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El sol brillaba sobre su cabeza, abrasando su cuero cabelludo. Gotas de sudor recorrían su espalda.

Lo había conseguido, habían ganado el partido. Cientos de adolescentes hormonados se levantaron de las gradas gritando una gran ovación. Mientras, él sonreía y trataba de recuperar todo el aire que había estado conteniendo hasta el momento.

Justo en ese momento, cuando todos los espectadores invadieron la cancha celebrando aquella merecida victoria, una chica se acercó a él con paso decidido.

Le miró a los ojos, tomó aire y gritó, con los ojos cerrados:

-¡ Diego Rodríguez, me gustas!

SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora