La luz de la luna chocaba contra la cortina de la habitación, estaba oscuro dentro de esta, reflejaba un ambiente triste y nostálgico.
La cama estaba desordenada al igual que los cabellos negros del chico que estaba acostado sobre ella, sus ojos estaban entre cerrados, parecían muertos y perdidos en la oscuridad de estos mismos, permanecía quieto en la misma posición, sus piernas abiertas y la rodilla derecha doblada, una mano sobre su pecho y la otra simplemente recostada por encima de su cabeza.
La música algo triste de piano sonaba desde su celular, el cual se encontraba a su lado en la cama - Not sure i understand this role l've been given, i just wanna feel real love, feel the home that i live in-.
Cada vez el parpadear era más largo, se estaba quedando dormido al ritmo de la música, movía los dedos de sus manos muy lento por sobre su pecho como si estuviera tocando el piano, su pecho se sentía vacío como un hoyo negro sin fin.
Los días pasados no había logrado dormir de forma decente, pues los problemas en casa no lo dejaban en paz, se había quedado sin trabajo y no lograba encontrar nada, ni siquiera alguno que fuera mal pagado, pero pagado.
Las personas de su barrio pensaban que era un joven padre con dos hijos y una esposa que mantener, pero no era así, estaba al cuidado de sus dos sobrinos pequeños y hermana menor, su hermana vendía adornos de flores por encargos, pero esto no era suficiente para mantener a sus hijos si quiera de alguna forma decente.
Yael, Yael --Laila tocaba la puerta de su hermano mayor con calma mientras le llamaba desde el otro lado-- Ya esta lista la cena Yael.
El celular del chico se había quedado sin carga a causa de estar todo el día acostado en cama, fue por eso que aun con los audífonos puestos pudo escuchar que su hermana le llamaba desde el otro lado.
¡En un momento estoy fuera Laila! --El joven con piel canela se levantó de la cama y se quitó los audífonos de un jalón leve, se rasco a un lado del cuello y salir de la habitación, la cual mantenía cerrada siempre con llave--.
Laila se encontraba llenando los platos de plástico con comida en la cocina pequeña, era una sopa sin verduras o carne, solamente el color rojo del agua y la harina era el platillo principal, su hija se encontraba coloreando con unas crayolas gastadas sobre papel reciclado, el niño estaba sentado ya en la mesa esperando paciente por su plato, se mordía las uñas de vez en cuando pues tal parecía estaba muy impaciente, Laila intenta mantener la sonrisa ante la situación, pues sabía que vendrán días mejores o eso quiere pensar.
Los ojos negros de Laila miraban por la ventana de la cocina, los grandes postes de madera con foco de la calle, que iluminaban las calles de tierra, parecían fallar de vez en cuando y caerse en cualquier momento, algunos niños jugando con una pelota vieja, pero portando una sonrisa en el rostro, en realidad eran felices.
Yael tomo asiento en la mesa para cuatro personas, pequeña y de madera gastada, miraba a sus pequeños sobrinos y luego a su hermana, ¿Cómo se miraba tan bonita con tan pocas cosas? Su cabello negro y largo estaba en dos trenzas por debajo de la cabeza, tenía dos listones blancos y sin pintura en el rostro, sus ojos tan grandes y vivos como los de su hija mayor, ambas siempre se miraban bonitas sin cosas caras, solamente con esa cara preciosa que tenían era suficiente para dar los ánimos de seguir adelante.
Entonces la niña pidió más comida, la cara de Laila que aún no comía ni la mitad de su plato sabiendo lo que se venía puso una cara triste de momento, entonces vació la comida de ella en el plato amarillo de su hija --Anda come el mío--.
La niña con total inocencia sonrió a su madre y comenzó a comer del plato de nuevo, quedando esta vez satisfecha.
Los niños dormían luego de la cena en su mayor parte del tiempo, eran pequeños y necesitaban recuperar energías, más la niña mayor que asistía a la escuela gratuita del lugar, no estaba lejos de su casa y eso era bueno, no tendrían que pagar en algún tipo de transporte, el problema era la comida, a veces no tenían para darle algo de comer en la escuela y sus compañeros se burlaban de ella y otros le compartían, por eso en algunas ocasiones no quería ir a estudiar.
Laila dormía en el cuarto de los niños, pero esa noche como muchas otras se encontraba sentada en la mesa, tenía un cuaderno con muchos números y cuentas, una mano sobre su frente y volvía a escribir.
Laila..--Yael se sentó en la mesa frente a ella-- Vamos a salir de esto.
Yo lo sé, solamente es que... intento buscar la forma donde el peso de mis errores no caiga también sobre ti, Yael --Laila miraba a los ojos de su hermano y acariciaba su cabello, apartando el fleco de su rostro-- Algún día tu tendrás tú familia y nos dejaras por vivir tu propia vida.
No Laila, yo no estoy interesado en esas cosas, yo solamente quiero dedicarme a ayudarlos a ustedes, porque son mi familia --Yael se levantó de la mesa y regreso a su habitación sin muchos ánimos por delante--.
La alarma del celular de Yael se activó, era el único que tenía un celular en casa, pues justo cuando compraría uno para su hermana perdió el trabajo y los ahorros se gastaron en los niños y comida, se levantó y entro en la habitación de los niños y Laila, dormían tan tranquilos, estaban todos extendidos por la cama y acomodados sabe cómo, pero se miraban cómodos a su manera.
Laila, ya es hora de levantarse --Yael movía a su hermana despacio mientras esta poco a poco volvía de su sueño--.
Tenía que despertarla dos horas antes a causa de no tener una alarma en casa.
Ya voy... ya voy... --Su voz estaba realmente cansada--.
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Las flores del ayer.
RomansYael es un joven de pocos recursos que día a día se empeña por ser mejor persona y cuidar de su familia, dejando de lado muchas de sus necesidades apenas a sus 23 años de edad. Gracias a un anuncio de trabajo termina trabajando en el jardín de una c...