8: Mar

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No sabía cómo ni por qué había terminado en esa situación tan extraña

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No sabía cómo ni por qué había terminado en esa situación tan extraña. Estaba sentado detrás de Otabek, aferrándose a la cintura del mismo mientras iban a toda velocidad por la carretera y el viento golpeaba su rostro con violencia haciéndole quedar sin aire muy de vez en cuando, no llevaba casco, era algo que debía pasar. Ahora bien, si lo analizaba, no era extraño sino un acto de locura, ¿se le habían caído un par de tornillos de la cabeza cuando caminó de vuelta a su dormitorio? Tal vez.

—¿Adónde iremos? —preguntó Yuuri casi a gritos.

—No lo sé —sinceró el moreno. Katsuki soltó unas grandes carcajadas que hicieron sonreír a Altin, el cual lo único que deseaba era ver feliz al nipón.

—¿Cómo se llama tu novia?

—Yuko, ¿por qué?

—Grita todo lo que le tengas que decir, anda.

Yuri y él solían hacer eso con frecuencia cuando el rubio terminaba con alguien, gritaba el nombre de la persona a los cuatro vientos mientras agregaba algo que le quería decir al maldito infeliz que le había abandonado. Era una clase de terapia.

—¡Yuko, eres una desgraciada! —gritó Yuuri a todo pulmón mientras lanzaba el girasol a la carretera—. ¡Simplemente no lo puedo creer, zorra! —sus ojos nuevamente comenzaban a llenarse de lágrimas—. No eres tan guapa como crees que eres ni tan elegante como te dicen. Sólo eres una chica común y corriente —su voz se comenzaba a quebrar al igual que su corazón—. Pero... Yo te amaba.

Otabek disminuyó la velocidad y le dijo:

—¿La amabas?

—¡La amo!

Otabek aumentó la velocidad y recuperó el paso.

—Pero no te lo perdonaré. No lo haré.

—¡Eso! —exclamó Altin mientras sonreía.

—¡Perra ingrata!

Yuuri soltó a reír con ganas. Nunca había hablado así de alguna persona, mucho menos de una chica, pero debía admitir que se sentía realmente bien. Le gustaba sentir como su garganta se desgarraba y sus mejillas comenzaban a arder por el calor provocado por su enfado.

Katsuki abrazó con fuerza la cintura de Altin y recargó su rostro en la espalda del mismo mientras sus pulmones se inundaban de aquel olor a cuero proveniente de su chaqueta. Su cuerpo se llenó de una extraña alegría que no llegaba a comprender, pero disfrutó.

Por otro lado, Altin se sintió pequeño, protegido y, por extraño que parezca, querido. Entre los brazos de Katsuki se sentía como aquel viajero que después de vagar por meses en busca del lugar correcto, lo encuentra y éste le acoge con los brazos abiertos sin importarle su pasado. Yuuri Katsuki le hacía sentir demasiado bien y, en lugar de asustarse como era su costumbre, se dejó llevar por aquella agradable sensación.

 Yuuri Katsuki le hacía sentir demasiado bien y, en lugar de asustarse como era su costumbre, se dejó llevar por aquella agradable sensación

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Hundió sus dedos en la arena mientras la brisa le pegaba en el rostro y con ella un agradable aroma se filtraba en sus pulmones. Cerró los ojos y se dijo así mismo que estaba bien permanecer en aquel lugar con ese chico, aunque desconocía en lo absoluto cosas de la vida del contrario. No le preocupaba que fuese un asesino serial o algo de esa índole, estaba demasiado seguro que Otabek Altin era un buen chico, podía ver toda esa bondad y amor en aquellos ojos que parecían dos caramelos dispuestos a ser adorados.

—¿Y bien? —preguntó Otabek haciendo volver a Yuuri de su tranquilo divago—. ¿Adónde quieres ir?

Katsuki miró el mar y sonrió ligeramente. La idea le pareció genial así que sin más, se levantó y comenzó a despojarse de su ropa; primero los zapatos y las calcetas, luego, con un poco de inseguridad debido a las horrorosas estrías que pintaban sus caderas, la playera y al final, con las rodillas temblando mientras chocaban una contra la otra, se despojó del pantalón y, sin importarle el rostro que Otabek puso en aquel momento, caminó al mar y se dejó empapar por los últimos rayos de luz que el sol emanaba.

Otabek Altin sólo le miró y quedó estupefacto. No sabía qué hacer, su cuerpo no respondía a su cerebro, era cómo si se hubiera quedado plantado en la arena y sólo pudiera concentrarse en aquel ser de cabellos negros y piel nívea que caminaba hacía el mar con una lentitud casi obscena. Yuuri parecía estar en una pasarela, presumiendo lo que era y todo lo que tenía para el mundo. Y él, Otabek Altin, lo atesoró. Atesoró aquella imagen que años después diría "Fue lo más bello que he visto". Y era cierto. Nada ni nadie se compara con Yuuri Katsuki y su etérea forma de ser.

El nipón llegó a la orilla del mar y sintió como la fría agua salada cobijaba sus dedos para luego descubrirlos. Y sonrió un poco. Tenía tanto sin ir al mar y eso que lo tenía relativamente cerca.

    Mientras Yuuri miraba el atardecer con tristeza, Otabek se deshizo de sus prendas y siguió al azabache, cuando llegó a su lado, le dio una palmada en la espalda y le preguntó en un susurro:

   —¿Cómo te sientes?

   Yuuri ladeó la cabeza.

    —En casa —respondió—. El mar... me recuerda a mi hogar en Hasetsu, ¿sabes? —comentó y luego miró a Beka, el cual estaba atento a todo lo que de sus labios salía—. Me siento en casa.

   —¿Sentirse en casa es bueno? —inquirió Otabek con inseguridad mientras desviaba la mirada y la clavaba en el mar.

    —Lo es —contestó Yuuri e imitó la acción del contrario. En su interior agregó: Lo único malo es que cuando me vaya, me sentiré tan solo—. Nademos —pidió y acto seguido se sumergió en el mar.

   Otabek sólo pudo mirarle nadar mientras se preguntaba cómo era sentirse en casa.

   Otabek sólo pudo mirarle nadar mientras se preguntaba cómo era sentirse en casa

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Jsjs, espero que les haya gustado. En lo personal yo amo este capítulo ❤️
Disculpen los errores que pueda haber.
Tengan una bella noche.

Scary love ❅ Otayuuri ❅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora