Capítulo 22. Me has destrozado

2.7K 196 53
                                    

Viernes 7 de febrero de 2014

[Punto de Vista Julia]

La semana pasó sin noticias de Louis. Hacía ya cuatro días que había tomado la decisión de borrarme de su vida y estaba actuando en consecuencia hasta los últimos extremos. No cogía mis llamadas, no contestaba a mis mensajes ni me abría la puerta cuando trataba de ir a verle. No sabía nada de él, ni siquiera cómo estaba. ¿Enfadado? ¿Decepcionado? ¿Dolido? ¿Desilusionado? Probablemente fuera una mezcla de todos esos sentimientos y de alguno que no podía llegar a imaginar.

Cualquiera que lo observara desde fuera podría decir que estaba exagerando con su comportamiento, pero yo era muy consciente de todo lo que estaba sucediendo en él, entonces podía entenderlo. Entendía su negativa a saber de mí y entendía que nunca más quisiera hacerlo. Había pasado las últimas semanas pidiéndome que me alejara de una persona que nos hacía daño a ambos mientras yo insistía en que no pasaría nada con él. Y al final, había pasado. Aunque fuera un estúpido e insignificante beso, había pasado.

Ese estúpido e insignificante beso le había roto el corazón. Me era inevitable llorar cada vez que pensaba en ello. Una idiotez había acabado con lo nuestro, también con él, individualmente, y conmigo. Un estúpido e insignificante beso que en condiciones normales nunca hubiera aceptado había bastado para que tirara al traste toda la confianza que había depositado en mí, y lo entendía.

Pero tenía que intentar recuperarlo. No podía quedarme de brazos cruzados viendo pasar las horas mientras la persona que más quería en el universo se iba alejando más y más de mí. No podía no intentarlo. No podía rendirme. No podía dejar de llamarle, dejar de escribirle, dejar de ir a verle. Incluso aunque no obtuviera más respuesta que su silencio, no podía dejar de recordarle que le quería como nunca había querido a nadie.

Ese Viernes, antes de salir de la oficina, estaba completamente destrozada. Los ojos me escocían por las lágrimas que no habían dejado de caer en todo el día y todo el cuerpo me temblaba por la debilidad que tenía al no haber probado bocado en muchas horas. Tenía el estómago cerrado y un nudo constante en la garganta. Sin Louis todo se derrumbaba, ¿cómo podía hacérselo ver?

John Grant entró en mi despacho unos diez minutos antes de que mi jornada laboral finalizara. Lo hizo abriendo la puerta con un gran estruendo. Se plantó delante de mí con autoridad, con los brazos en jarra, y me miró con unos aires de superioridad que ya había reconocido en otros compañeros.

- Te pedí un informe para esta tarde, ¿te ha entrado por un oído y te ha salido por otro?

- Estoy acabándolo -me limité a decir.

- Estás tocándote las narices -escupió, acercándose más a mí. Apoyó sus grandes manos sobre mi mesa, alborotando los papeles que en ella se encontraban, y lo miré de mal humor-. Mira, bonita, me importa una mierda si estás deprimida porque tu vida sea una mierda, aquí vienes a trabajar y tienes que cumplir con ello.

Me levanté de inmediato.

- No te permito que me hables así.

- ¿Y quién eres tú para permitir o dejar de permitir? Una estúpida españolita que ha acabado aquí por saber a quién arrimarse -resoplé, bajando la cabeza para evitar más disputas-. Quiero ese puto informe en mi mesa antes de que te marches.

Lo reté con la mirada.

- Resulta que ya me marchaba, así que ese puto informe tendrá que esperar -clamé, sin un ápice de delicadeza, sin pensar lo que estaba haciendo.

Cogí el abrigo, colocado en el respaldo de mi silla, y así con una mano el bolso situado a un lado de la mesa. Rodeé ésta y me encaminé hacia la puerta, escuchando tras de mí una serie de improperios que, en realidad, me merecía recibir.

Still the one - Segunda parte de 'ALIVE'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora