10.- La orgía de las tres brujas

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Hubo un tiempo, miceres honorables

y hermosas damas, en que la magia

plagaba el mundo conocido

y cada tierra habitada.

La magia impregnaba los corazones

y las razones trastornaba,

y llegaban las brujas

desde muchos lugares malditos

a las casas de las señoras

para llenarles el espíritu de temores.

Con la venida del anochecer,

las sombras traían consigo

conjuros y brebajes,

ungüentos y maleficios.

Muchos siglos ha, al norte de aquí,

existió una joven hechicera

que por unos era llamada Canidia,

y por otros Gratidia.

Transformada en una corneja,

Canidia observó un día

al apuesto Quintilio Varo,

que tranquilamente charlaba

con su amigo y compañero

Horacio el escritor.

—¡Ah, buen Horacio,

qué mal sentimiento me atenaza,

que no encuentro sosiego

en ningún pasatiempo,

ni consuelo en ningún arte! —

le decía Varo al escritor,

con la voz ahogada por el baticor.

—¿Pues qué te ocurre, amigo,

para venir con tal asfixia

en tu casto corazón?

—El destino ha querido privarme

del mayor de los dones

que los dioses pueden regalarles

a los hombres —explicó Varo

con un hilo de voz—. ¡Amigo,

que no tengo amor!

—¿De modo que no hay mujer

que, en fin, merezca tu pasión?

—Ni una sola, y se consume mi amor.

¡Se consume sin remedio

en el fuego del horror!

Y vio Canidia que Quintilio Varo

era joven, y atractivo, y la tristeza

invadía sus entrañas y el corazón,

hundido en la pena del desamor.

Y pronto una pasión desmedida

hizo presa de ella.

De Humana PhysionomiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora