Capítulo 2

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Llevaba tres días dándole vueltas al asunto de la cafetería, no le había comentado absolutamente nada a sus amigos sobre lo que había visto y escuchado, había sido egoísta, lo reconocía, pero quiso restarle importancia a todo ello, eso era lo que se decía a sí mismo cada mañana, pero por las noches volvía a hundirse en recuerdos de Han Sangeun... y Han Sanghyuk, porque para Hongbin, eran dos personas totalmente distintas. Sangeun era el chico nerd, tímido y completamente reservado, pero Sanghyuk era aquél pedacito de sol que había visto en la cafetería, riendo, feliz, el chico alegre que nadie conocía.

Miró la hora en su móvil al despertar, eran las 6:30 de la mañana y se enojó consigo por caer en la rutina escolar, se levantó de la cama a desayunar y volvió al colchón para dormir otro rato más. La hora de su nuevo despertar marcaba las 9:24 y rendido, se levantó, decidido a terminar su tarea. La finalizó con pocas distracciones, pues de vez en cuando se mandaba mensajes con Wonsik y para las dos en punto de la tarde, se cambió el pijama y salió de casa rumbo al Starbucks que quedaba intermedio entre su casa y la de su amigo, llamándole por teléfono para invitarle un adictivo café... Deteniendo su andar cuando recibió una negativa respuesta.

"Saldré con mis padres a ver a mi tía, tuvo complicaciones en su embarazo y van a hacerle cesárea en este momento"... Tras finalizar la llamada, quedó en su cuerpo una entristecida sensación que lo arrastró a cualquier parte de la ciudad hasta que se cansara de caminar y de usar el transporte público. Terminó encerrado en la misma cadena de cafetería deseada, pero en una sucursal que no conocía y que tenía una decoración ligeramente diferente a la que acostumbraba visitar.

El lugar estaba casi vacío, a pesar de ser domingo y a pesar de la hora, pero pudiera ser que un partido de béisbol en alguna parte de su país, programado dentro de media hora, aparentemente IMPORTANTE, mantenía a las personas en sus casas haciendo alguna barbacoa, listos para dejarse llevar por la afición a un bate y pelota.

Ordenó la primer cosa que vio en el mostrador, y ni siquiera sabía qué era, si café, chocolate, smoothie o té, y no supo si lo pidió grande, largo, venti... Esas medidas del carajo que seguía sin comprender. Se quedó esperando por su pedido, a un lado del mostrador, miraba toda la decoración pulcra de ese lugar, y una sonora carcajada irrumpió la calma de la cafetería, volteando un poco a sus espaldas, observando a dos chicas reír sin control mientras estaban atentas a un teléfono móvil.

Las hubiera ignorado, si no fuera porque una de ellas hizo contacto visual con él, cesando su risa que cascabeleaba feliz. Hongbin abrió grandemente sus ojos, y le prestó atención a sus facciones, viendo una marca de golpe que estaba en su pómulo izquierdo, a pesar del maquillaje que traía encima; pasó saliva sin poder dejar de verla y ella, petrificada, tampoco apartaba la mirada, tornándose colorada de las mejillas.

-Hongbin. –Anunció una de las empleadas de la cafetería y el nombrado reaccionó, tomando su vaso que distinguió caliente y se acercó a la mesa de las chicas que tenía a poca distancia.

-Hola... B... Buenas tardes. –Saludó con torpeza, sin apartar su impacto sobre ella, pues no podía estar equivocado, ahora que se había acercado, esa chica evitaba a toda costa ser mirada por los ojos del pelinegro.

-Hola. –Saludó algo desconfiada la otra chica en cuestión, de cabello rosado, hasta los hombros.

-D... Disculpa, ¿eres...? ¿Han?

-¿Lo conoces? –Preguntó entre una pequeña burla la chica de cabello llamativo, en un tono de voz bajo, hacia su acompañante.

-Ah... No... Seguro te equivocas. –Respondió con los nervios alterados, con una voz muy suave y dulce que estremeció los oídos del pelinegro, evitando aún la mirada de Hongbin mientras hacía puños con ambas manos, ocultas bajo la mesa, sobre sus rodillas.

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