Sé que no te voy a olvidar

1.9K 123 52
                                    

Barcelona, marzo de 2018

Acababa de instalarme en mi nueva casa de Barcelona y ya me quería volver a mi piso de Madrid. Mis padres habían insistido en que volviera a vivir con ellos pero yo me había negado en rotundo, esa casa me recordaba a Agoney, había pasado buena parte del tiempo con el canario allí y el simple hecho de entrar a mi habitación me provocaba una angustia terrible en mi pecho.

En cuanto llegué de entrenar, subí directamente a mi habitación a dejar el neceser y a deshacer la maleta, sí, llevaba aquí una semana y aún no había tenido cojones a hacerlo.
Tiré el neceser a un sillón que tenía en una esquina, de la habitación, resoplé, cogí la maleta del suelo, la eché sobre la cama, la abrí y miré a ver por donde empezar a deshacerla.

Llevaba ya un rato sacando prendas de la maleta, colocándolas en perchas dentro del armario, de manera mecánica y cansina. Resoplé y aparté mi tupé despeinado de la frente, dejé un par de deportivas en el suelo y dos gorras en uno de los cajones. Estaba casi acabando y, la verdad, tenía bastantes ganas porque me aburría soberanamente.

Cogí una de las últimas prendas que quedaban en el fondo de la maleta, una camiseta, la desplegué para colgarla y al ver cuál era, juro que, mi mundo se vino abajo en cuestión de segundos. Aquel trozo de tela que sostenía entre mis manos, mientras mis ojos se inundaban de lágrimas, era una camiseta negra con un dibujo de Mickey Mouse, la cual era una de las camisetas favoritas de Agoney. Flashazos de nuestra relación cruzaron, un momento, por mi cabeza, grité de rabia y dejé salir todas y cada una de las lágrimas que se habían agolpado en mis ojos.

Con la prenda en la mano, tiré la maleta al suelo, cerré de un portazo la puerta del armario, le dí un puñetazo a la pared y volví a gritar de rabia y dolor mientras las lágrimas no paraban de caer por mis mejillas, cada vez, con más fuerza.
En ese momento me sentía impotente y un auténtico gilipollas. Lloraba por alguien a quién yo mismo había decidido perder, por no tener el valor de enfrentarme a mis miedos, haciéndole creer que ya no lo necesitaba en mi vida. Cuando en realidad, yo, no soy nada sin él.

Después de pelearme y darme de puñetazos con todo lo que encontré a mi paso, por la habitación y sin soltar la camiseta, acabé por dejarme caer al suelo con la espalda apoyada en la pared y la mirada clavada en el techo a la vez que lloraba sin consuelo alguno.

-¿Raoul?- escuché, de pronto.

No sabía cuanto rato llevaba ahí tirado sin parar de llorar, pero la voz de mi hermano y el sonido de la puerta abriéndose hizo que secara mis lágrimas, rápidamente, con las mangas de mi sudadera y miré hacia allí.

-¿Qué?- pregunté con un hilo de voz

-No te encontraba- dijo Álvaro y entró a la habitación.

-Pues, estoy aquí- dije yo mirando al frente.

-Ya lo veo, pero, ¿qué coño ha pasado?- preguntó mi hermano mirando a su alrededor.

-Nada...- respondí yo y me encogí de hombros.

Mi hermano se acercó y se agachó delante de mí, yo lo miré y el labio inferior volvió a temblarme, las ganas de llorar me invadían, de nuevo.

-Eh, Raoul, ¿qué te pasa? Me estás asustando- dijo mi hermano preocupado y me cogió la cara con sus manos.

-Estaba deshaciendo la maleta y...- mi voz se quebró y mis lágrimas volvieron a caer por mi rostro.

Mi hermano me secó las lágrimas con los pulgares.

-Y... ¿Qué?- preguntó, después, animándome a seguir hablando.

-He encontrado esto- respondí y le enseñé la camiseta de Agoney.

PROMETO |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora