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- Oh, Dios santo, Louis ayúdame – Gimió angustiado Liam quien llevaba más de cinco minutos – literalmente- tratando de alcanzar a Lily. La pequeña castaña había ingresado a la sala de terapia moviéndose por todo el lugar, sin mantenerse por mucho tiempo en uno solo.


- ¿Qué le pasa, porqué está así? – El ojiazul había cambiado de lugar junto a Harry luego de la llegada de ambos, el pequeño rizado estaba acomodado en la camilla que minutos antes del receso ocupaba.


Ambos mayores trataban de seguir al escurridizo cuerpo de Lily, aquella reía cada vez que lograba despistar a los agarras de ambos profesionales. Sus pálidas mejillas habían adoptado un fuerte color rojizo, su rostro tenía pequeños rastros de sudor, pero ella no parecía querer detenerse.


- ¡No lo sé! – Gritó el terapeuta, extendiendo sus brazos hacia Lily quien por doceava vez desde que llegaron se le escapaba – Creo que ha consumido mucha azúcar. Su bolsa de dulces está completamente vacía, normalmente ella olvida que la tiene, ¡Pero hoy se los ha comido todos de un sopetón!


- Demonios – Masculló Louis. Por un segundo sintió cierta lástima por Liam quien la mayoría del tiempo cuidaba de la pequeña ojicafe, veía a su amigo jalarse los cabellos a causa de la hiperactividad de la niña. Y si, agradecía tratar con Harry, era un polo completamente opuesto a Lily.


Pero los polos apuestos se atraen, se recordó Tomlinson.


- ¡Lily! – Exclamó alzando uno o tres tonos de su voz, logrando por un segundo que la nombrada se detuviera y lo observase con expectación. - ¿Te gustan los chocolates?


- ¡Si, si, si! – Contestó atropelladamente.


- Si cooperas con nosotros te daré todos los que quieras, ¿Si? – Los movimientos del muchacho de baja estatura y de bata blanca eran lentos, no planeaba alterar los sentidos de la castaña provocando que volviese a saltar por toda la sala. Era sigiloso.


- ¿Qué haces, idiota? – Masculló en susurros Liam, quien por esos instantes había mantenido silencio.


- Shhh, Li – Lento y precavido, sin darle una mirada al terapeuta. – Lily, ven.


Las pupilas de los grandes ojos cafés estaban completamente dilatadas a causa de la elevada cantidad de azúcar, pero su rostro era neutro. Su alegría y entusiasmo se habían esfumado en un parpadeo, más aún para el pequeño rizado sobre la camilla que todo aquel tiempo se mantuvo como espectador, analizando cada movimiento de la menor de los cuatro allí.


Los gruesos y rosados labios de Lily se fruncieron, un dulce puchero se adueño de aquellos. La pequeña observaba a cada persona que estaba observándolo y no sabía quiénes eran, pero parecían de fiar, sin embargo, las palabras de su madre se repetían una y otra vez en su cabeza.


"No hables con desconocidos, cielo".


Pero a pesar de la complicada situación que se estaba viviendo dentro de la sala para poder retener y consolar – ahora- a Lily, nadie notó como el silencioso muchacho había apretado el botón rojo de su "reloj tomador de tiempo" cuando el ambiente cambió de un momento a otro por la castaña, casi acorralado a un rincón del cuarto.

Every Minute | Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora