"Negocios guapa, negocios"
Cuando pasas extensas horas sola, comienzas a desarrollar lo que yo llamo pasatiempos peculiares. Como por ejemplo, mirar por una ventana la desolada calle por 45 minutos. Sin Wesley en casa, no había mucho que pudiera hacer, la televisión ya me aburría, no podía meterme a la piscina y el bajar y subir escaleras me agotaba físicamente, aunque si lo pensabas con detenimiento el tener a Wesley en casa era lo mismo que no tenerlo, pero por lo menos no me sentía sola.
Justo cuando pensé que del aburrimiento me moriría, los vidrios de la casa comenzaron a vibrar ligeramente gracias a la música que traía una camioneta roja escarlata a todo volumen por la calle. Para mí sorpresa, dicha camioneta se estacionó en el frente de la casa y del lado del copiloto se bajó Wesley con una botella de cerveza en la mano. Cuando lo vi entrar a toda prisa, me asomé curiosa por el barandal de las escaleras y comencé a llamarlo por su nombre.
— ¡Wesley!
Antes de que pudiera llamarle una segunda vez, subió a toda prisa. Me saludó haciendo un gesto con su cabeza y se adentro en su cuarto, como si estuviera buscando algo.
— ¿Te vas?
Le pregunté asomando la cabeza por la puerta de su habitación. Era la primera vez que veía este lugar y a diferencia de la mía, esta destilaba testosterona con sus paredes azules eléctrico, su escritorio negro y sus carritos de colección puestos en una pared.
— Sí, tengo que reunirme con una gente para realizar algunos negocios.
Para estar bebiendo, me había hablado con total claridad sin embargo su respuesta no me convencía. Era un Viernes, era muy de noche, y por el aspecto tan informal que Wesley traía no me creía en lo absoluto eso de tener una reunión de negocios.
— ¿Negocios?, no te creo.
— No me creas.
Se metió en su armario y momentos después salió con una chamarra negra de muy buen porte.
— No me quiero quedar sola Wesley.
Le confesé, además si me despertaba algo de curiosidad el saber para donde se dirigía esta noche. El clapson de la camioneta resonó, se dio una última mirada en el espejo y volvió a meterse dentro del closet.
— No te puedo llevar Tahel, es cuestión de niños grandes. — Afirmó desde el interior del armario e involuntariamente mi ceño se frunció al ver que me trataba como una niña. Este tipo tenía 22, no 54.
— ¿Dije no quería? Te estoy diciendo que no me voy a quedar sola.
Replantee la cuestión y aún así siguió sin acceder. Salió del armario con un maletín pequeño marrón, y se aplicó perfume antes de pasar por mi costado dispuesto a irse.
— Invita a alguien, ve películas, haz algo porque yo me demoro.
— Wesley te estoy diciendo que no me voy a quedar solar.
— Ya te dije que no te puedo llevar.
Repitió y sin pensarlo, tomé su chamarra y lo acerqué abrupta mente a mí. Hasta ahora reconocía lo alto que era y lo pequeña que me veía junto a él, sin embargo eso no me intimidaría.
— Me vas a llevar a donde sea que vayas, pero si llegas a cruzar esa puerta sin mí juro que soy capaz de llamar a Colton y contarle todas tus inatenciones.
— No eres capaz.
— No me conoces.
Me miró vacilante a los ojos, luego pasó su mirada por mi agarre en su chamarra y continuó el recorrido hasta mi atuendo que consistía de un peto de vaqueros cortos, una camiseta blanca y un tenni.
— No estás vestida para la ocasión.
Lo miré de arriba a abajo, con una ceja empinada.
— ¿Tú sí?
Vaciló, me miró directo a los ojos dudándolo mientras en su cabeza había una discusión monumental sobre lo que debía hacer. Sin embargo y como estaba ya acostumbrada, accedió a mis requerimientos.
— Entonces venga, que tengo afán.
Soltó con rudeza mi mano de su chaqueta y a toda prisa bajó un par de escalones.
— Espera, tengo que ir por mis muletas.
Me voltee, con toda la intención de tomarlas de el lugar de donde las había dejado pero en cuanto le di aviso de lo que iba a hacer Wesley, este subió a toda prisa y sin pedir permiso pasó uno de sus brazos por detrás de mis piernas y me levantó del suelo.
— ¿Tú crees que estoy de joda? Tengo afán Tahel.
Conmigo encima, descendió las escaleras en par segundos. Me bajó unos instantes para poder abrir la puerta y en cuanto estábamos afuera y la puerta estaba cerrada, volvió a tomarme con rudeza llevándome directito al auto. Quien sea que estuviera piloteando la camioneta, abrió la puerta del copiloto en dónde Wesley me dejó. Una vez dentro sentí múltiples miradas masculinas sobre mí y así mismo, me di cuenta que no había lugar libre para Wesley.
— ¿Tú donde te vas a sentar?
Le cuestioné en medio de mi inocencia pero él muy orondo, me ordenó que como pudiese me parase y sin ánimos de discutirle así lo hice, lo que le permitió a él entrar a la camioneta y sentarme en su regazo como si de un bulto de papá se tratase.
— Te juro que donde sienta algo extraño ahí abajo, te doy un guantazo.
Le advertí muy seria, pero en el auto todos rieron.
— Muchachos les presento a Tahel, mi rommie.
¿Mi qué?
— Tahel, ellos son Jamie — Señaló a quién conducía — Y de izquierda a derecha Koko, Jacobo y el ruso.
— Hola.
Sonreí fingidamente a los amigos de Wesley los cuales todos tenían una cerveza en la mano, incluso quién conducía lo que causó en mí algo de pánico. Pero apartando eso, la presencia de estos tíos me dejaba algo muy en claro y es que está salidita no era de negocios.
— ¿Para dónde vamos Wesley?
Sonrío de lado y respondió:
— Negocios guapa, negocios.
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Ahora sí, comenzó lo que jueeeee muchachas.
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Besos.
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Success.
RomanceQuería éxito, fama, reconocimiento. - ¿Esto era lo que querías, Tahel? ¿Eh? Quería autos, casas, vestidos de diseñador. - ¡Mierda di algo! Lo quería todo. - ¡Me has cagado la puta vida, Tahel! Me has...matado en vida. Pero no así. No acabando co...