Capítulo 6: "Tontobías"

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"Tontobías"

Aunque no entendía como, el comentario de Wesley de la noche anterior había chocado contra lo más profundo de mis pensamientos, había despertado en mi una desconfianza sobre como lucía y la cual nunca había experimentado antes en mi vida. El estar de pie frente al espejo, levantado mi blusa y analizando lo que tenía y de lo que carecía era una prueba de ello y aunque me hacía sentir ridícula no podía detenerme, no hasta que volviera a sentirme bonita. 

  —  ¿Qué estás haciendo qué? Venga Tahel, no seas ridícula, el tío sólo te ha visto un día y en tus peores fachas.  

  —  Es que tú no lo has escuchado como yo lo he hecho, le faltó decirle a la Elissa esa que incluso dudaba de que fuera mujer. De sólo recordarlo ardo en rabia Victoria. 

Te conozco y sé lo superficial que eres pero esto supera incluso tus límites. Te estás ganando un guantazo. 

— Eh eh calma Victoria, ya deja de regañarme y dime si has encontrado algo. 

Elissa Ivanov, 21 años, estudiante activa de derecho y vaya culo que se manda la morenaza.

— Entonces sí es bonita. 

Es un completo espectáculo esta tía pero lo curioso es que no le he encontrado ni una sola foto con el huerito.  

  — ¿Y en ningún lado dice que sean pareja, mozos, amantes o amigos con derechos? ¡Busca, busca!

Que no guapa, en ningún lado. O puede que nos estemos confundiendo de Elissa.

—  No lo creo, voy a ver que puedo averiguar hoy entonces.  

  — ¡Epa! ¡Bella durmiente! ¿Ya has despertado?  

Gritó a lo lejos, con un ánimo que me desconcertó. 

  —  Coño, el huerito me está llamando y yo sigo en pijama de pandas Victoria. Te marcó luego.  

Colgué el telefóno y vi mi reflejo una vez más en el espejo. Este pantalón de pandas, blusa holgada y chongo no eran mi mejor look, en definitiva no iba a dar una buena impresión hoy tampoco.

Los pasos en el pasillo se hicieron más fuerte. Como medida desesperada amarré mi blusa en un nudo tras mi espalda y sin siquiera tocar la puerta Wesley irrumpió en mi habitación, lueciendo muy pulcro en una camisa blanca con los primeros botonoes desajustados y con las mangas recogidas sobre sus antebrazos, haciendólo ver más sexy de lo que estaba ayer.

— ¿No tocas? Hubiera podido estar desnuda Wesley.

— Nada que me interese ver.

Una puñalada directo a mi ego.

— Vengo a decirte que es mejor que te apures, pronto llegara Tobías, el tontobías.

— ¿Tobías? ¿Quién es Tobías?

— Tu maestro, los críos de tu edad estudian — Me sonrío, malevólo — Yo me iré a trabajar, como un niño grande.

— ¿Te vas?

Le cuestioné y aunque no fue intencional, me di cuenta que había sonado como una niña a la cual su padre la abandonaba.

— Obviamente. ¿O requieres de mi compañía? — Levanto una de sus cejas divertido. ¿Por que tanta felicidad tan temprano en la mañana?

— No diferencio entre tu ausencia o tu presencia la verdad.

Le di la espalda y como pude sin mis muletas y apoyandóme en los enceres, tome mi maleta e intente levantarla. En su primer acto de decencia, entro al cuarto y recogio la maleta por mi poniendola sobre la cama.

— Procura no caerte en la ducha, o morir en las escaleras mientras estés sola. Tu enfermera no llega si no hasta el Lunes — Vio el par de regalos sin abrir sobre el mueble junto a mi cama y añadió — Es mejor que los destapes, lo que sea que haya hay adentro es mejor que el tiesto que tienes por celular. Ni siquiera sabía que aún fabricaban de esos.

》¿De casualidad le puedes descargar Whatsapp a eso?

Avergonzada por sus palabras tomé mi telefóno y le escondí detrás de mi espalda.

— ¿No te ibas?

Se quedó callado, no musitó ni una sola palabra más y se dió la vuelta marchandóse del cuarto. Seguía sin entender por qué tanta felicidad pero ahora me daba cuenta que lo prefería callado y alejado, a feliz y pretencioso.

Una vez tuve sobre mi cama la ropa que me iba a poner, entré en la ducha e implementé 50 minutos de mi vida experimentando entre la tina, las curiosas funciones del inodoro y la regadera con sus diferentes chorros y temperaturas.

En medio del octavo capítulo de Brandy y el señor Bigotes, sonó el timbre.

— ¡Ahí voy! — Tomé mis muletas y me puse de pie. Sin embargo el invitado entró antes de pudiera dar el primer paso.

— No te preocupes, tengo llaves.

Quien sea que fuera el guapetón de cabello largo en la entrada de mi casa, me exhibió su tarjeta y avanzó hasta la isla de la cocina donde descargó sus libros y el gran bolso que traía.

— Soy Tobías, tu profesor.

Extendió su mano hacia mí y sin poder ocultar mi desconciertó, estreché su mano.

— Lo sé, me veo joven.

— ¿Y acaso no lo eres? — Solté mi mano de su agarre, el que se había vuelto incomodamente extenso y río.

— Lo soy, pero sólo biólogicamente. Me gusta pensar que intelectualemente, tengo unos años de más.

Asentí, fingiendo que entendía su concepción de diferentes edades pero a simple vista parecía un poco corrido de la teja, parecía que cargaba el shampoo vencido.

— Entonces eres Tahel — Bajó la mirada hasta mi pierna enyesada y añadió — Tahel la de la patita rota.

El desconciertó volvió a la expresión de mi rostro. No sabía que responder a eso, ¿se merecía una abofetada o debía decir gracias?

— ¿Con que quieres empezar hoy, geografía de Gerardo o matématicas de Mateo?

— ¿No te llamas Tobías?

Río sólo otra vez, y sacó un libro rojo de matemáticas. Por lo menos sí, me gustaban los números.

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No tengo nada que decir, así que

Besos.

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