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| F R A N K |

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| F R A N K |

Miré a todos lados, esperando no ser descubierto. Me encontraba caminando hacia la sala de la elite, donde las reuniones y conferencias se formaban allí. Eran uno de los lugares prohibidos y pocos transcurridos por la mayoría de las personas. Se decía que guardaban un secreto sumamente peligroso y que las áreas de toda Hiddark se encontraban pasando el pasillo de la sala. Conocía poco y nada de las cosas que se podrían encontrar allí. Rumores decían que fabricaban una bomba atómica capaz de matar a todas las personas del mundo y nosotros ser inmunes a ello. Otros comentaban que había más ramas de especializaciones, separadas de lo que era la Legión en sí y que las Tropas (la sección de informativos) estaban ocultas bajo tierra.

Me oculté detrás de una pared, a lo lejos se veía una luz blanca y brillante. Se podía apreciar que se encontraban personas limpiando allí. Una señora tarareaba una canción junto a una niña. Ambas tenían un vestido polvoriento, un pañuelo en su cabeza y otro en su boca, moviendo escobas y trapos por toda el área. No era extraño que sean de los reclutados, algunos los ponían como sirvientes a pedido de ellos, al no encontrarse a la altura para formar las misiones o cabeza para estudiar tantas cosas. Sentía algo de lastima y ganas de ayudarlos, a sacarlos de estas cuatro paredes. Pero aquí no morían de hambre, pero sí de cansancio.

— ¿Qué haces? —preguntó una voz en mi oreja.

Me giré rápidamente, colocando una mano en la boca del sujeto que se encontraba a mi espalda. La otra mano se ubicó en sus manos, mientras que mi pierna se encontraba entre las ajenas. Eran las típicas poses que te enseñaban en primer año de la academia. Al sentir mi vista aclararse en la oscuridad, vi el rostro que no había observado en muchos días.

—Eres tú... —murmuré con un suspiro de alivio.

Kuchel me miraba con los ojos abiertos de la sorpresa. En un movimiento me señaló la postura en las que nos encontrábamos. Si otra persona nos encontraba, pensaría que estaríamos haciendo cosas indecentes fuera de la hora de la madrugada.

— ¿Qué haces? —preguntó al momento que quité mi mano.

Coloqué un dedo entre sus labios, esperando a que la canción de las mujeres se aleje o simplemente dejen de sonar.

—Quiero ver si el mito es de verdad —le expliqué—. Algunos ven como dioses curadores a los de la Elite, cuando son sólo simples personas alrededor de una mesa. Cuando vienes herido de una misión y entras a sus salas, sales como nuevo al mes. Yo quiero ver sus secretos y cómo hacen todo.

Alcé los hombros, para volver a mi posición anterior. Quería buscar el momento perfecto para adentrar en aquella habitación.

—No hay nada —susurró ella.

—Tsk, claro que sí. Me leí varios libros buscando alguna pista del paradero de sus secretos. Allí dicen de forma indiferente que hay cinco libros únicos en toda la mafia, sobre todos los secretos de cada área. Es decir, no sólo existen las Tropas, la Policía, la Elite y la Legión. Hay otra área que no dicen en los libros que leemos, pero siempre se refieren a ella como la más inusual y la más potente de todas. ¡Necesito saberlo!

—Pero los libros de historia aclaran que esos libros fueron quemados para conservar la paz con los gobiernos locales y no formar terrorismo. Acuérdate que los Hiddark, en la antigüedad, eran una secta que locos guiados por el comunismo y el neoclasicismo. Hacían rituales y esas cosas horribles, por suerte llegaron los Wagner para cambiar todo.

Moví la cabeza de un lado a otro, nunca estudié algo con tanto placer de encontrar pistas, pero tenía razón. Me arriesgaba a muchas cosas por querer encontrar libros quemados.

—Conservo una pequeña esperanza a que haya copias —añadí.

Observé que la luz del lugar se había apagado, junto a las canciones de las mujeres. Agradecía internamente aquello, tenía más oportunidad de poder entrar a la sala. Formé tres pasos hacia afuera de la pared, el área se encontraba con materiales especiales, hechos para que se formara propagación de sonidos de forma más alta de la normal. Maldije mentalmente a la seguridad de esta área, ni una mosca podría pasar de desapercibido en estos lugares.

—Te acompaño —comentó la chica que tenía a mi lado.

Fruncí el ceño al escucharla, por lo que volví al mismo lugar para que no se produjera eco.

—Pensé que estabas enojada conmigo.

—Me dijiste gorda, idiota.

—Las mujeres son muy sensibles cuando se les dice la verdad.

Sentí un agudo dolor en mi brazo, por lo que tuve que hacer un esfuerzo para callarme. Esa mocosa me había pegado.

—Olvida por hoy mi juramento, quiero saber también sobre ello. Papá nunca me deja tocar los libros de su biblioteca, por lo que tuvo que traerlos aquí.

Suspiré rendido, por lo menos sabría ayudar en varias cosas sin quedar trabada en los lugares estrechos. Cuando volví a prepararme para adentrar en aquella cueva de la muerte, sabía que no estábamos solos.

Pain ❥ᴋᴜᴄʜᴇʟ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora