Prólogo

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El destino había sido injusto conmigo. Debía tomar el metro, estudiar en una escuela promedio, hacer el aseo en mi casa y comprar ropa de marca sólo cuando estaban de líquidación.

Pero la vida me tenía algo mucho mejor preparado para mi destino. Yates, joyas, vestidos de diseñador, pasarelas, todo eso esperando por mí.

— Ay amiga me duelen los pies. No quiero caminar más.

— Tahely, vamos o se nos hará aún más de noche.

— Con la suerte tan perra que nos mandamos no creo que algo peor nos pueda pasar además de perder ambas tarjetas del metro.

— Pueden violarnos, robarnos, secuestrarnos, asesinarnos, traficar nuestros órganos. — Divagó — Cierto, nada peor nos puede pasar.

— ¡La calle Osbourne! ¡La calle Osbourne! — Gritó una chica detrás de nosotras, salió corriendo y otro monto de chicas la siguió.

— ¿Qué pasa en la calle Osbourne? — Susurró mi amiga intrigada viendo como el gentío. Todo femenino. Corría hacia el final de la calle.

— De seguro una maratón de descuentos, algo así — Apoye mi cabeza en su hombro y lloriquié de nuevo — Se me durmió el pie.

— Entonces cállate para que no se despierte.

— No es gracioso Victoria, llevamos como veinte cuadras caminando. El maletín comienza a perforar ni hombro — Afirmé.

— Deberíamos sentarnos en una esquina a mendigar dinero — Propuso y rodé mis ojos. No tomaba nada en serio.

— Tahel deja de pensar en el dolor, lo lejos que estamos, lo tarde que es y comienza a irradiar positivismo.

Derepente recordé algo.

— Ten esto aquí — Baje mi maletín de mi hombro y lo puse en sus brazos. Quite el zapato de mi pie izquierdo y tome el billete de diez dólares que tenía ahí.

— ¿Porqué había un billete en tu zapato? — Cuestionó confundida.

— De emergencia — Afirmé y ella bufó incrédula — Ugh, Neutron me pidió un beso a cambió de diez dólares y para asegurarme de no extraviarlo como mi futuro lo puse en mi zapato.

— Ahora podremos tomar un taxi — Agregó y asentí hiperactiva. Nos abrazamos enérgicamente y comenzamos a saltar vigorosas. Una ráfaga de viento nos azotó y se llevó con la corriente mi billete.

— ¡No, no espera bonito! — Salí corriendo detrás del trozo verde, empuje personas, esquive vagamente obstáculos en el camino e incluso mi cabello se zafó de su amarre que llevaba. En mi milagro salvador, alcanze a tomar el billete con la punta de mis dedos. Fue tanto la alegría que me cargaba que no vi el auto que venía doblando en la esquina.

— ¡Tahel muévete! — Gritó Victoria en el extremo de la acera.

Las luces prominentes del auto me cegaron, puse mi brazo en frente de mi rostro y después de eso todo se volvió negro.

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Prólogo de Success.

Besos.

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