Dos: Restos especiales de un día especial

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Los dos hermanos, nerviosos, terminaron de estudiar, y avisaron a su madre.

—¿Habéis terminado ya? Genial. —Sonriendo, cantó— ¡Venid al salón!

Allí Richard, Anaís, Nicole y Darwin le cantaron el <<cumpleaños feliz>> a Gumball y le dieron los regalos. Eran un nuevo "Zelmore" y una camiseta nueva.

-¡Qué guay! -Exclamó maravillado.- Gracias, me la pondré para mi quedada con Penny.

Gumball esperó impaciente a que llegaran las cinco y media para prepararse para salir. Justo entonces miró a Darwin, que estaba celoso, como normalmente estaba cuando Gumball hablaba de Penny, y el gato se acercó.

-Darwin...

-¿Qué?

-Cuando vuelva te prometo que jugaremos al Zelmore hasta que se nos quede la cabeza cuadrada de tanta tele, ¿qué te parece?

-Que... que has exagerado un poquitito de más de lo que deberías.

-Pues hasta que solo los ojos se nos queden cuadrados.

-Eso sí, no sé si me quiero parecer a una caja naranja.

-Ya, bueno. Yo me voy ya. -Terminó, y cerró la puerta de casa.

Aunque aún Darwin estaba triste, a Gumball le pareció que estaba más animado. Y es que era una vedadera tortura que la persona que más quería en el mundo, su mejor amigo, compañero y hermano, con el que compartía casa y clase y jamás se separaba, estuviera enfadado con él.

Por la calle, parecía seguirlo una estela de felicidad y agrado. El día no había sido el mejor del mundo , pero pensó que la mejor parte aún estaba por llegar. El ver a su querida Penny le hacía un hombre (o niño) nuevo.

Llegó al centro comercial más pronto de lo que jamás habría pensado, y se sentó en la mesa mejor situada del "Dinner." Solo tres minutos más tarde una brillante y radiante chica apareció por la puerta. Como un ángel, Penny apareció con una sonrisa en la cara.

-¡Hola, Penny! -Saludó el gato.

-¡Oh, Gumball! No esperaba que hubieras llegado ya.

-¿A que no? Espera... ¡ey!

-Jeje, era una broma.

Pidieron, como era la hora de la merienda cada uno se tomó un bocata y limonada.

-La verdad, no es la comida más romántica del mundo, pero... -Rió Penny.

-Tienes razón. Pero mi madre no me deja comer mucho, sino luego dice que no tengo hambre a las nueve y media para la cena...

-¿Cenas a las nueve y media?

-Sí... ¿Tú?

-Yo a las nueve. Mi padre prefiere que vaya a dormir pronto para descansar y no tener mala cara todo el día...

-Nunca tienes mala cara.

Penny sonrió, y Gumball se puso tan rojo como el tomate de su comida.

-Gracias. Tú tampoco.

-¿Que no? Deberías verme los domingos que mamá nos lleva a misa...

Los dos se rieron con ganas. Tuvieron una conversación agradable, y una hora después se despidieron.

-Adiós, mi padre pregunta si me voy ya. -Dijo Penny, fastidiada.

-Y mi madre seguro que se lo estará preguntando... -Contestó Gumball.

-Bueno, pues, ¡adios!

Caminó hacia casa. Cenaron más pronto de lo normal, y los dos niños se acostaron pronto también. Gumball estuvo pensando en qué le diría a Simian. Esperaba no haber montado un lío que cambiaría la vida tal y como la conocía.

DElante Y DEtrás (El Asombroso Mundo De Gumball)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora