XXVIII

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Tenían los atriles colocados paralelamente, impidiendo ver el dibujo de cada uno. Diego asomaba la cabeza de entre las páginas de su bloc de vez en cuando, con el ceño fruncido y observando su rostro con una mirada profunda e impasiba.

¿Qué estaría pensando? ¿ Pensaba que se veía bonita? ¿Pensaba algo, en realidad?

Detuvo el pincel un instante y se revolvió en su asiento, intrigado.

-¿ Te ocurre algo?

- ¡N-no!

- ¿Debería dibujarte así de ruborizada?- preguntó, aunque la última palabra no se entendió muy bien ya que una gran carcajada brotó de su garganta.

- Ni se te ocurra, pareceré un tomate.

- No, la verdad es que te ves...bien- pensó mucho la palabra antes de decirla.

-¿ Debería dibujarte yo sonrojado a ti ahora?

Él alzó las cejas sorprendido, sin duda alguna. Aquella chica tenía una lengua de oro por lo que parecía.

- No estoy ruborizado.

- Solo un poco.

- Es solo que hace calor aquí.

- Ajá...

- Pienso dibujarte un gran grano entre ceja y ceja.

-¡ Ni se te ocurra!- exclamó medio susurrando para no llamar la atención de la profesora. Se abalanzó hacia la mano de Diego, que se disponía a realizar el próximo trazo.

Cuando Sunny vio su dibujo quedó sin palabras.

SunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora