CAPÍTULO 13

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Clint maldijo por lo bajo la falta de electricidad, el no tener hielo disponible para su magullada cara y que el sol saliera por el este, ya que estaba puesto a maldecir.

Buscó con la mirada dónde había terminado cayendo su bolsa, se acercó a ella y sacó una de las camisetas que había llevado. Regresó a la cocina y la mojó bajo el grifo mascullando entre dientes. La escurrió y, haciendo un hatillo con ella, se la puso con cuidado sobre el pómulo izquierdo.

Dio un respingo y siseó de dolor al notar la tela sobre la hinchazón. Iba a tener un bonito morado al día siguiente, gentileza de su resucitad hermano. ¡Maldita fuera su suerte!

Fue hasta el sofá y se dejó caer en él pesadamente, ahogando una nueva exclamación. El hombro volvía a dolerle como el demonio. Dejó la camiseta mojada a su lado y se pasó la mano por el hombro, buscando el punto más doloroso. Al palparlo no notó nada más que un pinchazo en la parte posterior, cerca de la articulación. Nada que no se curara con un antiinflamatorio y un analgésico... si los tuviese en ese momento. Recordó a la madre de Yeung y su maravilloso ungüento, y pensó en lo que daría por tenerlo a mano de nuevo.

Había dejado escapar a su hermano y no sabía por qué lo había hecho. Barney podría haber creído que le estaba perdonando la vida por el momento, pero no era cierto. Si Clint no se había levantado para enfrentarlo era porque no se había sentido emocionalmente capaz de hacerlo, no porque no hubiera podido. Podía parecer que le había dejado fuera de juego, pero aquello no había sido nada comparado con lo que Clint llevaba padecido a lo largo de sus años como agente de SHIELD, o como Vengador

"Te dan, escupes y te levantas, sin más; una y otra vez. Así es como funciona esto".

Pero aquello había cambiado cuando se había enfrentado a su hermano. Había desaprovechado una oportunidad de oro para detener los planes que tuviera. Esperaba no tener que arrepentirse de ello. Ahora tendría que buscarlo y enfrentarse a él, esta vez para detenerlo de una vez por todas. Barney se había impuesto la misión de acabar con él y, si recordaba bien cómo era su hermano cuando era más joven, no pararía hasta lograrlo.

De repente, el móvil que llevaba en el bolsillo interior de su cazadora vibró. Era un milagro que no se hubiese hecho añicos cuando su hermano le pateó el costado. Lo sacó, miró la pantalla y vio que la llamada provenía de la Torre Vengadores. Pulsó el botón verde y contestó.

—Barton.

—Agente Barton —oyó decir a la siempre correcta voz de Jarvis—, la agente Romanoff requiere su presencia en la Torre.

Clint se incorporó hacia delante, sintiendo como cada músculo de su espalda se tensaba. Contuvo el aire en los pulmones, incapaz de respirar. Natasha no lo buscaría si no fuese por algo muy importante.

—¿Nat? ¿Qué le ocurre? ¿Qué ha pasado? —preguntó, elevando una octava su tono de voz.

—La agente Romanoff ha sido herida. La llevan en este momento en ambulancia hacia el Hospital Presbite...

Clint no escuchó nada más. La puerta se estrelló con un sonoro golpe contra la pared cuando la abrió con ímpetu y salió corriendo escaleras abajo casi sin poner los pies sobre los escalones.

Entró por el acceso de Urgencias como una exhalación, sin importarle que el vigilante de la puerta le gritara que se detuviera. No pensaba hacerlo. Si quería detenerlo, que fuese tras él. Cuando llegó al mostrador, buscó con la mirada a la administrativa, una mujer sentada delante de un ordenador con las gafas a punto de resbalar por su nariz.

—¡Perdone! ¿Sabe dónde está Natasha Romanoff? La han traído hace un rato —preguntó mientras palmeaba una y otra vez el mostrador de manera nerviosa.

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