Decir adiós

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Madrid, marzo de 2018

Estaba esperando a Agoney, en nuestra zona favorita del Templo de Debod, me sudaban las manos y a pesar de haber ensayado como treinta veces delante del espejo aún no sabía como explicarle todo aquello.

Me senté en un banco de piedra, saqué mi móvil y empecé a revisar las redes sociales, whatsapp, correos y demás. Al ver que Agoney no me había enviado nada, acabé entrando en mi carrete de fotos y no pude evitar que una lágrima se escapara mejilla abajo. Esas últimas fotos eran los recuerdos de los mejores meses de mi vida, de esa vida junto a él y yo iba a romper con todo aquello, simplemente, por no cortarle las alas y dejarle volar libre en su carrera musical, para ello había luchado contra todo durante años, y yo era un estorbo en su vida.

En cuanto lo ví acercarse a mí, recogí mi móvil en el bolsillo del vaquero, limpié los restos de lágrimas que había caído por mis mejillas con rapidez y me levanté del lugar dónde me había sentado. Sonrió en cuanto nuestras miradas se cruzaron y pasó una mano por su tupé moreno.

-Hola rubio- dijo nada más llegar a mí.

-Hola mickey- dije yo y mordí mi labio inferior.

Agoney volvió a sonreír y se acercó a darme un pico. Yo le devolví aquél pico en forma de beso, atrapando su labio inferior entre mis dientes y acariciando su cuello con una de mis manos. Él me correspondió profundizando un poco más. Yo reprimí mis ganas de llorar al sentir sus labios con los míos y al separarnos, nos miramos, Agoney con la boca entreabierta y yo con una media sonrisa.

-¿Damos una vuelta?- pregunté de la nada y mordí mi labio inferior, de nuevo.

-Claro, rubio- contestó Agoney y se separó de mí.

Comenzamos a andar en silencio, el uno al lado del otro, sin decir ni una sola palabra. Sé que era yo quién tendría que haber dicho ya algo, pero era incapaz, no podía emitir un sólo sonido sin pensar que le iba a hacer daño a Agoney.

Al final después de un buen rato, Agoney, se paró en seco y me miró. Yo le imité y levanté mi vista hasta sus ojos.

-¿Por qué te paras?- pregunté rompiendo el silencio.

-Raoul, ¿qué pasa?- preguntó Agoney, sin rodeos.

Yo resoplé, miré al cielo y luego volví a mirarlo a él aguantando mis ganas de llorar.

-Ago, tenemos que hablar- respondí, finalmente.

-Eso ya lo suponía porque llevas unos días insoportable- dijo él y medio sonrió.

-Lo siento, pero, es que no sé ni por donde empezar- dije yo y llevé las manos a mi cara.

-Pues, no sé, empieza por el principio- dijo Agoney.

Yo tragué saliva y lo miré a los ojos.

-En dos días me voy- dije finalmente.

Agoney frunció el ceño.

-Arranca muchacho, ¿qué te vas?, ¿a dónde?- preguntó marcando aún más su acento canario.

Aquello me arrancó una sonrisa pero enseguida me puse serio.

-Me vuelvo a Barcelona- contesté.

-¿Para qué? Si casi nos acabamos de mudar, aquí, a Madrid- dijo Agoney.

-Me voy solo, Ago, he aceptado la oferta del Espanyol- le expliqué un poco nervioso.

-¿Vas a volver a jugar a fútbol?- preguntó sorprendido.

-Sí- respondí, sin más.

-Bueno, pues, nos volvemos a Barcelona. Yo me adapto- dijo Ago y sonrió.

-No, es que...- dije yo y bajé la cabeza.

-Ah, ya entiendo, no quieres que vean que estás saliendo con un pibe ¿no?- dijo Agoney y me cogió la cara para que lo mirara.

Aparté su mano de mi cara y mordí mis labios, nervioso, mientras Agoney esperaba una respuesta.

-No... No quiero arrastrarte conmigo y obligarte a escondernos. Ese mundo es difícil para esto- dije, como excusa.

-Ya, claro es más fácil esa vida sin mí- dijo Agoney y me miró con el ceño fruncido.

-Supongo que sí- respondí mirando al suelo.

-Pues que te vaya bien ahora a ver como explicas estos meses que has estado con un tío. Va a ser divertido- dijo con chulería.

-Diré que ha sido marketing y que nos recomendaron alimentar la carpeta- respondí, intentando parecer creíble.

-Que te vaya genial siendo el niñato, egocéntrico, creído y repelente que conocí. Pensaba que no, pero se te da mejor que ser tú mismo- dijo Agoney con frialdad.

-Entonces esto es un ¿adiós?- solté sin pensar.

-Esto es un vete a la mierda, Raoul- contestó Agoney enfadado.

Se dio la vuelta sin ni si quiera mirarme y echó andar hacia la salida. Yo dejé escapar todas las lágrimas que llevaba aguantando y miré como se marchaba sin ser capaz de retenerlo.

Al rato y tras secarme las lágrimas con las mangas de la cazadora, comencé a andar hacia mi casa. Las palabras de Agoney no paraban de resonar en mi cabeza, pero, pensaba que era mejor así que pensara que era un niñato cobarde y egoísta a decirle la verdad. Sé que merece a alguien mejor y yo no lo soy.

PROMETO |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora