12.- Epílogo: La muerte del genio

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Dión de Nápoles, el mítico y desconocido escritor que había revolucionado no solo la propia Nápoles, sino toda Italia, desapareció de la noche a la mañana. Domenico delle Rosine, el editor de Salerno, dejó de tener noticias suyas y su rastro, como tal, se perdió. Por varios meses se estuvo hablando de él, de las causas de su silencio, de la tristeza al no saber nada más de sus picantes escritos. Ni un solo panfleto más salió editado con su firma. Ni una sola palabra escrita se encontró de él desde entonces.

Muchos dijeron que probablemente habría sufrido algún tipo de accidente; otros, que dejó de escribir porque no ganaba el suficiente argén; los más románticos aseguraron que se habría llevado un desengaño y que su musa había por ello enmudecido. Nunca se supo qué hubo de cierto en tales hablillas.

Pero como todas las cosas que se hablan y no se escriben, la historia de Dión el napolitano se la llevó el viento. Las hablillas se transformaron en baladíes rumores, y los rumores en silencios de olvido.

Gianni Battista della Porta jamás volvió a ver a Allegra la Salvestrina, y ella no pidió volver a encontrarse con él. Gianni jamás consintió en hacerlo, pese a los intentos de Aroldo por conseguirlo. Nunca dio explicaciones a su criado y él, expresamente, tampoco las pidió con demasiada insistencia.

Sencilla y simplemente, había llegado la muerte del genio. 

— FIN — 

© Irene Sanz 2014

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⏰ Última actualización: Jun 17, 2014 ⏰

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