Hubo un tiempo, miceres honorables
y hermosas damas, en que la magia
plagaba el mundo conocido
y cada tierra habitada.
La magia impregnaba los corazones
y las razones trastornaba,
y llegaban las brujas
desde muchos lugares malditos
a las casas de las señoras
para llenarles el espíritu de temores.
Con la venida del anochecer,
las sombras traían consigo
conjuros y brebajes,
ungüentos y maleficios.
Muchos siglos ha, al norte de aquí,
existió una joven hechicera
que por unos era llamada Canidia,
y por otros Gratidia.
Transformada en una corneja,
Canidia observó un día
al apuesto Quintilio Varo,
que tranquilamente charlaba
con su amigo y compañero
Horacio el escritor.
—¡Ah, buen Horacio,
qué mal sentimiento me atenaza,
que no encuentro sosiego
en ningún pasatiempo,
ni consuelo en ningún arte! —
le decía Varo al escritor,
con la voz ahogada por el baticor.
—¿Pues qué te ocurre, amigo,
para venir con tal asfixia
en tu casto corazón?
—El destino ha querido privarme
del mayor de los dones
que los dioses pueden regalarles
a los hombres —explicó Varo
con un hilo de voz—. ¡Amigo,
que no tengo amor!
—¿De modo que no hay mujer
que, en fin, merezca tu pasión?
—Ni una sola, y se consume mi amor.
¡Se consume sin remedio
en el fuego del horror!
Y vio Canidia que Quintilio Varo
era joven, y atractivo, y la tristeza
invadía sus entrañas y el corazón,
hundido en la pena del desamor.
Y pronto una pasión desmedida
hizo presa de ella.
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De Humana Physionomia
Fiction HistoriqueItalia, año 1586 Gianni Battista della Porta es un dramaturgo napolitano que busca la definición de la mujer perfecta. La búsqueda es infausta. Su criado, Aroldo Corsini, está convencido de que, si conociera a su hermana, Gianni daría con su idea de...