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Freddy miraba con una leve sonrisa como el azabache, aún siendo de noche, estaba "trabajando" en la salida del día siguiente para aquella albina de mechón rosa. El castaño realmente esperaba que todo saliera bien, no había visto a su hermano tan feliz en años.

Y su madre sólo podía ponerle una manta encima para el frío, sabía perfectamente el estado de su hijo mayor, pero verlo tan feliz y emocionado la hacia feliz a ella y por eso lo dejaba.

Por otro lado, Meg ya tenía todo listo, a penas llegó a su casa se duchó y luego ordenó su ropa para el día de mañana. Nuevamente estaba en la ventana, mirando la oscura y fría noche con un sonrojo en sus mejillas.

-Soy una idiota...-murmuró, a sabiendas que tal vez el azabache volvería a fallarle- Pero... aun así quiero confiar en él...

Murmuró suspirando con deseo y algo de enamoramiento, no entendía si era por su obsesión al color oscuro que definía a Fred o porque realmente lo quería que necesitaba tenerlo cerca suya.

Ojo, tampoco quería verse como una fácil, una idiota ilusa o una debilucha, pero...

-¡En serio me encanta!

Gritó suspirando con su ojo visible brillando intensamente al ver la luna. Fred era como la noche, con su cabello azabache tan brillante y suave y sus ojos eran dos perfectas lunas.

"Realmente... Me encantas imbécil".

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