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Aquel era uno de esos días en los que nada sale bien. De los que te despiertas y el cielo está nublado, y sabes de antemano que el mundo estará en tu contra en todo lo que decidas hacer.

Por eso, llegada ya la tarde, Diego estaba frustrado y lo único que quería era terminar aquel dichoso entrenamiento para volver a casa y dormir toda la tarde. Sólo estaba él en el pabellón, él y su pelota de baloncesto, y aquello se debía a que había llegado media hora tarde y tenía que compensarlo.

Era ya la quinta vez que lanzaba el dichoso balón sin encestar en la canasta, por lo que se sentó en el suelo, todo sudado, y se llevó las manos al rostro. Fue en em momentl en el que levantó la cabeza, cuando vio un papel naranja encima de uno de los bancos de los jugadores.

En la pequeña nota se podía leer:

Hoy no estabas entrenando cuando llegué, así que he supuesto que has llegado tarde. Sólo quería darte ánimos.

Sabía que era de Sunny, no necesitó ver la firma.

Es curioso como pequeños gestos consiguen animarte un poco el día. Esta vez al lanzar el baño sí que encestó.

SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora