No hay herida que sane sin decir adiós

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Barcelona, abril de 2018

Había pasado un mes desde mi fichaje por el Espanyol cuando un día entrenando, no sé bien que pasó, pero se me cruzaron los cables por una tontería que uno de mis compañeros había dicho. Supongo que las fotos del aeropuerto más la foto que había subido a su instagram, Agoney, habían reabierto heridas que pensaba cerradas, ya, en una pequeña charla que tuve en el vestuario, nada más aterrizar en el equipo. Llegamos a las manos y mi hermano, como capitán, y el entrenador, tuvieron que separarnos y mandarnos al vestuario a que nos relajaramos.

Después de aquello ambos tuvimos una charla, por separado, con Quique, el entrenador, a mí me recomendó que fuera a visitar a la psicóloga del club y mi hermano apoyó la propuesta.

Ahora ahí estaba delante de la puerta de un piso, de un edificio del paseo de Gracia, dudoso de si llamar al timbre o salir corriendo para no enfrentarme a la mierda de realidad que estaba viviendo, por intentar hacerme el valiente. Volví a mirar la dirección en el móvil, lo bloqueé y tras dejarlo en el bolsillo de mis vaqueros, toqué al timbre. Una chica algo mayor que yo, subida a unos tacones bien altos, enfundada en un vestido negro hasta encima de la rodilla y una larga melena morena, ondulada, abrió la puerta con una perfecta sonrisa.

-Hola- dijo ella y me miró, directamente a los ojos.

-Hola- respondí yo y le devolví la sonrisa.

-Raoul Vázquez, ¿verdad?- preguntó.

-Eso es- contesté yo.

-Pase por aquí, por favor. La doctora Márquez le está esperando- dijo ella en tono muy profesional.

Después se apartó de la puerta, pasé hacia el interior del piso y fuí hacia la puerta que aquella chica me indicó.
Abrí la puerta con cuidado, asomé la cabeza y la mujer que allí se encontraba revisando unos papeles, me hizo un gesto con la mano para que entrara. Entré cerrando a mi espalda y me acerqué a ella mordiéndome los labios, por culpa de los nervios.

-Buenas tardes. Soy Valeria Márquez- dijo aquella mujer y extendió su mano derecha.

-Hola- respondí con timidez y tomé la mano que extendía para saludarla.

Después de aquel breve saludo, la tal Valeria, miró unos papeles por encima y volvió a dirigir su mirada hacia mí.

-¿Eres Raoul Vázquez?- preguntó.

-Sí- respondí mirándola.

-Bien, Quique ya me ha comentado el problema que tuviste en el entrenamiento. Ahora túmbate ahí, por favor- dijo ella y señaló un diván de color gris.

Me tumbé donde me dijo y puse las manos sobre mis abdominales. Mentiría si dijera que estaba más nervioso que un flan, pero bueno yo me había metido en aquel lío y no me quedaban más cojones que seguir para delante.

-¿Esto va servir para algo?- pregunté en cuanto la ví sentarse en el sofá de al lado.

-Vamos a intentarlo- respondió ella.

Yo resoplé.

-No sé yo...- dije poco convencido.

Ella sonrió sin darle la menor importancia a mis palabras. Estaba claro que no era el único que había hecho esa pregunta al entrar a aquella habitación.

-Bueno, Raoul, cuéntame- siguió ella.

-¿El qué?- pregunté confundido.

-Por qué te has pegado con tu compañero de equipo, por ejemplo- dijo ella en tono tranquilo.

PROMETO |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora