Quince: Primer asalto

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Rodeando manzanas, yendo a través de callejuelas y salteando a la gente (a la que había a esas horas) llegaron por fin a su destino. Corrieron a la entrada, y sin avisar siquiera de su llegada, abrieron la puerta y gritaron.

—¡Zac y Raglan! ¡Aquí! ¡Ahora!

Ellos salieron desorientados de un sueño ligero. Se rascaton la cabeza y preguntaron el motivo de un despertar de tan mal gusto.

—Kail. Ha vuelto. —Informó Gumball.

—¿Otra vez? —Se alarmó Zac.

—Ya nos ha controlado una vez a cada uno, y no fue agradable... —Se estremeció Raglan.

—Lo sé. A nosotros también, y es que somos la misma persona pero de dos dimensiones distintas. Si a vosotros os afecta el virus de Kail, a nosotros también. Y siendo los únicos que podemos salvar a todos de él, eso nos crearía la mayor dificultad imaginable. —Expresó Darwin.

—Esto... Darwin... —Gumball se le quedó mirando.

—¿Qué?

—Nada, que no sé cómo hablas así de culto cuando solo tienes once años, y yo teniendo trece no lo consigo. Y eso tiene mala pinta.

—Oh, no me había dado cuenta. ¿Será algún mal síntoma o presagio de muerte?

—A ver, yo con mala pinta me refería a que tú hablarías mejor que yo en el futuro, cosa que no me gustaría a mí, pero tú te has pasado un poquitin de nada. —Darwin le miró impasible.— Bueno, un poquitin demasiado.

—Pues perdoneme, mi señor.

—¡ARGH OTRA VEEEZ!

Gumball tapó la boca a Darwin para que no dijera más cosas educadas. Este solo se encogió de hombros.

—Y entonces —Raglan cambió de tema— ¿Dónde nos protegeréis de Kail?

—Pues... —Gumball pensó.— ¿En el desván?

Luego, en el desván

—Yuju, que diver. —Exclamó irónicamente Raglan.

Estaba sentado encima de unas cajas de cartón al lado de su compañero Zac.

—Ehh, chicos. —Intervino él.— ¿Me podríais recordar el por qué estamos aquí manchandonos de polvo milenario?

—Porque no queremos que se os contagie el virus de Kail, y si os enfermais, nosotros también, y no podremos salvar a Betty ni a nadie más.

—Del virus Kail no nos enfermaremos, pero sí de cualquier otra cosa... —Raglan se siguió quejando.

—¿Y...? —Empezó Darwin, pero Gumball le tapó la boca.

—No quiero que sigas hablando así de raro. Vámonos y ya está. —Le susurró.— Adiós a los dos, no os pireis, vampiros!!

Luego se alejaron hacia la salida.

—Eso solo hace gracia cuando dices el verbo pirar en primera persona, para que rime con el sustantivo vampir... —Le dijo Darwin.

—¿Qué te he dicho de hablar así?

—Argh...

—Pues en ese caso, ¡Nos piramos, vampiros!

—¡En singular!

—Has dicho que lo dijera en la primera persona, no en un número concreto.

—Vaya, Gumball, me parece que has atendido a clase de Lengua estos días... Me sorprende porque nunca lo haces.

Gumball le dio un golpecito a su hermano en el brazo, y luego se volvió a los amargados actores y les dijo:

—¡Adiós, me piro, vampiro!

—Ahí le has dado.

—¡A la tercera va la vencida, bro!

Después, Raglan y Zac les vieron alejarse.

—¿Se puede saber cómo una cosa tan insignificante como esa puede dar para tanta conversación? —Se extrañó Raglan.

Zac se encogió de hombros.

—Tampoco le des muchas vueltas. Piénsalo, son Gumball y Darwin al fin y al cabo...

—Cierto.

DElante Y DEtrás (El Asombroso Mundo De Gumball)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora