Capítulo 7

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¿Cómo iba a ser eso real? Todo este tiempo ha estado sabiendo lo que estaba pasando entre nosotros y no me había dicho nada. Qué cabrona, en el buen sentido.

Y ¿Ahora qué? ¿Qué iba a hacer? Alfred me gustaba muchísimo y no quería estropear nada. Así que preferí que todo siguiera como antes y que surgiera lo que tuviera que surgir.

– Amaia, yo solo te voy a pedir que no le hagas daño igual que le he pedido a él que no te lo hiciera a ti.

– No sería capaz de hacerle daño, cada vez me gusta más. Y cada vez estoy más perdida. – dije.

– Lo mejor sería dejar que todo fluya, estas cosas no hay que forzarlas – me dijo mientras me daba un abrazo.

Me alegró mucho saber que mi prima pensara lo mismo que yo, eso significaba que no estaba equivocada.

– Tienes razón Aitana, haré eso. Muchas gracias primita – la abracé más fuerte.

– Oye, hacéis buena pareja, eh – reímos.

Después de todo de lo que me había enterado, me dieron ganas de mandarle cuarenta mensajes a Alfred diciéndole de todo, para qué voy a mentir. Pero fui capaz de controlarme.

Pasé una mañana un poco extraña pensando en todo lo que había pasado. Aitana estuvo conmigo y eso me ayudó a olvidarme de todo. También llamó a sus amigas para quedar por la tarde en una cafetería.

Media hora antes nos empezamos a preparar y yo me vestí con una falda tejana y una camisa negra. Fui al baño a lavarme los dientes y después me lavé las manos. Al hacer esto, me fijé en la pulsera que me regaló Alfred y me quedé mirándola y sonriendo. Ahora esa pulsera significaba muchísimo más para mí.

– Amaia, ¿Ya estás lista? al final vamos a llegar tarde – dijo abriendo la puerta.

– Sí, ya voy, ya voy – dije intentando disimular mi sonrisa.

– ¿Estabas mirando la pulsera? madre mía, qué nivel de enamoramiento. – dijo mientras cerraba la puerta– si Alfred se enterara de esto... – dijo cuando se iba alejando del baño.

Cuando se fue, me empecé a reir de mí misma. Ni yo comprendía cómo me comportaba. Supongo que es parte de enamorarse.

Llegamos a la cafetería y nos sentamos a esperar a Ana y Nerea, las amigas de Aitana. Yo pedí un helado de nata y Aitana un descafeinado.
Las amigas de mi prima llegaron y lo pasamos genial con ellas pero he de admitir que yo estaba más pendiente del chico que estaba cantando en el pequeño escenario. Lo hacía muy bien.

– Bueno, ahora voy a presentar a un chaval que lleva toda su vida de escenario en escenario haciendo su música – dijo el chico – ¡Alfred García! ¡Un aplauso!

¿Alfred? Madre mía, lo que faltaba. En ese momento tenía un cúmulo de emociones que no soy capaz de describir. Era entre nervios, vergüenza y amor. Mucho amor.
Salió al escenario y me quedé mirándole inevitablemente. Iba vestido con una camisa negra, unos vaqueros de color gris algo ajustados y unas convers oscuras. También llevaba el pelo más levantado de lo normal, lo que le hacía estar más guapo todavía. Y por supuesto, estaba con su guitarra.
Conectó su instrumento a un amplificador y procedió a cantar. Pero antes, echó un vistazo a las personas que estaban en las mesas y nos vio a nosotras. Aitana le hizo un gesto con la mano para decirle que todo saldría bien y yo me quedé sin decir nada. ¿Esto estaba planeado?

Cantó su canción, Londres. Durante toda la actuación no hice otra cosa más que perderme por sus letras. Eran tan increíbles...

– Gracias – dijo cuando acabó de cantar – Ahora voy a cantar una que compuse hace muy poco tiempo. La hice sin pensar en nadie en especial pero ahora esa canción tiene protagonista y desde aquí le digo que muchas gracias por aparecer en mi vida.

No sabía qué pensar. ¿Había alguién más? Me estaba poniendo súper nerviosa y miré a Aitana. Ella también me miró y me sonrió. Por un momento me quedé más tranquila.

Alfred puso la cejilla en el segundo traste de su guitarra y levantó la vista. Sus ojos se fijaron en los míos y me guiñó con el derecho. Ahí fue cuando casi salgo corriendo.

Empezó a cantar la canción que en su día cantó a Aitana mientras yo colocaba mi ropa. Me acordaba perfectamente de la letra y de la frase del estribillo ''She looks so beautiful tonight''. Ahora esa canción me la había dedicado a mí y yo no podía estar más feliz por ello. ¿Por qué era tan perfecto?

Me quedé embobada todo su mini concierto hasta que acabó. Fue espectacular. Después, él se fue entre aplausos y algunos gritos procedentes de Aitana (y otros míos, para qué lo voy a negar) y empezó a cantar una chica, que no lo hacía mal pero no le llegaba ni a la suela de las convers de Alfred.

– ¿Te ha dedicado a ti la canción? – me preguntó Nerea.

– Creo que sí... – contesté algo insegura.

– ¿Y eso? ¿Estáis juntos? ¿Desde cuándo?

– ¡No! ¡No estamos juntos! Supongo que nos llevamos bien y ya está – dije.

¿Y a esta que le pasaba? No estamos juntos, pero si lo estuviéramos tampoco sería de su incumbencia, pensé. Intenté relajarme y seguir la conversación. Me estaba poniendo algo celosa sin motivos.
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