—¿Estás con ellos? –repitió Natasha, a pesar de que le había advertido que no iba a hacerlo. Dio un paso hacia él, para quedar así aún más cerca.
El rostro de su compañera estaba tenso; sus labios dibujaban una dura línea y tenía la barbilla ligeramente levantada, casi desafiante. Una de sus manos estaba escondida dentro de la cazadora y él sabía que Natasha solía guardar ahí una de sus glocks cuando iba con sus ropas de civil. Clavando sus ojos en los de ella, Clint la miró con fijeza. Natasha no rehuyó su mirada y eso hizo que pudiese volver a respirar. No se había percatado de que, desde que la vio, segundos atrás, el aire se había quedado congelado en sus pulmones, con la navaja que había intentado vender apretada en una mano y la otra convertida en un puño, pegado a su pierna.
Él también dio un paso hacia ella. Quería que leyera en sus ojos que no, que no estaba con ellos, que nunca lo había estado y que había tenido sus motivos para hacer lo que hizo. Le obsequió con una mueca torcida que intentó que se asemejara a una sonrisa. No estaba muy seguro de haberlo conseguido.
—Nunca te ha gustado ir por las ramas, Nat —le contestó, sintiéndose terriblemente cansado.
—Contéstame –insistió ella.
Negando con rotundidad, Clint bajó la cabeza.
—No. No estoy con ellos.
Por unos instantes temió que Natasha no creyera en sus palabras. Temió que aún siguiera creyendo aquellas otras que le obligaron a decir. Si no fuera porque aún seguía en pie y respirando, Clint podría haber dicho que su corazón se había parado. Su compañera se quedó en el mismo lugar, sin mover un solo músculo hasta que, al fin, la mano que mantenía escondida en la cazadora salió de entre los pliegues de la prenda y cayó a su lado, como un peso muerto. La expresión de su rostro cambió ante sus ojos. Un segundo después, Natasha había recorrido la breve distancia que los separaba y él estaba encerrado entre sus brazos, con la sangre corriéndole desenfrenada por sus venas.
La navaja que tenía en su mano resbaló al suelo. Clint ni siquiera lo notó, pese a que el metal tintineó al chocar contra el empedrado, junto a sus pies. Todo lo que le importaba en aquel preciso instante era sentir los brazos de Natasha envolviéndolo y el aliento de ella sobre la piel de su cuello.
Con sus manos apoyadas al fin en la espalda de Natasha, la atrajo hacia él tanto como se lo permitió su brazo herido, pegándola a su cuerpo. Temió hacerle daño cuando sus dedos, inconscientes, apretaron la cintura femenina bajo la chaqueta, pero ella no se quejó. Cerró los ojos mientras descansaba la barbilla sobre el rojo cabello.
Se quedaron allí, parados y abrazados, un tiempo que a Clint le pareció una fracción de segundo. Notó los brazos de su compañera relajarse en torno a él, poniendo fin a aquel abrazo que no deseaba que terminara.
Natasha dio un paso atrás. En efecto, la expresión de su rostro había cambiado sustancialmente, suavizándose. Entonces vio las marcas oscuras bajos sus ojos, producto de no haber descansado, y aquella sombra en su semblante, que tan bien conocía y que aparecía cuando estaba terriblemente preocupada por algo. Se maldijo en silencio por haberle hecho pasar por aquello. Natasha alzó una ceja, con sus manos aún posadas sobre sus antebrazos.
—Vas a tener que darme algunas explicaciones —le dijo en tono bajo, para que nadie más los oyera.
Clint miró a su alrededor. Unos cuantos parroquianos los miraban con interés, aunque fingían estar enfrascados en sus asuntos. Volvieron la cabeza como accionados por un resorte cuando Clint los miró de frente, haciéndolos regresar así a sus quehaceres.
—Lo haré, no temas. Pero no aquí. Es largo de contar y creo que me caeré al suelo si doy un paso más. He andado...
—Sé cuánto has andado. He encontrado el lugar en donde te quedaste anoche —le interrumpió Natasha. Clint giró la cabeza hacia ella.
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TODOS LOS ENEMIGOS QUE DEJAMOS ATRÁS
FanficSecuela del fic "ROJO Y NEGRO" Cuando HYDRA emerge desde las entrañas de SHIELD, Natasha Romanoff sintió que sus tentáculos arrasaban con todo lo que era importante en su vida y la dejaba sin trabajo, sin lugar donde depositar su lealtad y sin el or...