Capítulo 17

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¿Qué estaría preparando Alfred? ¿Un disco? ¿Nuevas canciones? Estaba muy ilusionada porque fuera lo que fuera seguro que era increíble. Una vez más ese chico seguía dejándome con la duda pero al fin y al cabo a mí me gustaba que lo hiciera.

Cogí el collar que me había quitado y me lo volví a poner. Ahora todo volvía a ser como antes. Por suerte.

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– ¡Ay, Roi! Qué tonto eres – dije mientras le daba en la pierna.

– Sí y seguro que se darán muchos abracitos como osos amorosos – contó a mis amigos.

Todos nos reímos muchísimo mientras Roi se imaginaba la relación que teníamos Alfred y yo. Aunque dolía recordarlo pero Roi todo lo conseguía hacer gracioso, hasta la cosa más triste del mundo.

– Amaia ¿cómo es? ¡Cuenta algo! – exigió mi amiga Marina.

– Bua, no sé...

– Es que no quiere contarlo por si se lo robáis – rió Ricky, otro de mis amigos.

– ¡No es verdad! Es que me da verguenza... no sé, es moreno. – dije como si le hubiera descrito a la perfección.

– Uy, chicas. Que es moreno, muy raro en España – volvió a bromear Ricky.

– ¡Seguro que tiene los ojos marrones! – siguió mi amigo Agoney.

– Bueno, casi negros pero sí.

En ese momento nos interrumpió el camarero del bar para traernos las bebidas. Yo me había pedido una Fanta de naranja porque tampoco quería tomar alcohol. Y la verdad es que hice bien.

– Somos adivinas – comentó Marina.

– Pero ¿Cuándo nos lo vas a presentar? – dijo Ricky.

– No tengo ni idea – contesté mientras removía el hielo de mi bebida con una pajita.

– Pero no vive aquí ¿verdad? – preguntó Agoney.

– Chicos, a ver si os enteráis, vive en Pamplona. – aclaró Roi.

– Desgraciadamente sí – comenté.

Roi cambió de tema porque vio que estaba empezando a venirme abajo y nos pusimos a cantar en el karaoke que había en la planta baja de aquel bar. Aunque a mi no me gustaba mucho cantar en público, esa noche me lancé. Casi todos habían bebido y nadie iba a decir nada. Me sentí muy bien al hacerlo delante de personas, era como si hubiera superado un miedo que tenía desde pequeña. Solo había cantado con mi familia y Alfred.

Cuando se terminó la noche, todos nos quedamos con ganas de más. Nos lo habíamos pasado increíblemente bien.

– Oye, ¿qué tal si el próximo sábado os venís a mi casa? Van a venir unos cuantos amigos míos. Podemos dormir todos perfectamente repartidos por las habitaciones. – propuso Ricky.

Todos aceptamos sin dudarlo ni un segundo, aquello había que repetirlo. Además él tenía una casa enorme. Casi un chalet.

Llegué a mi casa tratando de no despertar a mis padres y me tumbé en la cama para dormir. Me quedé pensando en lo maravilloso que había sido ese día y se me dibujó una sonrisa en la cara.

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– Amaix – dijo Alfred por la línea de teléfono.

– ¡Alfred! Bua, qué alegría... ¿qué tal estás?

– Genial. ¿Te acuerdas de que te dije que tenía unas cosas entre manos con la discográfica?

– Claro que me acuerdo.

– Pues por fín te lo puedo contar. Creo que te va a hacer ilusión...

– ¡Alfred! ¡Dilo ya!

– He conseguido un buen productor para mis canciones. Y advina dónde está... ¡En Barcelona!

– ¿Eso significa que vas a venir a Barcelona? – dije entusiasmada.

– ¡Sí! Y estaré dos meses allí.

– ¡Qué dices! Dios, Alfred, te quiero.

– Creo que yo más – rió.

– ¿Cuándo vienes?

– Mañana por la tarde. ¿Me irás a buscar?

En ese momento pensé que ese día había quedado para ir a casa de Ricky. Pero no le iba a decir que no a Alfred así que pensé que sería buena idea que viniese conmigo a la fiesta.

– ¡Claro! ¿Tienes algo que hacer por la noche?

– Eh... – pensó – no. Bueno, estar contigo, si quieres.

– Mañana hay una fiesta en casa de un amigo. Además también vendrán mis otros amigos y quiero que les conozcas. ¿Me acompañarás?

– Yo voy a donde sea contigo.

– Jo, te quiero muchísimo.

– Mañana nos vemos Amaix. – se despidió para despues colgar.

No sabía qué hacer, estaba impaciente por verle ya. No podía esperar hasta el próximo día aunque no quedó más remedio. Por suerte, el tiempo pasó rápido gracias a los programas de televisión que vi por la noche.

Al despertar, lo hice con una sonrisa en la cara. Fui a desayunar y me encontré con mi padre, quien me contó todo lo que tendría que trabajar por la tarde y luego yo le dije que esa noche dormiría en casa de un amigo. Él accedió en seguida porque sabía que yo era responsable, sin embargo a mi madre le hubiera costado más dejarme ir.

[...]

Me encontraba en la estación de tren, sentada en un banco enfrente de las vías. Esperando a aquel chico que tanto quería. Miraba los trenes pasar y me ponía de los nervios cuando alguno se paraba pero no había ni rastro de Alfred. Le envié un mensaje:

Estoy deseando verte Alfred.

A lo que él me respondió con otro:

Ya casi estamos allí.

¿Estamos? ¿Cómo que estamos? Estuve a punto de preguntar pero decidí esperar mientras pensaba en aquel texto. Por más que le daba vueltas a la cabeza no sé a quién narices se refería. Llegué a la conclusión de que lo dijo en plural porque incluyó también a las demás personas que iban en el tren.

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Muchísimas gracias por leer este capítulo!! Y por todos los comentarios y apoyo, sois majísimos/as.
A Amaia se le hace eterna la espera en la estación para ver a Alfred... en el siguiente capítulo!!

Twitter: @MRY_4OT

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