Capítulo 3. No puedo prometerte algo que no sé si voy a cumplir

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Viernes 10 de enero de 2014

[Punto de Vista Julia]

Arrastré mis pies hasta la cocina y me serví un vaso de agua para paliar la sequedad de la boca. Me había quedado dormida un buen rato, quizá unos cuarenta minutos, y me había despertado más muerta que viva con el sonido del telefonillo. Era Louis quien venía a verme y mentiría si dijera que no estaba nerviosa. Lo estaba, al menos un poco. Se había mantenido durante todo un día alejado de mí y veinticuatro horas daban para pensar mucho, y eso me daba miedo. Pánico incluso.

Abrí la puerta algo dubitativa cuando el timbre sonó y me ofreció una pequeña sonrisa al otro lado del umbral. Se la devolví y avanzó hasta mí, despacio. Se dieron los segundos más eternos de mi vida hasta que por fin me rodeó con sus brazos y dejó un beso en mi pelo. Ese era mi Louis. Eso era lo que más necesitaba. Apartó su figura de mí y se inclinó buscando mis labios. Dejé que me los rozara de manera delicada durante unos instantes hasta que me alejé de él e inspeccioné su herida.

- Lo tengo mejor -aseguró.

Hubiera levantado una ceja de incredulidad pero no quería quitarle la ilusión. Si él sentía que lo tenía mejor no iba a ser yo quien le contradijera, incluso aunque lo viera en el mismo estado en el que lo había visto un día antes. Volvió a agacharse hacia mí y repitió el proceso de dejar tímidos besos sobre mi boca. Coloqué mis manos en su pecho, lo empujé con cuidado hacia atrás y negué con la cabeza.

- ¿No vas a dejar que te bese nunca?

- No hasta que eso -lo señalé- haya desaparecido. Te vas a hacer daño.

- Ya no me duele tanto, te lo prometo.

- Qué mentiroso eres -le saqué la lengua y curvó sus labios en una hermosa sonrisa, mucho más sincera que la que me había ofrecido al entrar.

Volvió a aprisionar mi cuerpo con sus extremidades y nos alejamos de la puerta de entrada.

- ¿Cómo estás? -Preguntó.

- Un poco cansada.

- ¿El trabajo?

- Aham -cerré la puerta del salón cuando entramos para evitar que se perdiera el calor de la estancia y caminé hasta el sofá más grande, donde él ya se había tumbado. Me tumbé a su lado y me acunó en sus brazos-. Estamos a punto de firmar una importante campaña de publicidad con Toyota, la marca de coches, pero hay algo que no acaba de encajar, como si no les terminara de gustar nuestra idea -le expliqué-. Cuando llegué a la empresa lo primero que contó a todos mi primo es que había hecho varios cursos de creatividad y que mis ideas eran muy innovadoras. Bien, a día de hoy no tengo ni una -se río ligeramente-. Creo que se me han atrofiado las neuronas.

- Lo que necesitas es relajarte -me acarició el pelo con mucho mimo y sonreí-. ¿Quieres que nos vayamos un fin de semana por ahí?

Levanté la cabeza, hasta entonces apoyada en su pecho, para mirarlo. Traté de contener todo lo que pude la enorme sonrisa que me estaba saliendo de manera natural ante su proposición. Eso significaba que estaba seguro, significaba que seguía estando seguro de esto y de mí. Volteé mi cuerpo hasta quedar tumbada boca abajo y descansé mis brazos y parte de mi torso sobre el suyo, de tal manera que nuestros rostros quedaron de frente y nuestras miradas podían encontrarse con facilidad.

- ¿En serio quieres que nos vayamos? -Fue lo único que fui capaz de decir.

- Claro, ¿por qué no? Nos va a venir muy bien alejarnos de aquí aunque sea un par de días. Te invito donde quieras.

Hice una mueca.

- Me parece bien, pero nada de invitar.

- Sí, tú por eso no te preocupes -dijo, calmado-. ¿Quieres, entonces?

Still the one - Segunda parte de 'ALIVE'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora