Alfred y yo éramos todo lo que queríamos ser. Sin etiquetas. Libres, pero juntos. Sin un tiempo límite, para siempre. O por lo menos durante aquellos dos meses que Alfred estuvo en Barcelona, conmigo. Estábamos tan ocupados queriéndonos, que se nos olvidó ''la fecha''. Sí, ese día que tanto él como yo temíamos que llegara, pero ninguno se atrevía a decirlo en voz alta. No queríamos que volviese a ocurrir.
Yo cada día estaba obsesionada más con ese tema, tanto, que tuve hasta alguna pesadilla. ¿Y ahora qué?, pensaba. ¿De verdad lo íbamos a estropear todo? ¿De verdad íbamos a tirar por la borda los mejores meses de nuestras vidas? Eso no podía ser así.
[...]
– Alfred, me estás continuamente evitando. Yo tampoco quiero hablar de eso, pero tenemos que hacerlo. – dije mientras agarraba su brazo.
– Ya lo sé... pero también sé cómo va a terminar esta conversación. Mal. Seguro. – comentó mirándome fijamente.
– También va a acabar mal si no hablamos. – añadí.
– Tienes razón.
– ¿Entonces? – esperé que diera alguna solución.
– ¿Qué?
– ¿Qué quieres hacer? ¿Te irás sin más?– pregunté.
– Amaia, yo no me puedo quedar. El contrato se acaba. Y no puedo venir a vivir aquí, por lo menos ahora. Y tú... tú no puedes irte. Tienes dieciséis años.
– ¿Y esperas dejar todo esto en unos meses?
– ¡Claro que no! Ni loco... – elevó la voz.
– Es lo que estás diciendo, Alfred.
– Joder, Amaia. Sabes bien que lo que más quiero hacer en esta vida es estar contigo. A todas horas. Pero el dinero no me lo permite. Además, tengo que trabajar en Pamplona. Mi música, mis movidas.
– Tus movidas. Es lo único que te importa.
– Estás siendo egoísta... necesito ese trabajo. Quizás ese trabajo sea el que me deje venir a Barcelona, en unos años.
Estaba siendo una completa inútil, Alfred llevaba la razón. Yo solo tenía dieciséis años. Él tenía que triunfar en la música, hacer lo que realmente había soñado toda su vida. Yo solo pensaba en mí.
– Es verdad. Tienes razón, perdón. – me disculpé – Supongo que esto es un adiós.
– No. Sé que es muy típico pero no es un adiós, es un hasta luego.
– Eso solo pasa en las películas...
– Es que nuestra relación es mejor que cualquier película. Yo estoy dispuesto a esperar, Amaia. Sé que al final vamos a acabar juntos.
– ''Al final''... ''Al final'' puede ser mañana, dentro de dos años o cuando ya tengamos hijos y vidas separadas, Alfred.
– Amaia, yo te prometí que nos volveríamos a ver cuando te fuiste de Pamplona. Y aquí estoy. – me cogió las manos – Te juro que vamos a estar juntos. Felices. Y los hijos que tú dices, serán nuestros.
Reí al imaginarme a nuestros hijos, eso era apuntar muy alto. Pero confiaba en él.
– De acuerdo, yo también puedo esperar. Pero con una condición.
– La que quieras.
– Cuando seas famoso y tengas a todas las chicas coladitas por ti... acuérdate de mí. – reí.
– Todas mis canciones van a ser para ti. No lo dudes ni un segundo. – me abrazó por unos minutos, intentando que fuese para siempre.
Aquel día no nos separamos ni un instante. Queríamos aprovechar el poco tiempo que nos quedaba juntos, tan solo unas horas.
[...]
El día siguiente, de camino a la estación, sorprendentemente los dos estábamos contentos. Sabíamos que nos volveríamos a ver. Confiábamos al máximo en el otro. Pero, la que no estaba contenta era Aitana. Llevaba todo el tiempo llorando (en silencio) y no nos atrevíamos a preguntar qué le pasaba.
– Aitana... – La abracé.
– Me da mucha pena irme. Esta etapa de mi vida, la voy a recordar para siempre.
– Todas la vamos a recordar – dijo Alfred.
– Y encima, vosotros... odio que os tengáis que separar. – sollozó mi prima.
Lo que dijo Aitana me pareció lo más bonito del mundo... estaba pensando en nosotros más que en ella.
– No te preocupes por nosotros, de verdad. Está todo más que hablado. – intentó consolar a su mejor amiga.
– En un futuro volveremos a estar los tres juntos. Y esta vez para siempre. En serio.
– Ojalá que sea verdad. – sonrió mi prima.
Cuando llegamos a la estación, quedaban diez minutos para que llegara el tren de vuelta a Pamplona. Quería decirles de todo, que no puedo vivir sin ellos, que son lo mejor que me ha pasado... pero de tantas cosas que se me pasaban por la cabeza, no pude decir nada. Me dediqué a pegarme a Alfred, todo lo que podía, mientras su brazo me rodeaba. Aitana estaba a mi otro lado, dándome la mano. No nos hizo falta decir nada porque ya lo sabíamos todo.
– Por ahí viene – dijo Alfred señalando al tren.
Los tres nos miramos y nos abrazamos por última vez, hasta quién sabe cuándo. Les ayudé con las maletas y estaban a punto de subirse. Pero Alfred se giró y corrió hacia mí para besarme. Cual película, cual telenovela, pero cien veces más bonito. Cuando se apartó, me susurró un ''te quiero'' y me apretó fuerte la mano.
– ¡Corre, al final se va a ir sin ti! – reí empujándole hacia el tren.
Finalmente, se subió junto a Aitana y se dirigieron hacia su vagón. Les seguí con la mirada todo lo que pude, por las ventanas. Se sentaron y me dedicaron una sonrisa. Pude ver que Alfred intentaba decirme algo con los labios pero no lo descifraba. Le hice una mueca para que supiera que no le entendía y rápidamente señaló mi bolsillo. Metí la mano y encontré un regalo. Me detuve a abrirlo y me quedé perpleja ante aquella obra de arte. ¡Su disco! Observé cada detalle, lo había titulado ''Barcelona'' y en la ''o'', tenía una estrella. Como nuestro amuleto. Agarré mi pulsera y levanté la vista para agradecérselo, pero el tren ya no estaba allí. Se había esfumado, como si de un sueño se tratara.
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Hola chicxs!! Bueno, sí, habéis leído bien. Es el último capítulo. ¡Pero que no cunda el pánico! Todavía falta el epílogo, el verdadero final de la historia. Espero estar a la altura de vuestras expectativas!
Muchísimas gracias por seguir ahí después de todo...
Os leo!!!
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Por Si Te Hace Falta
Fanfic[Historia Alternativa] Amaia, con 16 años tiene que irse a casa de su tía en Pamplona. La idea no parece gustarle mucho hasta que Alfred aparece en su vida de repente. Ya nada volverá a ser lo mismo, ni siquiera ella. - ¿Sabes? tú formas parte de es...