ya el sol empezaba a meterse.

— ¿Le habrá pasado algo? —Totty preguntó con preocupación.

—Esperemos que no. Será mejor salir a buscarlo de una vez, estoy cansado de esperar —Ichimatsu apagó su cigarro. Que la Virgen lo perdonara por faltar al respeto a su casa con su vicio. Todomatsu estaba de acuerdo con la idea, así que tras abrigarse bien, debido a la brisa helada del anochecer que estaba llegando, y un quinqué con una vela aun apagada, salieron en busca del otro.

—Finalmente, ¿qué edad tiene el Padre? Se ve bastante joven —mientras buscaba, Ichimatsu quería romper el silencio.

—Treinta y dos —respondió el monaguillo—. ¿Qué edad tiene Ichimatsu?

—Eso no se le pregunta a una mujer —bromeó el cuestionado, a lo cual Todomatsu echó una carcajada ahogada—. He de tener como veinticuatro. Aunque, vamos, al resto del mundo le diré que diecisiete.

—Las ventajas de la amnesia.

—Es lo único bonito. Desde las visiones que me provocó la Diosa, no me he sentido bien, mucho menos desde que le dije todo eso al Padre.

—Calma, Ichimatsu. Es que seguramente el Padre se sintió un poco aturdido, y teme lastimarte. Es un poco despistado y de seguro no se ha dado cuenta que te daña con esa manera de evitarte.

—Indiferencia le llamaría yo.

El ambiente era un poco tenso al hablar sobre ello, peor aun si se dedicaban a buscar al padre en ese preciso momento. En el pueblo no lo habían visto, por lo que decidieron buscar cerca del lago de la Diosa, cuando se encontraron con una pequeña multitud, con un hombre en el centro hablando apresurado, turbado de hecho. Se acercaron entonces a escuchar, cuando apenas lograron oír lo que pasaba, se exaltaron.

— ¡No estoy inventando lo que les digo! ¡El Padre Karamatsu estaba teniendo sexo con un demonio! Cerca del lago que está en el fondo del bosque.

Ese era justamente el lago de la Diosa, ese que los aldeanos pensaban que no era más que un sitio cualquiera. Ichimatsu sintió cómo su corazón de golpe se detenía, como si se cayera al fondo de su estómago, y su piel se tornaba blanca debido a la sorpresa y el susto de todo lo que pasaba. Se sostuvo de Todomatsu, pues sentía que se podría desmayar en cualquier momento, y acto seguido, fue corriendo hacia el bosque. Tenía ahora muchas cuentas qué arreglar con ese maldito demonio.

Por otro lado, más al fondo del bosque, en una arboleda espesa, se encontraban los dos buscados. El Padre estaba encogido y sentado en el tronco de un árbol mientras lloraba. Y Osomatsu estaba de pie, a un lado de él.

—Perdóname en serio —el demonio le pidió una vez más de tantas, pero era ignorado nuevamente—. Eh, no actúes de esa manera, sólo me haces sentir más culpable... Deja de llorar, ambos decidimos hacer esto. Y si a eso vamos, fuiste tú quien empezó.

Desde el momento que lo tomó de los hombros y le exigió decirle a quién era que amaba, Karamatsu le quedó viendo un par de segundos antes de lanzarse encima suyo para besarlo.

—Es a ti, demonio idiota. No tengo ni la menor idea de cómo o cuándo empezó... pero me he enamorado de ti. Por eso no pude corresponder a Ichimatsu, porque él se merece alguien puro y limpio, y no un pecador como yo.

—Karamatsu, ¿por qué tienes que ser tan inocente, tan lindo? Eres sinceramente un ángel. Desde el momento en que te vi en esta Tierra quedé prendado a ti. Y es por ti por quien quiero convertirme en humano. Por eso le pedí ayuda a la Diosa, y a ti, porque me rehúso a pasar una eternidad sin ti en cuanto mueras.

[Iromatsu] VocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora