Miré a mí alrededor intentando buscar algo para golpearlo, pero no hallé nada. Mordí su mano y lo empujé, echandome a correr. Sentí sus manos sobre mí cintura, y de un brusco movimiento estaba nuevamente contra la pared.
— ¿Quien eres? — pregunté molesta y asustada. Él poso sus brazos a ambos lados de mí cabeza, con sus ojos clavados en mí. Acorralándome contra la pared.
— Soy tu dueño ¿no lo recuerdas?— su expresión reflejaba su irritación. Él bajó su mirada, recorriendo mí cuerpo. En ese instante recordé que estaba desnuda, instantáneamente me cubrí mis senos y mí intimidad. Eso no era un sueño, era tal real como mí existencia. Ese hombre desnudó estaba en mí casa, en mí baño y con intenciones dudosas.
— Si me pones un dedo encima llamaré a la policía — amenacé. Él bajó su mano y con la yema de su dedo pulgar recorrió mí mentón, pecho y vientre. Mí cuerpo se estremeció y un hormigueo apareció en el rastro de su tacto.
— Deja que te explique, tú eres mía. Y en la posición que estas no tienes derecho a hacer ninguna amenaza. — se burló. Su sonrisa era tan brillante. Tan tierna, que me hizo flaquear y bajar mi guardia.
— ¿Vas a violarme?— lo enfrenté, dispuesta a pelear. Recuperando la dureza, mis cuerpo se tenso y frunci el ceño.
— Pff... Como si fueras a resistirte — respondió con aires de grandeza.
Antes de que pudiera responder sus labios se apoderaron de los míos. Sus manos bajaron a mí cintura y me pegó a él. Provocando que Mí intimidad rozara su entrepierna.
Por instinto seguí aquel beso. Cerré mis ojos disfrutando de su tacto, sus labios eran suaves y sabían a ¿Leche?. Mordió mi labio inferior pidiendo entrada. Separé mis dientes permitiéndole paso a su libidinosa lengua. Recorrió cada rincón de mí cavidad bucal.
