8. Diagnóstico

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Resumen de la Nota 3 del Expediente de Gabriel.

El joven doctor abrió la carpeta que tenía en su escritorio. Sabía que su tarea no era tan drástica como tuvo que haber sido para el primero de los médicos. Aunque comunicar malas noticias siempre es difícil.

Y sabía que cuando se trata de padres, la sensación es aún más paralizante, porque se sienten los ojos clavados en el rostro, a la espera de que se les comunique que los diagnósticos anteriores estaban equivocados. O que, a la luz de nuevos descubrimientos, hay una salida posible.

Pero no es este el caso.

—Lamentablemente, debo decir que nuestro diagnóstico coincide con el de los colegas que han visitado anteriormente. Lo siento —no conocía una manera más suave de acercarse al problema. Ser directo es, a veces, la mejor forma de comunicar este tipo de noticias.

—Mi hijo no puede ser autista —musitó el padre, negando al mismo tiempo con la cabeza.

La madre habló arrastrando las palabras.

—¿No hay posibilidades de que sea sordo? —preguntó como si un trastorno aparentemente menor al que tenía, fuera deseable. El diagnóstico de "autismo profundo" les había dolido tantas veces en sus oídos, que ya era capaz de aceptar cualquier otra cosa.

—Lo siento mucho. Es mejor que se hagan a la idea, deberíamos empezar con las intervenciones adecuadas cuanto antes —dijo el médico. Sabía que debía encontrar un objetivo en el que los padres pudieran centrarse y canalizar su ansiedad.

—¿Como pueden...? —empezó la mujer deteniéndose para carraspear y enjugarse una lágrima— ¿Cómo pueden estar tan seguros?

—También quiero decirles que tienen a su disposición todo el servicio de psicología del Centro. El proceso que los espera será agotador y es importante que ustedes se pongan fuertes por el bien de Rodrigo.

—¿Cómo pueden estar tan seguros? —repitió con tono gélido esta vez, mientras mantenía la vista en el suelo.

—Por supuesto que hay que seguir haciendo pruebas —intentó minimizar el doctor.

—¡Qué cómo pueden estar tan seguros! ¿O es que no me escucha? —escupió la madre enfrentándolo con sus ojos enrojecidos.

—Verá, señora, es algo técnica la explicación —dijo el doctor mientras recogía de manera torpe unas cartulinas que tenía sobre su escritorio. Eligió una con un gran círculo dividido en varias porciones triangulares, con tres radios bien diferenciados y continuó.

—Este es un esquema que funciona como una guía, hay muchos esquemas, pero este es uno de los más comunes y nos ayuda en el diagnóstico de trastornos mentales. Como ve, hay tres grandes sectores que, a su vez, están divididos en porciones menores como si fueran de una tarta. En el sector llamado "A", cada porción enumera los síntomas que determinan el deterioro cualitativo en la interacción social recíproca del paciente; en el grupo "B" se enumeran los deterioros en la comunicación verbal y no verbal y, en el grupo "C", se destacan las limitaciones en las actividades e intereses generales. Son 16 síntomas principales divididos en estos 3 grupos. Interrúmpanme cuando tengan alguna duda.

El médico se detuvo para ver si la atención de los padres era plena y además evaluar si habían asimilado lo que les había dicho. Con el tiempo, los padres terminan siendo expertos en las enfermedades que aquejan a sus hijos, así que consideró que podía continuar adelante.

—Para que podamos sospechar que estamos frente a un autista, debemos determinar qué, por lo menos, presente dos síntomas del grupo "A", uno del "B" y otro del "C".

—¿Y mi hijo? —preguntó el padre a bocajarro, cansado de tanta palabrería.

—Cuatro del grupo "A", tres del "B" y tres del "C". Lo siento, esto en sí mismo ya es concluyente. Señala un diagnóstico y nos muestra un camino a seguir.

Fue como escuchar una sentencia y quedar a la espera de la ejecución.

El médico continuó.

—Les decía que es muy importante que comencemos la terapia cuanto antes para determinar el grado de autismo que le afecta —carraspeó y evitó mirar a la madre a los ojos—. Si bien este esquema clasificador no es la única guía para diagnóstico que podríamos utilizar, nos encontramos frente a ciertas características que no ofrece mayores dudas.

El médico podía adivinar el llanto reprimido y las ganas de gritar. O mejor dicho, podía ver en los ojos de esos padres las ganas de abalanzarse sobre él y hacerlo víctima de toda la ira que los dominaba.

—El tratamiento precoz es muy importante. Nos permitirá aumentar las posibilidades de una mejor evolución del trastorno..., pero es mi deber explicarles que existen algunas probabilidades, no muchas, de que nos encontremos frente a un problema más grave aún.

—Adelante —dijo el padre después de carraspear y tragar saliva.

Con un gesto imperceptible apretó fuertemente la mano de su mujer. Era difícil saber si lo hizo para darle ánimos o para a buscarlos.

—En esta etapa, los síntomas de autismo suelen confundirse, quiero decir en el sentido de que no se diferencian, de lo que denominamos "esquizofrenia infantil precoz", si bien los rasgos distintivos de esta última suelen manifestarse en edades más avanzadas. Así que lo repito: debemos estar preparados, hay que empezar el tratamiento inmediatamente.

La madre comenzó a sollozar. Porque una madre siempre sabe.

No hacía falta esperar a la ejecución. Acababan de oírla.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora