Prologo

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PROLOGO

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Se dice que la inocencia Infantil es la más pura y sincera etapa de nuestras vidas. Todo es felicidad y buenos momentos. No hay personas que desearía volver a esos tiempos de cero preocupaciones, donde todo lo mirábamos con buenas intenciones.

-¿Joel?- Pregunto una pequeña de 7 años sentada en el regazo de quien podría pasarse por su bisabuelo. Pero la realidad era otra.

-Joel… ¿Te pasa algo?- Pregunto nuevamente la pequeña un poco preocupada por la actitud de su padre, ya que luego de leerle la historia de “Peter Pan” este cerro el libro y se quedó perdido en sus pensamientos por un largo rato. Aunque era su padre, tenía la costumbre de llamarlo por su nombre en señal de respeto. Tras el segundo llamado el anciano parecía dar señales de vida y solo se dedicó a sonreírle a su hija para que se tranquilizara.

 Esta le regreso el gesto y tomo el libro para ponerlo donde corresponde dentro de la enorme librería. Un piso completo de estantes llenos de libros. Muy parecido a una biblioteca personal del anciano sentado en un cómodo sofá ubicado en el centro del salón. Ella volvió a su sitio preferido siendo abrazada por el hombre.

-Bueno pequeña, creo que es todo por hoy- dijo Joel en señal de las clases terminadas.

La niña levanto la mirada y le hizo un comentario que no sorprendió al anciano. – ¡Es imposible! No se puede ser un niño por el resto de la vida. – Se acurruco más a su padre - a mí no me gustaría-

Cada día que pasaba en su vida, lo sorprendía con su inteligencia precoz  e intuitiva. Todo adulto soñaba con ser un niño otra vez, y él no era la excepción.  Con sus 81 años de historia lo dejaría con las ganas de volver a esa preciosa época que era su niñez.

-Tal vez a ti no, por eso es bueno disfrutar, no tu tiempo sino tu vida tal y como se formó… - Dijo mirando seriamente a la niña- pero si me lo preguntas…- Sonriendo.- si me gustaría.

-¡Ahora! - Dijo elevándola en el aire- ve, que tu amigo imaginario te ha de estar esperando.- Colocando la en el suelo y sonriéndole de forma infantil y burlona. Ella inmediatamente se enojó dándole la espalda y antes de pasar al umbral de la puerta.

-¡NO ES IMAGINARIO!- Grito y salió corriendo de la habitación.

Cuando ya no la miro Joel se rio para el mismo, preguntándose como una niña superdotada como ella tendría que hacerse un amigo imaginario. No le tomo importancia y solo llamo a una sirvienta para que le trajera un poco de té.

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La niña se paró enfrente de su casa un poco enfadada por los pensamientos de Joel, observando el inmenso prado en la parte posterior de la casa. Sonrió y se hecho a corres sintiendo su largo cabello ondulado color cenizo, ser mecido por el viento hacia atrás. Corrió  y corrió, hasta  llegar a un lugar que se parecía a un pequeño bosque con una cascada de agua cristalina y brillante. A su alrededor se encontraban inmensos pinos, pero sin llegar a tapar la luz del sol. Todo el lugar era cubierto por un manto de césped fresco y verde. Tras respirar un poco se colocó entre las raíces de un pino cercano “esperándolo”, abrazo sus piernas sintiendo la suave tela de su vestido y las medias que traía puesto.

-“Ve que tu amigo imaginario ha de estar esperando por ti”- las palabras de Joel se escuchaban en su cabeza. A veces creía, sacudió su cabeza. Eso era imposible. Él no era imaginario, era una persona de carne y hueso, tan real como ella. Que nadie lo haya visto, no significa que ella lo haya imaginado.

Paso el tiempo, cuando escucho el constante correteo seguido un caballo relinchando. Busco de donde provenía el ruido y diviso a alguien con un cubre todo color negro bajarse de un enorme caballo negro. Su rostro mostro una cálida sonrisa para quien la miraba desde el caballo.

-¡MAGO!- Grito la pequeña antes de salir corriendo y abrazarlo por las piernas, enterrando su rostro en estas. Sintió la grandes manos del hombre separarla de su cuerpo para acariciarle suavemente el rostro.

-Mi Pequeño Ángel- Dijo deforma melancólica y con un deje de tristeza.

La pequeña se enteró de inmediato que algo le pasaba a su amigo como ella lo llamaba, pero su padre se empeñaba en hacerle creer que era imaginario ya que según él nunca lo había visto, además de que solo ella lo ve. Y era verdad.  Pero porque él, todos los días, antes de despedirse, desaparecía de su vista. “Como un verdadero Mago”, pensó ella.

El hombre se quitó la capucha mostrando el rostro perfecto de 20 años. Sonriéndole a la niña para luego levantarla y abrazarla contra su pecho. Él se dedicó a olfatear el ligero aroma de su cabello. La estrecho más fuerte entre sus brazos. Leonor extrañada correspondió al abrazo, sin terminar de entender su actitud. Por alguna extraña razón se sentía tan segura en compañía de ese hombre a quien no conoce ni el nombre, solo se dirige a él como Mago. Y ella como su Pequeño Ángel. Ninguno necesito saber su nombre durante ese tiempo. En los 2 años en que se reunían en ese hermoso prado olvidado del territorio de la casa.

Cuando se separaron el ya mostraba una sonrisa. Luego de eso todo volvió a lo normal. Pasando toda la tarde en compañía mutua. El mostrándole sus trucos y ella, tratando de encontrar el verdadero truco de su “Magia”, pero por más que registraba no encontraba su estrategia para la aparición de una paloma en la palma de su mano. Era de todos los días ella intentaba descubrir y luego se rendía frustrada y enojada. El solo se resoplaba una risa, al ver lo tierna que se miraba enojada.

Luego de eso el propuso un paseo en caballo, por todo la zona. Todo parecía normal a como solía ser. Pero a medida que se acercaba el atardecer, la sensación de tristeza iba aumentada tanto para el Mago como para el Ángel.

Y como todos los días, llego la hora de la despedida. Pero en esa ocasión sería diferente. No quiso ser imprudente, pero la curiosidad le gano. Luego de terminar el recorrido se bajaron del caballo. Primero él y luego la bajo con mucho cuidado tomándola de la cintura. Al tocar el piso con sus pies, miro al Mago y tenía la cabeza gacha.

-¿Te sientes bien Mago?- Pregunto la pequeña.

Pero el cerro sus ojos. Y se levantó de su respaldo que era el caballo.

-Sé que me comprenderás. No quiero que me odies, lo menos que quisiera es tu desprecio, pero debo irme. – Dijo observado el atardecer, para luego dirigir la su mirada a la pequeña niña, apretaba sus manos sobre su pecho para tomar fuerza. Ella había entendido.

-¿Por cuánto tiempo?- Pregunto con voz apagada.

- No lo sé- respondió. – Créeme que esto es algo que yo no quie…- pero callo al ver los hombros temblar y como se cubría el rostro con ambas manos.

Se agacho para quedar a su altura y poder abrazarla. Lo que  menos quería era hacerle daño, se sentía miserable y más sabiendo que él era el causante de su dolor. Quería estar al lado de su pequeño rayo de luz.

-Perdón- Dijo ella aun siendo abrazada. El no comprendía el motivo de su disculpa. – Yo no quería que te fueras  con una imagen llorona de mí- Siempre sorprendiéndolo con su forma de ver y comprender las cosas.

- Escucha, no quiero que pienses que es culpa tuya. Solo es algo que debo hacer.- dijo para separarse y mirarla a esos ojos color ámbar. Limpiado las lágrimas con su pulgar. – pero te prometo que yo vendré cuando menos te lo esperes. – Las pequeñas manos tomaron la grande. Miro la duda en los ojos de la pequeña, entonces se le ocurrió algo. La soltó para desabrochar un dije de plata y ponérselo frente a su rostro asombrado.

- ¿Me lo cuidarías mientras estoy ausente? – Luego momento lo acepto con una sonrisa de esperanza.

Él se marchó en su caballo después de colocar su collar en el cuello de la niña. Se despidió agitando su mano y luego cabalgar sin mirar atrás. No se lo merecía, no quería que las cosas fueran así. Esa niña logro ablandar su corazón a tal grado que extrañaría a ese Ángel caído, algo que nadie logro jamás en él. Solo podía sentir el viento cálido golpeando su rostro.

No despego su mirada del horizonte hasta que la imagen del Mago desapareciera. Con el dije apretado fuertemente en su pecho, ella cumpliría su promesa. Una prueba de que no era un amigo imaginario. 

El Mago y El AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora