Aunque a mí me toque perder

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Barcelona, finales, de mayo de 2018

Mi hermana y yo estábamos en la cocina de mi casa de Barcelona. Ella había llegado hacia unas horas de Madrid porque desde que yo vivía en Barcelona ya no nos veíamos como antes y, realmente, la echaba muchísimo de menos. Teníamos ya todo el sushi sobre la isla central y mientras yo colocaba las servilletas y los palillos, ella sacaba la bebida y los vasos.

-¿Al final, Gabriella, viene?- preguntó cerrando uno de los armarios.

-Sí. Me ha dicho que en cuanto salga de la biblioteca viene- respondí yo.

-¿Ahora vivís juntos, no?- siguió preguntando mi hermana.

-Eh... Sí, ¿por qué?- contesté preguntando extrañado.

-No, por nada. Como Bea me dijo que había venido a estudiar y que se mudaba con su novia- contestó ella.

Mire a mi hermana sorprendido.

-¿Saben que es lesbiana?- pregunté sin poder creérmelo.

-Sí- respondió y dejó los vasos en la isla.

-¿Sus padres lo saben?- pregunté aún con sorpresa.

-Pues claro. No desde hace mucho pero lo saben- contestó mi hermana sonriendo.

-Joder, aún me acuerdo cuando se lo tuve que contar yo a papá y a mamá. Parecía una gelatina royal, de fresa, entre rojo y nervioso- dije yo.

Jimena soltó una sonora carcajada.

-Tú, te pones nervioso enseguida- dijo ella.

-Era un momento difícil de mi vida. Tenía que decirle a mis padres, con dieciséis años, que era gay- dije yo y me mordí el labio al recordarlo.

Mi hermana sonrió con ternura, se acercó hasta mí y me abrazó con fuerza.

-Y nunca he estado más orgullosa de tí, pequeño- dijo ella y dejó un beso en mi frente.

Miré a mi hermana con lágrimas en los ojos, odiaba ser un llorón de mierda. Pero últimamente estaba sensible, y más después de enterarme de que Agoney estuvo viendo el partido que jugué en el Metropolitano contra el Atleti y ni siquiera esperó para saludarme, cuando la noche anterior la habíamos pasado juntos.

-¿Y sigues estando orgullosa de mi, tata?- pregunté como un niño pequeño.

-Cada día más, peque. Me has enseñado muchas cosas, sobre todo, a ser más valiente- contestó ella.

Curvé los labios en una media sonrisa y le acaricié la cara a mi hermana.

-Gracias por ser la mejor hermana, mayor, del mundo- dije mirándola a los ojos.

Ella me devolvió la sonrisa y volvió a abrazarme con fuerza. A mí volvieron caerme las lágrimas, al notar el abrazo de oso de mi hermana, y me miró.

-No llores, peque- dijo sonriendo.

Después secó mis lágrimas con los pulgares y dejó un beso en mi frente.

-Te quiero, tata- le dije yo y le dediqué una media sonrisa.

-Y yo a tí, mi niño- respondió mi hermana.

El ruido de la puerta de la calle, hizo nos que mi hermana y yo nos separaramos y a mí secarme las lágrimas, rápidamente, con el dorso de las manos.

-¿Hola? ¿Hay alguien?- escuché a Gabriella decir por el pasillo.

-Sí, Gab, estamos en la cocina- dije yo.

PROMETO |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora