Capítulo once.

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La habitación perteneciente a los dos era ocupada momentáneamente por Goku, quien frente al espejo, culminaba de arreglarse al ajustar su corbata admirándose frente al espejo.

Milk hizo su ingreso a la pieza con la actitud que solía caracterizarla; firme ante el batallón de emociones rebotando en su mente y pecho. Y sosteniendo un ramo de rosas recién recogidas de su cultivo, no vaciló en proponer:

—Quédate, Goku.

Él, únicamente como respuesta, se dejó avanzar hasta donde ella esperaba con lo único y último que poseía: esperanza.

—Debo irme, Milk, es por tu bien —declaró susurrando en su oído—. Esto se acabó, adiós —finalizó abandonando el lugar.

Ésta, como reacción de todos us sentidos, apretó inconscientemente las flores con sus manos, cuyas espinas traspasaron sus guantes dándole paso a un líquido del mismo color que éstas, el cual acabó en su delantal como cascada desemboca en un río.

La belleza excepcional de los petalos, pero el roce con su tallo espinoso.

Con el filo de la flor // Dragon Ball AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora