Prometimos querernos los dos

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Islas Seychelles, marzo de 2018

Llevaba un rato sentado al borde de la piscina y con los pies, dentro de ella. Mi mirada estaba clavada en el horizonte y en las preciosas vistas que podían verse desde la terraza de nuestra habitación, pero no paraba de pensar en el momento de llegar, de nuevo, a España y tener que separnos. Sé que era algo que habíamos acordado, los dos antes, de embarcar pero, aún así, seguía dándole vueltas.

De pronto, noté que alguien se sentaba a mi lado y que uno de sus brazos lo pasaba por encima de mis hombros. Giré la cabeza y lo ví, ahí, sentado a mi lado, como tantas otras veces, me fijé en el perfil tan bonito que tenía y en lo mucho que echaba de menos verlo despertar a mi lado. Él volvió la cabeza hacia mí y sonrió.

-Bonitas vistas, ¿verdad?- preguntó.

Yo asentí y mordí mi labio inferior.

-No están mal- contesté yo y volví a mirar al frente.

-¿En qué piensas?- preguntó, de repente, Agoney.

Resoplé y bajé la cabeza.

-En que esto se acaba, mickey- respondí yo.

-Venga, Raoul, no pienses en eso- dijo Agoney.

-No puedo evitarlo. Saber que cuando volvamos a España cada uno volverá a su vida, separados, y hacer como si nada de esto hubiera pasado- dije yo y fruncí el ceño para no llorar.

-Pero eso ya lo sabíamos antes de venir- dijo Agoney.

Volví a mirar hacia el horizonte y suspiré.

-Quiero que sepas que, a pesar de todo, te sigo queriendo- dije y mordí mi labio inferior nervioso.

Esta vez fue Agoney quién suspiró.

-Ya lo sé. Me ha costado darme cuenta, porque soy muy orgulloso, pero lo sé. Aunque ese amor ya no puede ser igual, al de antes, y eso también lo tenemos que superar, rubio- dijo Agoney.

Giré mi cabeza hacia él y contuve las lágrimas. Pude sentir como Agoney se acercaba más a mí, apoyó su frente en la mía y suspiré mirándole a los ojos.

-Ay, mickey...- dije en un tono, demasiado, melancólico.

Agoney curvó sus labios en una media sonrisa.

-Venga, Raoul, vamos a disfrutar de esto. Ya tendremos tiempo, suficiente, para echarnos de menos- dijo Agoney.

-Bésame...- pedí en su boca.

Agoney acarició mi nuca despacio, acercó sus labios a los míos y me dio un beso despacio, con mucho cariño. Cerré los ojos al sentirlo, acaricié su cuello y fuí yo quién profundizó el beso y nuestras lenguas comenzaron a batallar por la necesidad que teníamos el uno del otro.

***

Me desperté al notar la mano de Agoney, enredando sus dedos entre los mechones de mi despeinado pelo, abrí los ojos y lo encontré de lado hacia mí, con uno de sus brazos sosteniendo su rostro, a la vez que me miraba y seguía con sus caricias en mi pelo. Sonreí y pasé un par de dedos por su barba, acariciándola, despacio.

-¿En qué piensas?- pregunté, al fin.

Agoney me miró directamente a los ojos y su expresión se dulcificó.

-En lo mucho que echaba de menos verte dormir- contestó sin que sus caricias cesaran.

Sonreí y bajé la mano hasta su cuello.

-Hacerlo contigo me relaja demasiado, mickey- dije yo.

Mi respuesta le hizo sonrojarse y apartó su mirada de mí, bajando la cabeza.

-Eso también lo echaba de menos- reconoció él.

Levanté su rostro, colocando el pulgar en su mentón, y le hice mirarme, de nuevo, a los ojos.

-Te sigo queriendo- dije mirándole fijamente.

-Ya me lo dijiste el día de tu cumpleaños y hace un rato, también- contestó Agoney.

Paró de acariciarme, se apartó de mí y se revolvió en aquella cama de madera y cortinas blancas que, ahora mismo, ondeaban de manera débil por la brisa marina que se colaba por la puerta, abierta de par en par, de la terraza. Dejó que la sábana apenas cubriera su entrepierna, subió un brazo por encima de su cabeza y miró al techo. Yo me acerqué a el, acaricié el poco vello moreno que tenía en el pecho y mordí mi labio inferior, como buscando las palabras exactas que quería decirle.

-Ago, mírame- le pedí sin apartar mi mano de su pecho.

Agoney volvió la cabeza hacia mí y me miró.

-¿Qué?- preguntó él.

-Que no puedo pedirte que todo sea como antes, ni si quiera, que me perdones pero...- comencé a decir pero Agoney me cortó.

-Yo ya te he perdonado, Raoul- dijo mirándome.

Escucharlo decir esas palabras en otro momento me hubieran alegrado, pero el tono, tan cortante, en el que lo había dicho y la manera de mirarme al decirlo me recordó lo cabrón que había sido con él y, quizás, lo seguía siendo en ese momento.

-Tienes un corazón enorme- fue lo mejor que se me ocurrió decir.

-A veces me gustaría ser tan frío y egoísta como eres tú para algunas cosas- contestó él, esta vez, sin mirarme.

Me aparté de él y me senté en la cama con las piernas cruzadas y cubriéndome, yo también, la entrepierna con la sábana.

-Joder, Ago, no me digas eso- le pedí y bajé la cabeza.

-Lo siento...- se disculpó Agoney.

Las lágrimas que llevaba un rato aguantando comenzaron a caer por mis mejillas, me limpié con las manos rápidamente, para que Agoney no se diera cuenta y seguí con la vista clavada en la sábana que nos cubría.

-Da igual- respondí yo sin mirarle.

Un sollozo que se me escapó, sin querer, hizo que Ago se girara hacia mí, incorporándose en la cama, y buscara mi mirada con la suya.

-No me mires- dije con voz de niño y fruciendo el ceño.

Volví la cabeza a un lado, mordí mi labio inferior nervioso y empecé a juguetear con la sábana. Agoney resopló, se acercó más a mí y giró mi cabeza hacia él cogiéndome, con cariño, de la barbilla.

-Raoul, mírame- dijo Agoney con dulzura.

-No- contesté con el ceño fruncido.

-Por favor, chiquitín- pidió él.

Consiguió que, a regañadientes, lo mirara. Él curvó sus labios en una media sonrisa y secó mis lágrimas con sus pulgares, como siempre hacía.

-Tienes razón, soy un egoísta, pero me duele que me lo digas- dije con el ceño fruncido y los ojos, todavía, llenos de lágrimas.

Agoney suspiró sin apartar su mirada de la mía.

-Olvida lo que te dije, ¿vale? No quiero que tengamos un mal recuerdo de este viaje y que, esta, sí pueda ser una despedida bonita- dijo Agoney.

-Todo esto es por mi culpa, Ago- repliqué yo.

-Venga, Raoul, vamos a dejar de darle vueltas a lo mismo- pidió Agoney.

Yo suspiré y el abrió los brazos. Me abracé a él, escondiendo la cara en su pecho como tantas otras veces había hecho, mientras Agoney rodeaba mi cuerpo con sus brazos y se tumbaba, despacio, de nuevo, en la cama.

-Me gustaría volver atrás. Borrar esa noche y que todo fuera como hasta entonces- dije entre sollozos y dejando caer todas las lágrimas, retenidas, contra su pecho.

Él comenzó a pasar los dedos por mi espalda para intentar que me relajara, acabara quedándome dormido y dejara de darle mil vueltas al mismo tema que, a los dos, nos atormentaba.

Tampoco me hizo falta que Agoney respondiera, su silencio, me hizo ver que él también volvería a aquella noche, la borraría del calendario y haría como si nada hubiera pasado. Pero, la realidad era bien distinta a ambos nos había golpeado en la cara y ahora sólo nos quedaba seguir adelante intentando acostumbrarnos a que estos momentos ya no se repetirían.

PROMETO |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora