Sabado de Piscina.

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En la mañana del sábado, día de descanso y mucha paz, Jose Manuel observaba a Isabel dormir plácidamente siendo ya las 12:30 del mediodía.  Admitía que, la noche anterior habían hecho el amor salvajemente hasta cerca del amanecer, pero no lograba comprender como era que su esposa podía dormir tanto. Se acercó para acariciar su mejilla y su espalda descubierta.

José: Isa... -Besó su cuello- Gordita despierta, vamos a almorzar anda... -Ella dio un largo suspiro presionando los labios y meciendo con su cabeza sin abrir los ojos.

Isa: Aún no pasan las ocho horas -Estiró su mano y alejó a Jose Manuel para quedar boca abajo abrazando su almohada.

Jose: Pero Isa... -Isabel buscó sus labios y los acarició presionándolos, claramente callándolo.

Isa: Shhhh, déjame dormir -Apenas y respondió con su voz ultratumba. Jose Manuel volteó los ojos y se alejó.

Jose: De acuerdo. -Respondió y bajó hacia la cocina en donde comenzó a hacer el almuerzo. Realmente tenía la idea de cocinar junto a ella y servirse la comida uno al otro, darse bocados en la boca, como todas las parejas que logran un fin de semana a solas.

Ya almorzado, y habiendo pasado dos horas desde que intento despertarla, Jose Manuel volteó los ojos molesto y subió a paso firme por las escaleras hacia la recamara que compartía con su esposa, encontrándola del mismo modo en la que la había dejado hacía ya dos larguísimas horas, dormida y abrazada a su almohada.

Jose: ¡Ya es suficiente! -Dijo alto y la tomó en brazos. La misma Isabel se removió sorprendida y su expresión fue de pánico al verse al borde de la piscina.

Isa: ¡¿Que chingados haces Jose Manuel?! -Gritó amarrándose a su cuello cuanto podía, mientras él amenazaba con tirarla dentro.
Jose: Buenos días esposa  -Ella levantó su mirada alarmada y luego lo miró con furia.

Isa: No te atrevas cabró... -No acabó que ya él se había lanzado al agua con ella en brazos, incluida la sabanas que cubría su desnudez.

Isabel sintió desfallecer cuando la helada agua le cubrió su cuerpo cálido por el tenue calor de las sabanas de lino. Llegó a la superficie tosiendo y sintiendo que de su nariz salía el agua salada que imitaba al mar.

Isa: ¡E-res un imbe-ecil! -Gritó con molestia mientras se tapaba la nariz y tosía intentando recuperar su de oxígeno.

Jose: Lo siento cariño, pero me tienes sol...

Isa: ¡Mejor te callas estúpido! -Lo fulminó mientras intentaba amarrarse a la empapada sabana, con el vano intento de cubrir su desnudez. Pero la misma se le pegaba en la pálida piel, dejando ver todo como si no la cubriera absolutamente nada.

Jose: Tampoco exageres mujer, ¡solo fue un chapuzón! -Se rió, sabía que ella estaba molesta, pero ella debía dejar de dormir de aquel modo, se perdía del día.

Isa: ¡Me importa un rábano lo que digas! Sera mejor que no me molestes hasta que se me quite el enojo que traigo porque te juro que ¡tengo ganas de estrangularte! -Gritó con bronca e hizo un gruñido agudo mientras presionaba su mandíbula y se volteaba para subir los escalones para salir de la piscina.

Su esposo la detuvo al instante tomando su cintura con firmeza y presionándola contra su cuerpo con rudeza. Ella gimió al sentir como le estimulaba sus senos mientras su gran y muy abultado miembro se hacía notar contra su trasero.
Jose: Yo estoy molesto por que me abandonaste por la maldita almohada medio día! ¿Y yo a quien estrangulo? A la almohada ¿Verdad? -Preguntó contra su oído, mientras sus manos descubrían su cuerpo dejándolo desnudo junto al suyo. Isabel gimió cuando él presionó su vientre y su miembro se atrapó más contra sus nalgas. Ese hombre la había llevado de la furia total, al más hambriento deseo.

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