Toda mala

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Camila caminaba con sus libros bajo su brazo derecho, su camino alguno de sus compañeros de clase, le daban buenos días, otras personas simplemente le daban una mirada tímida y el resto le sonreían tímidamente; no se consideraba la chica más popular de la preparatoria, estaba por debajo de serlo, sin embargo lo que caracterizaba a aquella chica era el hecho de que siempre tenía una sonrisa para todos, siempre unas palabras de aliento para el que las necesitara, siempre tenía algo que darle a los demás y eso la hacía una chica a la que a todo el mundo le agradaba.

A sus casi 18 años de edad y a unos meses de graduarse de la preparatoria, Camila tenía todo lo que una chica de aquella edad podía desear. Un desempeño académico excelente, una vida social activa de la mano de sus amigos, una familia amorosa, que siempre estaban al pendiente de ella y sobre todo la tenía a ella.

Camila siguió su camino hasta su locker en donde se encontró con Dinah, su mejor amiga. La chica morocha miro a Camila y le dedico una sonrisa enorme. Aquellas dos chicas se habían hecho amigas desde el primer día en que Dinah fue transferida de Los Ángeles a Miami; Camila aún no podía explicarse el hecho de aquella amistad, normalmente y a pesar de su fácil manejo de la palabra con las personas, siempre le había costado mucho trabajo el poder entablar una conversación y que de ella naciera una amistad, tal y como había pasado con Dinah.

—Hey, tú—saludo Dinah y Camila le sonrió suavemente—Te estuve marcando todo el fin de semana pero estuviste desaparecida, después hable a tu casa pero tu mamá me dijo que no estabas, así ¿Qué era más importante que tu mejor amiga, Dinah Jane, para que no me respondieras las llamadas?

La chica rodo los ojos ante el dramatismo de su amiga. Dio un gran suspiro y abrió su casillero para después sonreía más grande que el gato de Alicia. Las mariposas comenzaban a parlotear en su estómago y su corazón comenzaba a palpitar rápidamente, algo así como si de pronto este se quisiera salir de su pecho.

Dinah elevo una ceja al ver que su amiga no hacía más que sonreír como idiota, acto que era muy normal en Camila, aquella chica se la pasaba sonriendo a cualquier hora del día. No obstante, aquella sonrisa no era la típica sonrisa de Camila, aquella era la sonrisa estúpida que podía siempre que ella se hacía presente en pequeños detalles hacía la chica.

—Tierra llamando a Camila—le grito Dinah un poco desesperada. La chica más baja que ella, dio un suspiro y dirigió su mirada hacía su amiga, no sin antes darle una última mirada a aquella pequeña tarjeta en su casillero.

—Salí al parque, Dinah y no me preguntes con quien, porque sabes muy bien mi respuesta. No conteste tus llamadas porque sabes que cuando salgo con ella, no me gustan las interrupciones—le contesto a la chica, quien simplemente suspiro pesadamente girando los ojos.

— ¿Cuándo te vas a dar cuenta que ella no te conviene, Mila?—Camila rodo los ojos y miro a su amiga.

—Ya han pasado casi 6 meses, Dinah—dijo abatida la chica— ¿Por qué todo mundo se empeña a seguir diciendo lo mismo?

—Porque es la verdad, Camila—le dijo Dinah—Todos sabemos que no es buena para ti, Cami...Solo estamos tratando de abrirte los ojos

Camila respiro hondo y conto hasta 10. Amaba a Dinah, en verdad lo hacía, era una de las pocas personas, si no es que la única, que podía entenderla a la perfección, pero en ocasiones, Dinah podía ser un sobreprotectora en cuestión a su persona y a las personas que esta amaba.

La chica del moño se sentía halagada de que la gente se preocupara por ella, pero al mismo tiempo le costaba trabajo hacer entender a esa gente que ella no era mala, bueno, no tan mala como la gente la hacía ver.

—Dinah, no quiero tener esta conversación contigo. Ya lo hablamos. Ella me quiere, ¿es tan difícil de entender eso?

La chica negó—Lo que me es difícil de entender, es que como tú, una persona tan inteligente, pueda ser tan ciega cuando se trata de ella.

𝐜𝐚𝐦𝐫𝐞𝐧 / one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora