Al día siguiente me levanté aún pensando en Alfred. Tengo que admitir que en ese momento fui un poco tonta pero todos hemos pasado por un momento de bajón.
– Amaia – llamó Aitana a la puerta – ¿Puedo entrar?
– Sí, claro, pasa – grité.
Cuando mi prima pasó a mi habitación y me vio, en seguida supo que me pasaba algo. Le conté todo lo que me preocupaba y como siempre, ella tenía las palabras perfectas para mí.
– Amaia, no tienes que estar preocupada por eso. Ahora mismo deberías de estar disfrutando todo el tiempo que puedas con él. Ya tendréis tiempo de ser novios y todo eso, pero lo importante es quererse. Si os queréis da exactamente igual como os defináis. – me tranquilizó.
– Bua, Aitana tienes razón. No sé qué me pasa. Simplemente me ha dado un pequeño ataque de tristeza – dije – muchísimas gracias primita – nos abrazamos.
Después de esa conversación se marchó a su cuarto y volví a quedarme sola, intentando no volver a caer en mis terribles pensamientos. Casi se estaba haciendo de noche cuando quise llamarle pero ni siquiera me dio tiempo, porque mi móvil empezó a sonar.
– Hola Amaix – dijo entusiasmado.
– ¡Alfred! Te quiero muchísimo, en serio – contesté.
– ¿Pasa algo? – se preocupó.
– No... solo quería decírtelo – mentí.
– Yo también te quiero. Y... ¿qué te parece si te paso a buscar en una hora?
– Me parece perfecto. – sonreí – ¿Adónde vamos?
– Es una sorpresa, nos vemos dentro de una hora – colgó.
En cuanto finalizó la llamada fui corriendo a vestirme. Como hacía muchísimo calor me puse unos pantalones vaqueros cortos y un top blanco que me encantaba. Tan solo tardé cuarto de hora en estar completamente lista y los cuarenta y cinco minutos restantes los pasé pensando en el lugar al que iríamos aquella noche. Él siempre estaba con sus sorpresas...
Le vi llegar cuando miraba con entusiasmo por la ventana y en seguida bajé para reencontrarme con él.
– ¡Alfred! – le abracé.
– ¿Lista? – sonrió.
– Si es contigo, siempre.
Me cogió de la mano y empezamos a andar hacia algún sitio, que yo desconocía. Nos adentramos en una arboleda mientras jugábamos a encontrar alguna ardilla, lo que resultó en vano porque no vimos ninguna.
– Espera – me paró – a partir de aquí tendrás que ir con los ojos tapados.
Puse algunas pegas a aquella idea pero al final terminé cediendo, como siempre. ¿Cómo me iba a negar a algo que me propuso Alfred? no podía, me resultaba imposible. Me vendó los ojos con un pañuelo que, si soy sincera, no tengo ni idea de dónde lo sacó.
– Alfred ve despacio, me da miedo chocarme – reí.
– ¿No confías en mí? – preguntó.
– Claro que confío pero tengo la sensación de que me voy a comer un árbol.
– Que no, ya verás – me besó en la mejilla.
Seguimos caminando (yo muy despacio y poniendo mis manos por delante, por supuesto) hasta que llegamos.
– Antes de que puedas ver nada, quiero que sepas una cosa – me rodeó la cintura con sus brazos – este lugar es muy especial para mí. Mis padres siempre me traían aquí de pequeño. Aprendí a caminar sobre esta misma hierba, canté aquí por primera vez... y muchas otras cosas que no me apetece mencionar. Ahora que mis padres no están conmigo, todo esto tiene un sentido muy grande para mí y quería compartirlo con la persona que me hace más feliz ahora mismo – dijo.
Ni siquiera había visto nada y ya estaba llorando. No tenía ni idea de lo de los padres de Alfred... debí habérmelo preguntado cuando fui a su casa y no había nadie o simplemente saberlo. La verdad es que en ese momento empecé a comprender muchas cosas de aquel chico. El sentimiento con el que cantaba no era ni mucho menos normal y todo cobró sentido. Lo único que se me ocurrió fue abrazarle lo más fuerte que pude.
– Quiero que veas este lugar... – me quitó la venda.
Lo primero que vi fue el mar. Después me di cuenta de dónde estaba. Era un enorme acantilado desde el que podías ver una playa increíble. Aquel sitio estaba lleno de vegetación y árboles, la hierba parecía una enorme manta verde... soy incapaz de explicar aquella zona, está más allá de las palabras.
Después de quedarme admirando todo lo que estaba viendo, me giré para mirar a Alfred.
– Alfred... no tenía ni idea de nada de esto – murmuré.
– No tenías por qué saberlo. Te lo he contado porque te considero una persona muy importante en mi vida y no quiero que haya secretos entre nosotros – entrelazó su mano con la mía.
Nos pasamos mucho tiempo hablando tumbados en el césped. Me contó que sus padres murieron el anterior año en un accidente de tráfico cuando se dirigían a un concierto suyo. Estuvo unos meses sin nada de música porque se sentía culpable pero se dio cuenta que era lo único que le podía hacer feliz en aquel momento, a parte de Aitana. Me confesó que durante un tiempo le gustó mi prima, cuando ni siquiera estaba saliendo con Vicente pero ella no lo sabía. A mi me habría dolido muchísimo de no ser por como me miraba cuando me lo contaba. Sabía que él quería estar conmigo y tenía bastante tranquilidad en ese aspecto. Fueron cosas de niños...
– ¿Nunca has creído que te gustaba alguien hasta que llegó otra persona que te hizo ver la realidad?
– No sé... nunca me había gustado nadie de verdad antes de conocerte – dije.
– ¡Exacto! Es justo lo que intento decir... tú cambiaste por completo mis esquemas. – me miró fijamente antes de besarme.
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Hola!!! Nuevo capítulo! Cada vez hay mas tensión en la historia...
Espero que os haya gustado!!
¿Qué pasará en el siguiente...?Twitter: @MRY_4OT
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Por Si Te Hace Falta
Fanfiction[Historia Alternativa] Amaia, con 16 años tiene que irse a casa de su tía en Pamplona. La idea no parece gustarle mucho hasta que Alfred aparece en su vida de repente. Ya nada volverá a ser lo mismo, ni siquiera ella. - ¿Sabes? tú formas parte de es...